[10]

1.1K 104 54
                                    

Al llegar a aquel restaurante lujoso nos sentamos en una mesa y comenzamos ordenas toda clase de comida a nuestro antojo. Él al verme ansiosa alzó una ceja. 

—Haremos una escena.—al oírme ladeó la cabeza confundido.—La gente ama este tipo de cosas, ellos se divierten nosotros también. Sólo sígueme la corriente, y por nada se te ocurra decir algo racional.

—¿O sea que tengo que decir puras incoherencias?.—preguntó indignada.

Creo que si él no me lo decía hubiera quedado en la ignorancia, pensé con sarcasmo.

—Y yo que estaba empezando a creer que eras retrasado.—me burlé del blondo, él arrugó el entrecejo.

—Tonta.—musitó, apreté los puños enfadada.—Cálmate o ¿ya comienza la escena?

No era idiota para quedar con el estómago vacío necesitaba la comida para ser feliz. Como si hubieran leído mis pensamientos un joven mesero de cabello castaño con los mechones alborotados y ojos celestes apareció.

Por un momento le tuve envidia, él parecía a una chica debido a su pequeña cintura y su gran trasero además que sus facciones eran demasiado finas. Ojalá viniera un sexy alpha y lo hiciera suyo.

Cuando Adrien se dio cuenta de mi vista hacia el chico que se encontraba al lado de un adolescente de cabellos azabaches que lo abrazaba por el hombro miró mal al sujeto. Tosió con falsedad.

Ni shippear dejan la gente  de hoy en día.

Después de unos minutos llegó el almuerzo, sin pensarlo en un segundo devoré a la comida como si de Agreste se tratase. Al terminar acaricié mi vientre adolorida.

—La cuenta me saldrá cara, tragaste como un cerdo.—suspiró cansado.

Sin dudarlo hice un comentario que hizo que sus ojos casi salieran, obvio que lo frase era que no pagaríamos la cuenta.

—¡Mario Antonio Adriano Valentín, eres un insensato! .—sorprendido él me miró al ver que alcé la voz, le guiñé el ojo.—¿¡Cómo pudiste engañarme con esa zorra!?

Estaba seguro de que se arrepentiría de esto, pero hacer algo malo de vez en cuando te da una sensación de emoción y adrenalina, estoy segura que al de mirada verdosa necesitaba aquello.

Crucé los brazos en busca de una respuesta.

— ¡Tú te acostaste con el lechero!.—gritó fingiendo molestia.

—¡Producía más leche que tú!.—contraataqué, al oírme el público quedó con la boca abierta.

—¿Y qué? ¿También le pegaste el VIH?.—exclamó, le grité algunos comentarios que supuestamente lo enfurecieron.—Al menos báñate.

  —Mira quién lo dice, él que tiene relaciones con nuestra pobre mascota.

—¡No metas a nuestra cerdita en esto!.—joder, si esto seguía así moriría de la maldita risa.

—El que se lo mete eres tú no yo.

Inmediatamente después del escándalo un mesero se acercó a nosotros a pedir que nos retiráramos.

—Es este, ¿cierto?.—preguntó indignado.—¿Con este me pones los cuernos?

Fingí hacerme la ofendida.  

—Por favor, la de este ni me roza.—él exclamó que iba irse.—Vete con la verdulera.

—Al menos ella me da lo que tú no me das.

El hombre volvió a pedirnos que nos fuéramos,  sin quejarnos estuvimos dispuesto a largarnos del lugar hasta que el sujeto se dio cuenta y nos intentó detener.

Smoke Girl [Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora