Soy atacado por el reptil más peligroso de la tierra

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Diría que tuve un hermoso sueño o una pesadilla, pero la verdad es que, al igual que la mayoría de las veces que duermo, solo siento que hubo un salto de tiempo.

-Hey, ya es hora de que te despiertes.

Sentía que me tocaban la mejilla y cuando traté de darme vuelta para evitarlo, no pude hacerlo, parecía estar amarrado a la cama. El solo pensar en eso me despertó de golpe, la verdad no me era difícil imaginarme a Karin haciendo algo así. Cuando miré hacia abajo, me di cuenta que por suerte no estaba amarrado, pero en lugar de eso, tenía a Karin sobre mí, mirándome a la cara mientras me apretaba mi cachete.

-Dije que te despertaría.

-Sin nada raro.

-No prometí nada.

-Bueno, ya estoy despierto. -Suspiré.- Ya puedes soltarme.

-Correcto. -dijo, levantándose. Por un momento aparté la mirada, pero cuando la regresé me di cuenta que ella llevaba la misma ropa con la que salió, solo se había quitado el short. No estoy seguro por qué eso me reconfortaba.- Acompáñame a cenar antes de irte. La comida ya está lista.

Salió del cuarto y tras unos segundo, yo fui al baño a enjuagarme y luego la seguí.

Comimos pasta, bastante buena la verdad, aunque en toda toda la comida apenas intercambiamos palabras para pasarnos la comida. Ella parecía estar sonámbula, así que cuando ya estábamos recogiendo los platos le pregunté lo que le pasaba, lo cual desencadenó a la Karin que conocía.

-O, entonces Kai está preocupado por mi. ¡Pero que divino! -me abrazó por la espalda, aprovechando que no me podía moverme mucho porque estaba lavando los platos.

Cuando termine de hacerlo logré quitármela de encima y me fui a lavar los dientes para irme. Cuando salía por la puerta ella aún estaba lavando los platos que quedaban, pero cuando iba a cerrar la puerta la escuché decir:

-Espero te encuentres listo, nunca he visto a Mika entrenar a alguien, pero se que el ver sus prácticas ya es agotador.

Después de tan alentadora despedida, me dirigí hacia la librería. No había visto la hora en el apartamento, pero me imaginaba que era tarde, ya que estaba oscuro (seguía sin entender cómo funcionaba la luz aquí) y no había nadie en el camino.

Llegué a la entrada y me transporté a la biblioteca. El lugar seguía vacío. Caminé hacia el centro para encontrarme con Richard. Las luces dentro estaban seguramente en ahorro de energía, porque alumbraba como si fuera una computadora con el brillo al mínimo.

Iba sumido en mis propios pensamientos cuando de repente escuché algo unos metros frente a mí. Cuando me acerqué a ver que podía haber sido ese sonido, vi que era un libro que estaba en el suelo. Traté de ver a la distancia, pero no parecía haber nadie alrededor que pudiera haberlo tirado, por lo que simplemente recogí el libro y me dispuse a colocarlo en su lugar, unos estantes por arriba de mi cabeza. Cuando iba a meterlo no logré hacerlo, ya que parecía que hubiera algo estorbando, por lo cual levanté el brazo y metí la mano, tratando de encontrar lo que estorbaba sin poder ver lo que había por la altura. Seguramente era un libro mal colocado que no dejaba a este entrar, pensé, pero cuando creí encontrar algo, en ese momento sentí un dolor agudo en mi mano y tuve bajar mi mano.

-¡Por la gran...!

En el momento que vi mi mano me di cuenta de lo que pasaba. Colgando de mi mano, mordiendo la parte baja de mi dedo gordo había una tortuga. Era un poco más grande que mi mano, por lo cual tuve que sostenerla por debajo para que con el peso no se llevara mi piel con ella.

-¿Qué se supone que hace esto aquí?

-¡Hey! Parece que encontraste a la pequeña traviesa.

Richard venía hacia mí, caminando del centro de la biblioteca. Vestía igual que siempre, lo cual me hizo dudar seriamente si el conocía la existencias de las lavadoras.

-En realidad ella me encontró a mi. -dije, tendiendo mi mano para que me ayudara.

-Vamos, suelta. -le dijo él a la tortuga, y esta tras unos segundos de duda me dejó libre. Me había dejado mi mano ensangrentada y podía ver la forma de su boca en la marca de donde salía la sangre de mi mano.

-¿Cómo esperan que sobreviva al entrenamiento si lo vence una él? -dijo Mika mientras le acariciaba la cabeza a la tortuga, la cual tenía los ojos cerrados y parecía estar sonriendo mientras disfrutaba las caricias.

-Vamos vamos, uno no puede defenderse contra algo que no lo hace con malas intenciones.

Mika estaba con un uniforme militar y me miraba como su nuevo conejillo de indias, lo cual se sentía extraño porque tenía que levantar la vista para verme. También porque seguía acariciando a la tortuga, la cual ahora me veía y no sabía por que, pero sentía un brillo burlón en su mirada.

-Bueno, ahora que te encontramos es hora de irnos, debemos aprovechar bien estos entrenamientos.

Prisión FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora