CAPÍTULO 7

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Suspiró, mientras le daba una mordida a una papa, y luego tomaba su celular, al ver que éste estaba sonando.

—Hola ma —pronunció sin ganas, mirando la televisión.

Estaba semi acostada en el sofá de su casa, y luego del agotador día que había tenido por la inauguración, había optado por comprar comida rápida. No era de su agrado, pero estaba tan cansada, que era lo más accesible.

—¿Por qué? Porque alguien debía hacerlo mamá, ya es momento que la ciudad despierte, el país, el mundo entero. Es momento de que cambien las leyes, y éstas personas sean consideradas como tal.

"—Son bestias, hija. Tu padre casi se muere cuando vio que eras tú, quien estaba encabezando toda ésta revuelta. ¿Qué pensarán nuestros vecinos? ¿Nuestros amigos? Narel, debes parar con esto."

—Lo lamento, pero no lo haré —pronunció con el ceño fruncido.

"—Hijita ¿Qué es lo que pasa contigo? Jamás fuiste muy atenta con las personas, mucho menos con los animales. ¿Alguien te está obligando a esto? ¿Te están amenazando? Dímelo mi amor, sin miedo."

—No, ma —rodó los ojos, tomando una botella de agua—. Nadie me está amenazando. Hago esto porque es parte de mi trabajo. Y aunque no pueda mejorar la calidad de vida de todos los que viven en este maldito mundo, al menos los que viven en mi ciudad, ya tienen un mejor lugar para  vivir. Y no pararé, hasta que salga el proyecto.

"—Narel, por Dios ¿Qué te han hecho?"

—Cuando termines con tu reacción dramática, llámame. Me iré a dormir, estoy muy cansada. Buenas noches, ma —le dijo cortando la llamada.

Arrojó el celular en alguna parte del sofá, entre los almohadones, y cerró los ojos, relajándose.

Sabía que su familia estaría en desacuerdo, después de todo, eran de mente cerrada, pensamientos muy básicos, como la familia de Camille.

No era de extrañarse que fueron amigos.

Sintió que una gran sombra le tapaba la luz del televisor, y abrió sus ojos rápidamente, asustada.

—¿Q-Qué demonios haces aquí? —preguntó desconcertada, al ver a ese tipo parado junto al sofá.

—Quería saber donde vivías —pronunció con simpleza, observando la sala.

—¿Cómo me encontraste? ¿Me seguiste? ¿Cómo entraste a mi casa?

—Por la ventana.

—¿Por la ventana? ¿Sólo eso me dirás? —le dijo sentándose.

—Ajá.

Continuó caminando, dirigiéndose hacia la cocina, y Narel rápidamente lo siguió.

—¿Qué haces?

—Quiero conocer tu casa, tú conoces donde yo vivo, me parece lo más justo.

—Sí, pero-

—Me dijeron que debía confiar en ti —la interrumpió—. Así que quiero ver dónde vives, que haces, con quien hablas.

—Esto es invasión a la privacidad.

—Llámalo como quieras —pronunció saliendo de la cocina, siguiendo caminando hacia un pasillo.

Entró al baño, y lo miró desinteresado, detrás de él estaba Narel, mirándolo con el ceño fruncido.

—¿Qué más quieres ver? ¿Mi habitación? Adelante, es la puerta de en frente —le dijo molesta, abriendo la puerta.

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