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Desperté y sentí un enorme vacío existencial en mi alma, él ya no estaba conmigo, acunándome entre sus brazos con tranquilidad. Ahora estaba sola, en una camilla del jet abrigada y tapada por una manta.

 Aún todavía no llegamos, justo cuando estuve a punto de levantarme el blondo entró.

—Hola, bella durmiente.—saludó el Agreste con una dulce sonrisa en los labios.

—Me siento más identificada con la tipa de Hércules.—aclaré sentándome en el colchón blanco. Él alzó una ceja confuso, obviamente me refería a Megara, era la única chica que valía la pena en Disney además de Mulán y Tiana, sobretodo la hermana de Lilo.—Aquella que era un poco mala, ¿hay alguna princesa más mala?

Hubo un corto silencio.

—¿Por qué quieres ser llamada mala?.—cuestionó indignado, al oírlo sólo dí un largo suspiro.

—Adrien tú eres un guardia de un prostíbulo en restauración, yo voy ahí ¿crees que soy buena?.—le pregunté con sarcasmo.

—¿Te valoras tan poco?

Negué con la cabeza.

—¡Para nada!.—encogí los hombros.—Ustedes son los que me llevan allí yo no.

—Estamos a punto de aterrizar.—soltó un suspiro.—Ve a sentarte y abróchate el cinturón.

¡Oblígame perro! fue lo que pensé para mis adentros pero al final lo terminé haciendo así que el perro me obligó.

Pasaron los minutos y el yet ya estaba aterrizando, mientras tanto jugaba con mis pies de forma traviesa, a pocos segundos después de llegar a tierra firme la puerta se abrió, varias personas entraron y sacaron las maletas,

Ambos nos levantamos de un sólo movimiento, como lo inquieta que era fui la primera en bajar las escaleras, en el momento que levanté la mirada sentí que la mandíbula podía estar a punto de rozar el piso.

Este sitio era fantástico, y sólo lo decía por su estructura y decoración porque para los buenos aportes a la humanidad no había nada bueno, el sitio era como la escuela de magia y hechicería perteneciente al universo de  Harry Potter.

—¡Oh por Dios! ¿Estoy en Hogwarts?.—exclamé anonada el gigantesco edificio era inmenso y su arquitectura inspiraba a una época clásica, era simple pero elegante.—¿Dónde está mi túnica y mi varita?

—Muy graciosa.—gruñó el Agreste con sarcasmo, rodó los ojos al ver mi antipática actitud.

Caminamos escoltados hasta la entrada, yo dirigía mi vista a todo lo que podía contemplar. Adrien sacó de un manojo de llaves, buscó por unos largos segundos hasta que al fin encontró la indicada, después la puerta se abrió.

Mis ojos se regocijaron con la hermosura de la habitación, las paredes estaban pintadas de un pálido color hueso, más allá se encontraban las escaleras donde daban en dos direcciones: izquierda y derecha. Y si me detenía observar arriba había un precioso candelabro de cristal, el suelo que pisaba eran lozas de mármol color marrón oscuro.

—¡Bulbasaur, yo te elijo!.—dije exaltada.

—Eso es pokémon, inteligente.—opinó.

—Tienes razón, me refería a Voldemort.—corregí mi error con indiferencia.

—Estás más que loca.—río por lo bajo, al darse cuenta que aquellos sujetos lo miraban tosió con falsedad.—Señores lleven las maletas de la señorita a su habitación al igual que mis pertenencias a mi dormitorio.

En el momento en que ellos se fueron aproveché para sacarle canas verdes al Agreste.

—Oye, picarón, ¿te cruzas a las camas de las chicas en las noches?.—inferí con perversión, hinqué sus costillas de una forma agradable, él sólo frunció el ceño.

Smoke Girl [Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora