Capítulo 13

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—¿Rosie Scott?

Habló una voz masculina por mi movil. Habían llamado dos veces el mismo número y decidí cogerlo a la tercera.

—Soy yo. ¿Quién es?

—Llamamos de la comisaría, debe venir esta tarde a ser posible para declarar en el caso de Larry Field. ¿Cree que podrá venir?

—Eh... Sí, claro. Allí estaré, gracias.

—Perfecto. Debe traerse el DNI y el parte del hospital del día que sucedió. Hasta luego.

El agente colgó y asentí mientras dejaba el móvil encima de la mesa. Hoy debía volver a verlo y ya de paso recoger mis cosas en el apartamento, si me dejan claro. Eran las 5 pm y Duncan llegaría en poco tiempo.

—¡Luisa! —la llamé mientras salía de la habitación. Ella asomó la cabeza por su habitación y me sonrió.—Cuando venga Duncan dile que no se cambie de ropa.

—Vale cielo.

Me metí al baño tras decirle eso y me desnudé. Enchufé la ducha y me metí.

Tras bañarme rápidamente, salí y envolví mi cuerpo en una toalla

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Tras bañarme rápidamente, salí y envolví mi cuerpo en una toalla. Me sequé poco a poco y salí del baño. Caminé a mi habitación y abrí el armario, él cuál tenía ropa de la hermana de Duncan. Me puse unas medias beiges, una falda azul vaquera encima y un suéter blanco. En mis pies puse unas deportivas blancas y dejé mi cabello suelto. Me lo sequé un poco con el secador y me eché crema hidratante en la cara.

—Ey. ¿Dónde vamos, nena?

La voz de Duncan me sacó de mis pensamientos y miré a la puerta. Estaba apoyado en el marco mientras su traje se ajustaba a sus músculos apretados.

—Me ha llamado la policía, tengo que ir a declarar y pensaba que podías acompañarme —dije nerviosa. Él sonrió y se acercó a mi lentamente.

—Por supuesto —sus labios besaron los míos cortamente y sonreí atontada. Lo abracé y segundos después nos separamos.

—Iré abajo —dije y salí de la habitación. Mis papeles estaban todos en un armario de la cocina y por seguridad, tenía llave. Llegué a la cocina y saqué la llave —la tenía en un cajón de la habitación— y abrí el armario. Saqué mis documentos y el parte del hospital. Salí fuera de la cocina y vi a Duncan bajar. Salimos a la calle y montamos en su coche.

—¿Estás nerviosa? —preguntó mientras empezaba a manejar.

—Mucho, amor.

Mierda, había dicho la palabra.

—¿Qué has dicho? —preguntó riendo.

—Que estoy muy nerviosa —susurré sonrojada.

—Lo otro, nena.

—Eh... ¿qué? —me hice la desentendida. El auto paró enfrente de la comisaría en poco tiempo y me miró.

—No estés nerviosa, no voy a dejarte sola ni un segundo —dijo acariciando mi mano.

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