CAPÍTULO 4

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—¡Mira, Dariem! —exclamó una pequeña morena, corriendo hacia un auto que había estacionado a varios metros de su asentamiento.

—¡Luna! —gruñó molesto, corriendo detrás de ella, tomándola rápidamente—. ¿Qué te dije de acercarte a los autos? ¿Quieres que te lleven y no volver a vernos más?

—Pero es la señorita buena —le dijo arrepentida, tirando sus orejitas hacia atrás.

Dariem dejó de ver a la niña, y miró detrás de ella, observando que era el auto de Narel, y que ella y otra chica bajaban de él.

—Hola —Saludó la castaña—. Le hemos traído unas cosas, y muy buenas noticias.

—¿Cuáles?

—La más importante de todas, hemos encontrado un lugar precioso, para construirles un verdadero asentamiento. En segundo lugar, muchas, muchas personas se han solidarizado, y les han dado muchos insumos, ropas, alimentos, medicamentos, y demás. Y en tercer lugar, en unos pocos meses podrán irse de aquí, cuando terminen el asentamiento, pero ya podemos empezar a mejorar su calidad de vida. Hemos traído muchas cosas que le serán útiles mientras tanto.

—¿Y comida rica? —preguntó la niña.

—Sí guapa, hemos traído comida rica —sonrió Camille.

—¿Escuchaste eso, Dariem? ¡Trajeron comida!

—Si quieres, podemos ir a bajarla del auto —propuso Narel.

—Sí, les avisaré para que las ayuden —le dijo girándose con la niña en brazos, para volver.

—Oye ¿por qué no me dejaste con ellas? —le inquirió curiosa Luna.

—No confío en los humanos.

***

—Nunca los había visto tan felices —pronunció emocionado Onías, observando a los niños reír, mientras elegían ropa y juguetes—. Éste día será inolvidables para ellos.

—Sí, se siente bien ayudar a otros —sonrió Camille, también mirando a los niños.

Onías giró su rostro, y la miró a ella.

—Te ves muy linda con eso que te haz hecho en el cabello.

—S-Sólo lo recogí —sonrió apenada—. Pero gracias.

Y la observó, sin saber que más decir para poder seguir hablando con ella, porque deseaba tanto pasar tiempo a su lado.

—Creo que esto te quedaría bien —sonrió Narel, entregándole una camiseta y un pantalón a una muchacha.

—Gracias —pronunció tímidamente, tomando las prendas de ropa.

—No hay de qué —sonrió—. ¿Y tú? ¿No querrás una muda de ropa también? —le preguntó a Dariem.

Era uno de los pocos que no se había acercado a ella para tomar ropa, o alimentos. Al contrario de la mayoría, el muchacho estaba serio.

—Estoy bien así.

—No seas tan orgulloso, ven.

—Sí, Dar —le dijo Luna que estaba sentada en sus muslos, comiendo un sándwich—. Esto está muy rico, ve por uno también.

Sonrió levemente mirándola a ella, y le acarició el cabello.

—Lo haré luego de que tú comas.

—Hay suficiente para todos —acotó Narel—. Además, hay más comida que pueden preparar más tarde.

—Gracias, pero así estoy bien —repitió con molestia.

DariemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora