CAPÍTULO 2

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—¿En dónde vives?

—En el basural.

—¿Tienes familia?

—Nosotros todos somos familia.

—¿Qué hacías en la ciudad? —le preguntó Narel, mientras conducía.

—Sabemos que están en época de vacaciones, y que muchos turistas vienen a visitar la ciudad... Sólo buscaba comida.

La castaña negó con la cabeza, con pesar.

—¿Cuántos son en tu asentamiento?

—Somos muchas familias.

Condujo hasta un par de cuadras del basural, y detuvo el auto, mirando con el ceño fruncido aquel lugar. Era tan insalubre, nadie debería vivir allí.

Habían muchas casitas precarias, hechas con algunos bloques de madera, mantas viejas, chapas, y todo aquello que podrían usar para construir un refugio.

—Gracias —le dijo bajándose del auto.

—Espera, no me has dicho tu nombre.

—Dariem.

-o-o-o-o-

—¿Qué te pasa? Estás muy distraída.

—Ayer me encontré con una Bestia, hacía mucho no veía a uno.

—¿Te hizo algo? —le preguntó preocupada su amiga—. ¿Te robó?

—No —Pronunció con el ceño fruncido—. Claro que no, él no fue muy amable, pero tampoco tuvo la intención de hacerme daño.

—¿Dónde lo viste? —inquirió mientras mezclaba su bebida, mirándola curiosa—. Una vez me topé con uno, muy atractivo por cierto. Necesitaba unos billetes, y pues, se los di a cambio de unos "favores" —sonrió divertida.

—Camille —le dijo molesta.

—Pero es la verdad, estaba muy bueno, y follan, no te imaginas como —rio—. Son bestias en todo sentido.

—La prostitución está penada, y lo sabes.

—No exageres, Narel, digamos que sólo lo recompensé por su buen desempeño en la cama, y ya.

—¿Y como era él?

—Rubio, alto, musculoso —sonrió al recordarlo—. Y tenía unas orejitas de gato muy tiernas. En serio, después me arrepentí, porque fue como hacerlo con un animal.

—No son animales.

—Tienen orejas de gatos, ojos de gatos, algunos colas, gruñen, ronronean ¿y dices que no son animales?

—Tienen características especiales.

—Ajá, en fin ¿dónde lo encontraste?

—Unos hijos de putas lo estaban golpeando, se podría haber defendido fácilmente. Pero supongo que no lo hizo, para no tener problemas.

—¿Y cómo era?

—Él realmente no parecía una Bestia. Era alto, cabello oscuro, ojos azules...

—¿Estaba bueno?

—Quizás abajo de toda esa mugre y maraña de pelos, sí, había un tipo atractivo.

—¿Y tenía orejas de gato? Dicen que cuando se las acaricias, ellos ronronean —sonrió.

—No, él no tenía orejas de gato.

—Que extraño.

—Sí. Lo llevé hasta donde vivía, en el basural. Son lamentables las condiciones de vida que tienen.

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