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—¿Qué sientes por mí?.—preguntó con duda el blondo.

¿Y toda se atrevía a cuestionar mis sentimientos por él? Joder, lo amaba mucho y todos lo sabíamos.

Es decir, a nadie le había entregado lo más importante para mí, y eso era el control de la situación, era la única persona que me hacía enojar y al mismo tiempo quería con todo el corazón. Si yo fuera un hombre me encargaría de darle y no consejos.

—¿Esto te lo explica?.—deposité un pequeño beso sus labios, él me sonrió.—Tengo frío, entremos y abrázame.

Lo último en lugar de sonar como una orden fue como oír el pedido de una niña caprichosa, él cumplió con lo que le había dicho

—Odio que seas más alto que yo.—confesé haciendo un puchero, oí una risa temerosa de parte del rubio.

—Sería más tétrico que tú fueras más alta que yo.—no respondí con sarcasmo a su comentario y sólo me lo quedé mirando.—¿Qué pasa por tu mente cuando me miras?

¿Le digo la verdad? ¿O me quedo con mis pensamientos impuros en mi cabeza?

—A ti desnudo.—reí para bajar mi mano hasta su trasero y apretarlo con ganas, él dio un pequeño brinco ante mi acción.—Es broma, verás siento un revoltijo de emociones cuando estoy a tu lado desde felicidad, nostalgia y ansiedad. Es como ver un chocolate en medio de una fiesta de gelatina.

—¿Soy un chocolate?

Uno muy delicioso.

—Obviamente, yo soy el fuego y tú eres el chocolate, ambos podríamos hacer una taza de ese sabor tan delicioso que a la mayoría de personas como yo le encanta.—le coqueteé de la forma más extraña que había hecho con alguien.

—¿Lo dices por qué estás muriéndote de frío, verdad?.—alzó una ceja en busca de una respuesta.

Quise soltar una enorme carcajada, me pongo romántica y Adrien se fresea.

Bajamos a la cocina en completo sigilo, agarramos una cacerola y vertimos la leche con la vainilla, el blondo echó un trozo de chocolate. 

—¿Recuerdas la primera vez que estuvimos en la cocina?.—le pregunté divertida.—Cuando me seguías a todos lados porque tenías miedo que me fugara.

—Ahora doy mi brazo a torcer porque tú eres la que no se quiere despegar.—bromeó.

—No me hagas meter el mango del cuchillo en lo más angosto que tengas.—le sonreí de forma inocente.

Él tomo un trozo de el delicioso manjar que estábamos preparando y lo introdujo en mi boca.

—Eres más dulce que este chocolate.—rió, yo contesté que amaba al chocolate.—¿Lo amas más que a mí?

Le sonreí con picardía y toqué su nariz con diversión.

—Nada es más dulce que tú.—respondí, obviamente eso sonaba tan cursi.

—Se te evapora la leche.—informó mirándome a los ojos.

Solté una pequeña risa.

—Luego dices que yo soy la vulgar.—volteé a verlo.

Un adorable sonrojo apareció por las mejillas tan bonitas que poseía Adrien, me daban tantas ganas de apretujarlas con suavidad hasta que estas quedaran tan rojas como un tomate. Ok, estaba sonando como una abuela.

—Eres increíble.

—Lo sé.—presumí haciendo reverencias de agradecimientos.—Enseño todos los fines de semana, no cobro mucho.

Smoke Girl [Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora