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Empecé a patear y golpear la puerta como una desquiciada, decir que estaba furiosa se quedaba corto, tenía sed de venganza por si decirlo. Por culpa de la "inocente" de Tikki me encontraba encerrada en el sótano por órdenes de mi madre.

Y lo de Adrien, bueno no lo veo hace tres meses después de que el doctor me revisara sólo se trataba que había bebido mucho además de la droga logré desnudarme sola, suerte que nadie me había tocado.

¿Cómo llegué aquí?

Digamos que casi mato a Tikki porque se me dieron ganas de ahorcarla, me sentía molesta después de todo lo que había pasado en los últimos meses. Todo era su culpa, o al menos es lo que yo pensaba.

Aunque siendo sincera la tipa nunca me cayó bien, era demasiado molesta cuando se trataba de decirme lo correcto.

Le debía hacer recordar que yo no era ningún Pinocho y ella Pepe grillo.

Gritaba sin control por unas horas pero nada pasaba y ya empezaba a cansarme no pude hacer nada más que rendirme, lloré debido a la situación. Hacía frío y tenía mucha hambre, al parecer me estaba alimentando con mis propias lágrimas.

Oí como la puerta ase abrió, levanté la cabeza y en mi campo de vista se encontraba mi padre con una mirada furiosa.

—Sal.—me ordenó, como buena niña que era lo obedecí, iba a decir algo pero me mandó a callar.—No hables es medianoche, has de tener hambre ¿no?

Asentí con la cabeza de forma lenta, estaba segura que estaba hecha un desastre debido a el llanto, tal vez hasta tendría mocos por todo el rostro.

Desagradable pero a la mayoría les pasa.

—Ve a la cocina y come algo.—susurró mi padre, como una cría de cuatro años corrí hacia la cocina con prisa.

Cuando llegué encontré a otra criada que no era Tikki, suerte para mí porque juraba que le sacaba los ojos a esa tipa. Vi a una mujer de cabellos azules cortos, ojos miel y tez morena.

—¿Hazme un sandwich?.—le ordené a la criada con seriedad.

Al mirarme la femenina tragó en seco por el miedo que tenía hizo el pedido con rapidez evitando plática o contacto visual, la verdad es que no me importaba.  En el instante que terminó me acercó la comida con un vaso de leche.

—¡Maldita sea! ¡No quiero leche!.—gruñí molesta.

La chica sudó frío.

—¿Entonces qué quiere?.—tartamudeó con nerviosismo.

Mirarla de esa forma me dieron unas increíbles ganas de soltar una carcajada.

—Sólo estoy bromeando.—reí sin una pizca de malicia.—Me divierte ver como te mueres de miedo.

Mordí mi sandwich con ganas después de comentar aquello, la verdad es que me estaba muriendo de hambre.

La comida es vida, amor, necesaria y perfecta.

—Vaya que eres mala.—escuché una sexy voz masculina.—Pensé que tus padres exageraban.

Giré mi cuerpo y antes mis ojos apareció un chico guapo de tez morena, lucía elegante y coqueto con su pequeña sonrisa ladeada dejando a la vista un pequeño hoyuelo en su pómulo izquierdo, tenía ojos color avellana y usaba lentes.

¡Es el día del plátano, Canelita!

Abrí la boca como cuando ves a tu ex besando a otra, sí triste pero a veces es cierto, debido a la sorpresa boté algunas migajas de pan causando que me atragantara.

Smoke Girl [Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora