Capítulo 16

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Rosie seguía internada y seguía dormida. Los médicos decían que su cuerpo estaba bien pero ella no despertada, y eso era mala señal. Mi mente no dejaba de pensar en ella. Mi madre me había llamado millones de veces por la empresa, la había dejado a manos de Justin. No me importaba en lo más mínimo que mi madre se enfadase por yo no ir a la editorial. Mi principal prioridad ahora era que Rosie se despertase y llevarla conmigo. Porque era lo que quería. Llevarla conmigo para siempre. A mi lado.

—Duncan...

Su voz ronca y rasposa resonó en la habitación y mi atención se centró en ella.

—Pequeña, ey —me puse a su lado inmediatamente y pulsé el botón de la enfermera. Sus ojos se entreabrían y su mirada lucía asustada.

—Agua —susurró con la voz floja. Una enfermera entró por la puerta de la habitación y nos sonrió inmediatamente a ambos.

—Buenos días, Rosie. ¿Cómo te encuentras?

Rosie tosió y la enfermera le trajo un vaso de agua. Le hizo beber con cuidado y Rosie asintió.

—Me pesa la cabeza y me duele el estómago —habló Rosie.

—Bien. Llamaré al doctor y te haremos un chequeo ¿si? Descansa de mientras.

La enfermera se fue sin decir nada más y acaricié la mano de Rosie.

—Lo siento —susurré mirándola a sus hermosos ojos.

—No pasa nada, Duncan.

—Casi muero al verte... tiroteada —cerré los ojos y sentí su mano en mi mejilla. Los abrí y ella me sonreía.

—Pero estoy bien —susurró. La miré fijamente a los ojos y suspiré. Ella era tan pero tan bonita.

—Lo siento.

Susurré.

(...)

—Buenas tardes, Rosie. Soy el doctor Logan, ¿cómo te encuentras?

—Bien, un poco cansada.

—Es normal, un disparo es algo grave. Puedes volver a casa esta misma tarde, sólo necesitarás reposo y un antibiótico para el dolor.

—Perfecto —dije acariciando el pelo de Rosie. El doctor Logan salió de la habitación tras hacer firmar unos papeles a Rosie.

—Ayúdame a vestirme.

Le ayudé a sentarse y poco a poco la fui vistiendo. Intenté hacerle el menor daño posible, pero la herida seguía ahí.

—¿Por qué no estás trabajando? —preguntó ella. En ese momento, nos encontrábamos bajando por el ascensor hacia la salida. Ya habíamos firmado el alta y le habían dado las recetas de los medicamentos.

—He tomado unas vacaciones personales. Quiero cuidarte lo máximo que pueda y quieras.

—Oh.

Susurró. Su tono impresionado no pasó desapercibido por mi.

—Siento lo de esa noche, Rosie.

—No pasa nada, amor.

Amor.

—¿Qué has dicho? —pregunté sonriendo.

—Que... no pasa nada.

—Lo otro.

Ella rió y noté su sonrojo.

—Perdona por llamarte amor —dijo y reí.—Pero lo haré durante mucho tiempo.

Me acerqué a ella y la besé. La besé con todo el sentimiento que había en mi cuerpo.

La besé porque la quería siempre en mi vida.

Maltratada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora