Capítulo 18

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Sophia bajó del escenario y volvió a la mesa con una sonrisa y una mirada emocionada.

—Has estado muy bien, hija —habló el padre de Duncan.

—Podrías haber estado mejor, ya lo sabes, Sophia —la madre de Duncan era un tanto insoportable.

—Sí, mamá, empecemos a cenar.

Los camareros trajeron el primer plato de la noche, tenía una pinta exquisita.

—El primer plato es salmón al horno con salsa teriyaki —habló Sophia cogiendo el tenedor y el cuchillo.

Nunca había probado este tipo de comidas tan... elegantes. Al parecer, todos estaban acostumbrados a esto menos yo, y mi suegra se aprovechaba de ello.

—Duncan enséñale a tu novia como comer —rió mirando mi torpeza con los cubiertos. Habían dos tenedores, dos cuchillos, tres cucharas y dos vasos.

¿Cómo pretende que sepa para que sirve cada cosa?

—Mamá, por favor —refunfuñó Sophia.

—Es verdad, sólo mírenla.

—Mamá, si sigues con esas nos vamos —habló Duncan muy seriamente.

—¡Duncan abre los ojos! ¡No es de nuestro entorno y nunca lo será! —gritó llamando la atención de todos los presentes.

—Yo no soy igual de superficial que tú, me importa una mierda que no sea de nuestro entorno porque la quiero y eso no lo va a cambiar nadie —Duncan dijo.

Mis ojos picaban debido a las lágrimas. Justin y Sophia estaban inquietos ante la discusión de Duncan y su madre.

—¡Vas a tirar por la borda todo lo que tu padre y yo hemos dado por ti, y todo por esta... niñata!

—¡Mamá, cállate de una vez! —gritó Justin silenciando a todos. Cogí la mano de Duncan por debajo de la mesa y este me miró. Le sonreí tranquilizándolo y besó mi mejilla suavemente.

—No sé ni por qué sigues con ella, es sólo una pobretona.

—Madre, si sigues así voy a tener que pedirte que te vayas de aquí, no me vas a arruinar mi noche.

Sophia había dejado callada a la señora Hamilton con mucha educación.

—¡Sophia, no me lo puedo creer! ¡Pues me voy! —la señora Hamilton se levantó y a la vez me levanté yo.

—Señora Hamilton, siéntese por favor, la que se va soy yo. No quiero causar molestias ni ocasionar problemas entre ustedes. Muchas gracias por la invitación, Soph, enhorabuena.

—No, Rosie —me cogió de la mano Duncan.

—Te espero en casa —sonreí forzada saliendo de la sala.

Mis lágrimas empezaron a caer en cuanto puse un pie en la calle. Estaba sola y me sentía fuera de lugar cada vez que estaba en la misma habitación que esa mujer.

—¡Rosie! —la voz de Duncan me hizo girarme rápidamente y sonreír entre lágrimas.

—Lo siento pero no puedo seguir ahí dentro...

—Nos vamos a casa, lo siento mucho por esto.

—No es tu culpa, Duncan —acaricié su mejilla con mi mano derecha y él sonrió.

—Si lo es, mi madre es insoportable cuando esta así.

Es insoportable siempre.

—Quédate, tu hermana te necesita —susurré acariciando su mano.

—No voy a dejarte sola, no permitiré que ocurra lo de aquella noche —dijo con el rostro contraído. Se sentía culpable de que Larry me hubiese disparado.

—No fue tu culpa...

—Me voy contigo, está más que decidido.

(...)

Llegamos a casa media hora después y Duncan se fue a la habitación mientras yo me quitaba el maquillaje y me peinaba. Dejé el vestido en el cuarto de invitados y me puse una camiseta larga de Duncan. Mi cicatriz era visible aunque no me molestaba.

Duncan se encontraba en la cama mirando al techo y en tan sólo unos bóxers.

—Hey, ¿qué piensas? —pregunté metiéndome en la cama y acariciando su mejilla. Él me miró y puso sus manos en mi cintura sonriéndome.

—En la suerte que he tenido en encontrarte.

Mis mejillas se encendieron en ese color rojo tan familiar y reí. Sus labios chocaron con los míos en un beso lento y pasional. Mis manos fueron inmediatamente a su cabello a la vez que me ponía a horcajadas de él. Sus manos acariciaban mi trasero de arriba a abajo.

De un momento a otro, el beso se había vuelto más salvaje y agresivo. Mi camiseta había sido transportada al suelo y ambos estábamos en ropa interior. Su cuerpo rodó encima de mi acariciando cada milímetro de mi cuerpo. Gemí al sentir sus labios morder y besar mi cuello y sus manos acariciar mis pechos. Quería más.

—¿Estás segura de esto, Rosie?

Obvio.

—Quiero esto, Duncan.

Sus manos se despojaron de mi sujetador en segundos y su boca cubrió uno de mis pezones mientras que su mano libre acariciaba mi otro pecho. De mis labios salían pequeños gemidos involuntarios, los cuáles me hacían sonrojarme.

—Eres hermosa.

Sus palabras me alentaban a querer seguir con esto y querer intimar con él. Empezó a bajar mis braguitas lentamente a la vez que repartía besos por mis piernas. Sentí mucha calor en mis mejillas cuando se quedó mirando mi entrepierna unos segundos y empezó a repartir besos húmedos en las ingles.

—Oh, Duncan...

Su lengua empezó a trazar movimientos lentos en mi clítoris y eso fue lo que me enloqueció. Sus dedos acariciaban mi hendidura torturándome poco a poco.

—¿Te gusta esto, amor? ¿Te gusta sentirme? —susurró a la vez que introducía dos dedos en mí. Estaba muy húmeda y desesperada por sentirlo.

—Duncan, por favor...

—¿Por favor qué, preciosa? —empezó a mover sus dedos a la vez que movía su lengua y grité de placer.

—¡Follame! —gemí.

La risa de mi novio inundó la habitación y se puso entre mis piernas. Se quitó los bóxers rápidamente y condujo su miembro a mi hendidura. Sus manos se posicionaron en mi cintura y empezó a introducirse lentamente. Sentía pequeños pinchazos y un mínimo dolor pero nada comparado con el placer que sentía estando así con él.

—Muévete —susurré acariciando su cabello. Sus labios empezaron a repartir besos en mi cuello a la vez que soltaban pequeños gemidos y me susurraba cosas preciosas.

Y esa noche, Duncan y yo nos habíamos convertido en uno solo.

Maltratada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora