Capítulo 46

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Me sonrojé ante sus palabras y sonreí mientras sus labios chocaban de nuevo con los míos. Me sentía jodidamente plena.

Sus manos me tumbaron en la cama a la vez que él se subía sobre mí haciéndome notar su erección. Gemí levantando las caderas para notarlo aún más y Duncan soltó un gruñido.

—Me vuelves loco...

Su boca enganchó uno de mis pezones y empezó a chupar, succionar y masajear sin piedad. Gemí fuertemente cuando una de sus manos se coló en mis braguitas tocando mi clitoris.

—Estás tan húmeda, Rosie —susurró, su voz estaba más ronca de lo normal. Jadee al sentir dos de sus dedos colarse en mi interior.

Dios mío, tanto tiempo sin sentir esto.

Sus dedos empezaron a follarme más rápido y sentí mi cuerpo estremecerse a cada impulso que él daba. Su boca seguía succionando uno de mis pezones y su otra mano acariciaba mi otra teta.

Estaba en el cielo, pero quería más.

—Duncan —susurré jadeando, sus ojos me miraron.— Por favor...

— Dime qué quieres —dijo soltando mis pechos y aumentando el ritmo de sus dedos. Grité temblando y removiéndome en la cama por el placer.

—Te necesito... —gemí. Sus manos bajaron mis braguitas de un golpe y él se quitó los calzoncillos. Su miembro salió de estos últimos muy duro y erguido, grande y venoso.

Cogió sus pantalones y buscó en uno de los bolsillos, acto seguido sacó un condón y se lo colocó.

—Ponte a 4 —ordenó mirándome. Me moví colocándome en la pose que había ordenado y lo sentí detrás de mi, rozando su miembro con mi culo.— Jodido Dios.

Sentí su miembro colocarse en mi entrada, y entró lentamente, deleitándose por los espasmos que sufría mi vagina.

Solté un gemido cuando lo sentí completamente dentro. Duncan no se lo pensó dos veces y empezó a embestir contra mi, duro y sin piedad.

— ¡Ah si, si, si!

Sus manos daban azotes a mi culo en cada embestida y sentía que iba a correrme en cualquier segundo. Duncan aumentó su ritmo como si lo supiese y grité al sentir que mis piernas se desvanecían.

— Duncan... me corro —susurré en medio de un temblor, el cual significaba orgasmo. Él gimió en respuesta y siguió dando embestidas hasta que sentí su pene convulsionar dentro de mi.

Él gimió mientras agarraba mis caderas con sus manos apretándolas contra él, y sentía sus piernas temblar.

— Maldición —gimió saliendo de mi. Me tiré boca arriba en la cama aún extasiada y lo miré. Lucía sonrojado, sudado y tembloroso.

Se quitó el condón haciéndole un nudo para quitarlo a la basura, se giró y me sonrió. Caminó hacia la cama y se tumbó a mi lado.

— ¿Bien? —preguntó acariciando mi mejilla con uno de sus dedos.

— Mejor que nunca —susurré juntando mis labios con los suyos. Su mano bajó a mi cintura desnuda pegándome a él.

— Cómo sigas así, voy a tener que follarte otra vez —dijo separándose. Reí sonrojándome y me mordí el labio pensando en que buena idea era esa.

— Me parece buena idea —dije, sus ojos se mostraron sorprendidos, y acto seguido me subió a horcajadas de él. Sus manos fueron a mi trasero para apretar mi coño mojado con su pene erecto.

Gemí restregándome contra él cada vez más rápido y lo noté tensarse bajo mi cuerpo.

— Me vas a volver loco —dijo dándome la vuelta y quedando el sobre mi. Bajo su boca a mi coño y grité al notar su lengua dar golpecitos en mi clitoris.

Jodida mierda.

Grité temblando de placer, estaba toda hipersensible. Su lengua barría a los lados, de arriba a abajo y absorbía cada uno de mis jugos. De golpe, sus labios abandonaron esa zona, y cogió mis piernas para ponerlas en sus hombros.

— ¿Te cuidas? —preguntó acariciando su glande con mi entrada, totalmente a pelo.

— No tomo nada —susurré apenada. La verdad que nunca había tomado pastillas anticonceptivas porque me sentaban la gran mayoría mal.

— Llevaré cuidado —dijo, y asentí sin decir nada como respuesta. Su miembro entro dentro de mi de nuevo, y esta vez si sentí todo de él al 100%. Se sentía caliente, duro, palpitante, y jodidamente ardiente.

— Que me vaya al infierno si esto no es glorioso —dijo mientras empezaba a bombear dentro de mi coño. De mis labios solo salían gemidos pletóricos y pequeños grititos de placer.

Mis piernas empezaron a hormiguear cuando Duncan aceleró el ritmo dentro de mi, y segundos después sentí ese escalofrío dándome la señal de que me había corrido de nuevo. Él siguió bombeando hasta segundos después que sacó su miembro y gruñó dejando salir su leche encima de mis pechos.

Sus labios besaron los míos en un pequeño beso y se dirigió al baño para traer de vuelta una toalla y limpiarme.

— Vamos a la ducha mejor —dije parándolo.

Tercera ronda.

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