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Moría por correr donde estaba ella, rodearla entre mis brazos y posar mis labios sobre los suyos, tenerla por siempre a mi lado, por desgracia ella no sentía lo mismo. Sabía que no valía la pena intentarlo porque ella nunca toma nada enserio.

Esos pensamientos estuvieron invadiendo mi mente mientras el agua temperada caía sobre mi piel ligeramente bronceada y enjabonaba mi cuerpo, al terminar de ducharme salí del baño ya vestido dispuesto a comer.

Al entrar la encontré comiendo unas papas fritas, si ella supiera que ese alimento reduce tu salud y tiempo de vida, y no lo decía yo era  la ciencia.

—¿Qué haremos ahora?.—preguntó con indiferencia.

—Lo que tu quieras.—respondí de forma seria, ella asintió y se marchó a la habitación.

Después de que se fuera comencé en preparar una comida decente llena de vitaminas y todo ese tipo de nutrientes que quiere que consuma mamá, siempre quiere verme sano así que sigo una dieta muy estricta.

Al terminar de hacer el spaghetti comencé a comerlo de forma voraz, estaba muriendo de hambre, a los minutos ella apareció cubierta apenas con su ropa interior inferior. Mis ojos se abrieron asombrados.

Tranquilo, Adrien, debes pensar en la biblia. Recuerda los salmos, las misas y las advertencias del padre.

Joder, no sé si estaba así por la inmoralidad que estaba haciendo al observarla o porque su silueta era símbolo de perfección, cada curva me estaba hipnotizando y si seguía así terminaría cometiendo pecado.

Ella se acostó sobre la mesa en la que estaba e inmediatamente comenzó  esparcir el sirope de chocolate sobre su níveo y femenino cuerpo con suavidad y sensualidad.

—No hagas eso.—chillé avergonzado como una chica al ver a alguien desnudo, alzó una ceja en símbolo de diversión.—¡Vístete, es una orden!.—la azabache negó.—¿Por qué lo haces?

—Porque quiero, porque puedo y porque se me apetece.—comentó con una maliciosa sonrisa en los labios.

Me levanté de la mesa con mis mejillas ardiendo, recordándola desnuda y sobre todo un gran personaje estaba apareciendo por abajo.

¡Dolía!

Entré a mi dormitorio agitado, me tiré a la cama con la boca abajo tratando de mantener la calma. Debía desvanecer mis pensamientos impuros. Cuando estaba por calmarme completamente ella entró con una pequeña paleta mientras movía su pequeña lengua alrededor de esta.

Sin pensarlo se sentó a la par mía, daba lamidas tentadoras que me dejaban aturdido, era un maldito castigo tan tentador.

—¿Te gusta provocar a los hombres?.—ella negó riéndose de mí.—¿Entonces?

—Sólo a ti, te pones demasiado gracioso.—fruncí el ceño ante sus palabras, pues discúlpeme señorita Cheng que yo no estoy acostumbrado a escuchar tantas morbosidades.—Lo es, bueno mejor me iré a visitar a los vecinos.

—No puedes salir.—exclamé antes que se marchara.—No podrás salir hasta que te recuperes además ya es tarde, ve a dormir.

—Lo que debes mandar a dormir es lo que tienes allá abajo que lo tienes más despierto y con más ganas de festejar que yo.—contraatacó con sequedad, le dio una rápida mirada a mi entrepierna.

—No causas nada en mí.—contesté seguro de mí mismo, ella frunció el ceño.

Ladeó la cabeza de manera divertida, como si fuera una chica descontrolada se lanzó sobre mí, tirándome a la cama. Merodeaba por mis labios y sus pequeñas manos rozaban mi pantalón.

Smoke Girl [Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora