Lo escucharon llorar, de esa forma tan aguda y chillona, y ambos sonrieron emocionados, Narel por su parte llorando, de la ilusión de haber dado a luz a su pequeño.
—Te amo —le dijo Dariem besándola—. Te amo hermosa, lo hiciste bien, muy bien —pronunció entre besos cortos.
La doctora limpió al bebé, y lo envolvió en una manta, acercándolo a ellos.
—Aquí está su varoncito, felicidades papás —sonrió.
—Hola hijito —lloró la joven madre, besando su frente—. Ya no llores amor, mami está aquí.
Dariem observó al niño, luego a Narel, y sintió que su cuerpo no soportaría tanta emoción. Jamás se había sentido tan completo, Narel se había convertido en el complemento perfecto para su vida.
***
—Yo quiero conocer a mi hermanito —se quejó Luna, inflando sus mejillas—. No es justo.
—Es que el bebé es muy pequeñito aún para que lo veas —sonrió Onías.
—Pero todos lo vieron ya ¿por qué yo no?
—Hagamos un trato, yo hablaré con una de las enfermeras, intentaré convencerla ¿de acuerdo? Pero tú debes hacer lo que ella nos diga ¿Okay?
—Sí —sonrió emocionada.
—Bien, quédate aquí con Cami, vuelvo en un momento. Hazle caso, y quédate aquí sentada.
El rubio se fue hasta las enfermeras, y Luna observó curiosa a Camille.
—¿Eres de nuevo la novia de Onías?
—¿De nuevo? —preguntó curiosa.
—Es que pensé que Zury era la nueva novia.
—¿Zury? ¿Quién es Zury? —le inquirió mirando a Onías, quien hablaba y le sonreía a una enfermera.
—La amiga de Onías —pronunció con inocencia la niña.
El muchacho se acercó a ellas con una gran sonrisa.
—Escucha pequeña, sólo puedes entrar a verlo, y sales. No puedes cargarlo, ni tocarlo, ni besarlo ¿de acuerdo? Y tampoco puedes hablar alto.
—Sí —asintió con la cabeza, bajando del asiento, tomando la mano de Onías.
—Amor, vuelvo en un momento —sonrió el rubio—. ¿Me esperas?
—Por supuesto, tenemos que hablar.
Onías la miró confundido, sin lograr entender porque ella lucía molesta. ¿Qué había hecho mal?
Dejó sus dudas de lado, y tomó en brazos a Luna, caminando con ella hasta la habitación donde tenían a Narel. Abrió suavemente la puerta, y sonrió al ver a ambos padres.
—Permiso, hay una pequeña revoltosa que ya no se aguanta esperar para conocer a su hermanito —sonrió.
—Ven hija —le dijo Dariem con una suave sonrisa.
Onías la bajó, y la morena se acercó rápidamente a Dariem, ansiosa por ver al bebé, que estaba siendo acunado por los brazos de Narel.
—Hola hermosa —sonrió la joven madre—. Que bueno que te hayan dejado entrar.
—¿Puedo verlo? —preguntó impaciente, haciendo reír a los adultos.
Narel acercó con cuidado el bebé a Luna, y la niña observó curiosa al pequeño. Cabello negro sobre su cabecita, piel en un tono tostado como el de su padre, y orejas de humano.
—¿Qué te parece? —se animó a preguntar el muchacho.
—Está arrugado.
Dariem no pudo contenerse, y rio divertido, besando la cabeza de su hija.
—¿Por qué está arrugado? —le preguntó confundida, mirando a Narel, ignorando la diversión de su padre.
—Porque nació hace muy poquito, y algunos bebés recién nacidos, tienen la piel arrugada. Pero no te preocupes, mañana se verá mucho mejor —sonrió la castaña.
—¿Y cómo son sus ojitos?
—Aún no lo sabemos, no los ha abierto —sonrió Dariem—. Es un dormilón como tú.
—¿Y cómo se llama?
Onías observó con una cálida sonrisa a la familia de su amigo, y decidió darles la privacidad que se merecían, saliendo de la habitación.
Se acercó hasta Camille, y se sentó a su lado, tomándola de una de sus manos.
—¿Por qué estás molesta? ¿Qué pasó?
—¿Quién es Zury? —le preguntó sin rodeos.
—Una amiga ¿Por qué? ¿Vino aquí? —preguntó curioso, buscándola con la mirada.
—¿Estuviste con ella cuándo nos separamos? Dime la verdad, Onías.
—No, ella es una amiga.
—No me mientas —le dijo con lágrimas en los ojos—. E-Estuviste con esa mujer... Mientras yo lloraba por ti, tú te acostabas con cualquiera.
—Claro que no, Zury es una amiga. Y yo te amo Camille, jamás hubiese tenido sexo con ella. Es sólo una amiga.
—N-No me mientas.
—No lo estoy haciendo —le dijo serio—. Y deberías creerme, yo lo hice cuando tú me dijiste que no estuviste con tu "amigo".
Se mordió el labio inferior, derramando varias lágrimas.
—F-Fue diferente.
—Sí, porque estabas ebria —le dijo soltándole la mano—. Iré a buscar a Luna, creo que ya pasó mucho tiempo.
—Onías.
El muchacho no respondió, simplemente se fue hasta la habitación de Narel. Recordar aquello, no le hacía bien.
***
"—¿Por qué demonios te fuiste? ¿Dónde estás?"
—A salvo de ti —le dijo limándose las uñas, en un tono tranquilo—. ¿Qué quieres?
"—Huiste debiéndome quince mil dólares, Venus. O me devuelves el dinero, o la pasarás muy mal cuando te encuentre."
—¿Encontrarme? Pero si no estoy escondida, corazón —sonrió divertida—. Pero, estoy muy bien custodiada. No te conviene venir por mi.
"—Ruega a Dios que no lo haga, porque te venderé al peor hijo de puta —masculló con rabia."
—Besitos amor —le dijo desinteresada, cortando la llamada.
Arrojó su celular en alguna parte de su cama, y tomó un esmalte de uñas color fucsia. No le interesaba en lo más mínimo lo que dijera ese tipo.
En el asentamiento, ningún hombre humano podía ingresar sin permiso. Sus propios machos custodiaban las puertas, y serían capaces de destruir a cualquier humano que se atreviera a sobrepasar los límites.
Y vaya que habían cambiado en ese año de liberación. Se habían puesto fuertes, musculosos... La libertad les había asentado muy bien.
Pero ninguno se comparaba a Dariem. Él era único, él era especial, y ella no se daría por vencida. Lo recuperaría a como diera lugar.
Salió de la cama, y se observó en el gran espejo de su habitación. No era muy alta, pero tenía unas bien formadas piernas, busto generoso, cintura pequeña, y un trasero bien marcado y firme. Luego de huir del basural, se había ocupado mucho de su imagen.
Después de todo, era su cuerpo el que le daba de comer... Y diferentes beneficios con los hombres.
...
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Dariem
Science FictionLuego de que Narel defendiera a un muchacho, de la golpiza que le estaban propinando unos vándalos, descubre que se trata de una Bestia, una raza de humanos híbridos, que ha sido exportada y comercializada, como esclavos, hace más de treinta años at...