CAPÍTULO 28

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—Es una sorpresa —pronunció con una gran sonrisa, casi haciendo malabares para que no se le cayera nada de las manos, al intentar abrir la puerta—. Cami, te llamo en un ratito, tengo muchas bolsas.

Cortó la llamada, y dejó las bolsas en el suelo, buscando las llaves de su casa. Había salido a comprarle más a cosas a su bebé, ahora que finalmente sabía lo que era. Y aquella noche, se lo contaría a Camille y Onías, que irían a cenar.

Los padrinos no podían perderse tan enorme sorpresa.

Abrió la puerta, y entró todo con cuidado. A veces Narel creía tener un serio problema con las compras, especialmente cuando compraba para alguien más.

—Ah, yo también tengo hambre —suspiró con una suave sonrisa, tocando su vientre, al sentir a su pequeño moverse.

Terminó por colocarle las trabas a la puerta, y se fue directo a la cocina, a prepararse algo para comer. Pero al abrir el refrigerador, notó que aún le quedaba restos del almuerzo. Por lo que tomó una pata de pollo, y se fue a la sala, dispuesta a relajarse un rato.

—Mucha carne, eso fue lo que dijo la doctora. Y creo que a ti te encanta —rio bajo, acariciando su panza, sintiendo mejor como se movía.

Estaba por encender la televisión, cuando el mando casi se le cae de la mano, al ver salir de su habitación a Dariem.

Había olvidado cerrar la ventana, y es que después de que él desapareciera sin dejar rastro alguno, por más de un mes, no creyó que regresaría.

—¿Qué demonios haces aquí? A ver cuanto te quitas esa maldita costumbre de entrar a mi casa, mientras no estoy —le dijo molesta.

—Lo siento, no sabía... Si ibas a querer abrirme.

—Lo hubieras comprobado golpeando la puerta. ¿Qué quieres?

—Hablar contigo.

—Yo no tengo ganas de hablar contigo, Dariem. Y si has venido por Luna, entonces dime en que momento no estás para ir a verla.

—Estoy arrepentido, se que me equivoqué, que tuve miedo... Fue algo muy fuerte, yo no lo esperaba, Narel, jamás creí que nosotros pasaríamos por algo así.

—¿Acaso crees que yo sí? Porque te aseguro que olvidarme la maldita inyección, no fue intencional.

—Lo sé, ya te dije que no te culpo por eso, ambos somos responsables del bebé.

—Tú te desligaste de eso hace más de un mes atrás.

La miró con culpa, afligido, y luego bajó la cabeza, respirando profundo.

—No debería contarte esto, pero quizás me entiendas.

—¿Qué cosa?

—He vivido toda la mi vida enamorado de una única mujer. La conocí desde que éramos niños, muy pequeños, de la edad de Luna. Yo llegué al basurero siendo un niño, jamás conocí a mis verdaderos padres, pero supongo que alguno de los dos era humano, ya que no tengo orejas como el resto de las bestias.

—¿Quién te llevo al basurero? —le inquirió con confusión.

—Un tipo, luego de encontrarme buscando entre su basura algo para comer. No sé quien me habrá cuidado de bebé, si fueron mis padres o no. Sólo tengo recuerdos de ser un niño pequeño en la calle, sólo... Buscando que comer.

—Dariem —Pronunció con pesar.

—Cuando llegué al basurero, me hice amigo de Venus, ella siempre se preocupaba por mi, y ambos buscábamos comida juntos, ropa, juguetes... Soñábamos con algún día salir de allí, y tener una vida como la de los humanos —recordó con tristeza—. Ella tenía unos ojos hermosos, jamás vi unos iguales.

DariemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora