CAPÍTULO 1

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—¡Vamos! ¡Avancen! —exclamó exasperada, tocando la bocina de su auto.

Hacía mas de cuarenta minutos estaba atascada en el tráfico, y lo único que quería, era regresar a su casa. Luego de una horrible jornada laboral, y discutir con su compañera Lucía, Narel cargaba con un humor del diablo.

—Malditos incompetentes —masculló con rabia, sólo avanzando un par de metros, en la larga fila de autos.

Miró hacia una de las veredas, y observó sin mucha importancia las tiendas, las personas que compraban, unos tipos golpeando a otro en el suelo...

Desvió la vista una vez más hacia esos tipos, y eran cuatro, golpeando sin ningún tipo de consideración, a un muchacho que no podía defenderse. En otro momento no se hubiera metido, no era muy apática con las personas, pero la rabia que tenía en su interior, fue suficiente para impulsarla a salir del auto, y dirigirse a esos matones.

—¡Ey! ¿Qué hacen? ¡Suéltenlo!

Uno de los tipos se alejó del muchacho que estaba en el suelo, y la miró con sorna.

—¿Qué quieres, zorra? Lárgate.

—¿Zorra? —pronunció con el ceño fruncido, apretando los dientes—. Tienen diez segundos para irse de aquí.

—¿Pero quien te crees que eres para ordenarnos algo? nosotros-

—¿Quién me creo? Narel Evans —lo interrumpió—. Jefa del ministerio de justicia y derechos humanos.

—¿Quién? —inquirió desconcertado.

La mujer rodó los ojos, con fastidio.

—¿Hay algún problema, señorita? —preguntó un oficial acercándose a ella—. ¿La están molestando?

—Sí, de hecho sí, me están molestando ¿podría hacer algo? —le dijo con el ceño fruncido—. Siendo que nuestra ciudad es turística, y su principal ingreso se debe a nuestros visitantes, ¿le parece correcto que éste tipo de... "Señores", merodean por las calles así?

—No, por supuesto que no.

—Exacto.

El oficial observó a los cuatro muchachos, y uno de ellos chasqueó la lengua, haciéndole una seña con su cabeza a sus amigos, para irse.

En cuanto se alejaron, Narel observó al oficial, sonriendo suavemente.

—No sabía que estabas trabajando por ésta zona, Johan.

—Y yo que iba a encontrarte por aquí —sonrió el muchacho—. ¿Estás loca? ¿Por qué enfrentaste a esos tipos?

Con aquella pregunta, recordó al chico que estaban golpeando. Miró hacia el suelo, y él ya no estaba allí. Se había levantando, y estaba apoyado su espalda contra una pared, sentando.

Se acercó a él, y se puso de cuclillas, para poder observarlo mejor.

—Oye ¿Te encuentras bien?

—Sí —gruñó, en un tono profundo, gutural.

Narel abrió sus ojos curiosa, no era posible que fuera una Bestia, ellos habían sido exiliados de su ciudad, ya que no eran una buena imagen para la misma. Y éste muchacho, ni tenía las orejas como ellos.

Johan se acercó a Narel, y observó con el ceño fruncido al joven que estaba sentando en el suelo, mirando hacia abajo.

—Bestia ¿qué haces aquí? ¿No recuerdas lo que te dije la otra noche? Largo, no son bienvenidos en nuestra ciudad.

—Ey, sé más-

La voz de ella se vio opacada, debido al toque de bocinas incesantes. La fila comenzaba a avanzar, y el auto de Narel estaba detenido.

—Demonios —pronunció con molestia—. Ven.

—¿Qué? —exclamó el oficial—. ¿Hablas en serio? ¿Piensa llevarte a esta Bestia?

—Sé más amable ¿okay? Y sí, pienso llevar a éste muchacho a un centro de salud, se nota que no está bien. ¿Puedes levantarte?

Él no respondió, y ella lo tomó del rostro, comprando que estaba con los ojos cerrados, y no respondía ante su tacto.

—Creo que se desmayó.

—Déjalo aquí, seguridad social luego lo llevará a su asentamiento.

—No lo dejaré aquí, ayúdame a llevarlo a mi auto.

—Narel, esto no es una buena idea.

—Sé lo que hago —pronunció con dificultad, tomándolo por debajo de los brazos—. A-Ayúdame.

El oficial suspiró, y no muy convencido, la ayudó a llevarlo hasta su auto, colocándolo en el asiento trasero.

—Escucha, llévalo al centro de salud, y luego líberal por ahí. Estos tipos son peligrosos.

—Sé lo que hago, gracias Joha —pronunció la castaña, subiendo a su auto.

***

Suspiró, antes de tomar un sorbo de café, esperando en la sala de espera, a que terminaran de atender al muchacho.

"¿Ya soltaste a la bestia?"

"No, no solté a ninguna bestia, Joha. No seas pesado" le escribió con fastidio, guardando su celular una vez más.

—Señorita Evans.

Se levantó al ver que el médico la llamaba. Había estado una hora entera buscando un médico que quisiera atender a la Bestia, ya que ningún centro de salud había querido aceptarlo en sus instalaciones.

—¿Cómo está él?

—Ninguna de sus lesiones son graves, sólo perdió la consciencia por los golpes. Ya está estabilizado.

—¿Seguro? —le inquirió con desconfianza.

Sabía que la atención que brindaban los médicos, a las Bestias, era muy básica.

—Así es.

—¿Le ha hecho alguna radiografía para ver sus huesos? ¿Tomografía para ver su estado interno?

—Señorita Evans, nosotros-

—Eso imaginé —bufó tomando su cartera—. Mínimo, háganle una revisión completa —le dijo entregándole su tarjeta de crédito y credencial.

—¿Está segura que quiere pagar por eso?

—Sí, y si se apuran, se los voy a agradecer, tengo cosas que hacer.

—De acuerdo, haré los pedidos, puede pasar a verlo si lo desea.

La castaña entró al consultorio, y observó al muchacho. Estaba sentado en el borde de la camilla, mirando hacia abajo.

—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?

—¿Por qué lo hiciste?

—¿Ayudarte?

—Sí ¿por qué lo hiciste?

Al levantar los ojos, Narel pudo observar que tenía ojos azules, y si no fuera por la marca que tenía al costado de su cuello, ni sabría que se trataba de una Bestia. Él lucía como un humano.

—Te estaban golpeando, no importa si eres humano, o Bestia, de todos modo hubiera interferido.

—¿Y ahora qué me pedirá a cambio? —gruñó con molestia.

—Nada.

—Ustedes jamás hacen algo sin pedir algo a cambio.

—Bueno, yo no soy así. No me hace falta nada —le dijo con molestia.

Encima que lo defendía, el tipo tenía el descaro de ser quien se ofendía.

...

Amo esta historia ♥️ (como todas las de Bestias)

DariemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora