CAPÍTULO 6

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Mucho de que los humanos eran superiores, de que ellos eran animales, bestias, y esa inútil castaña ni una maldita caja de veinte kilos podía cargar, sin encorvarse para abajo, y arrastrar los pies, como si llevara cuatro veces lo que estaba cargando.

Chasqueó la lengua molesto, y se acercó a ella, para quitarle la caja, ya que era el único hombre que estaba cerca para ayudarla.

—Y-Yo podía sola —pronunció agitada Narel, mirando molesta a Dariem.

—Claro, tú podías.

—Por supuesto que sí.

—De esa forma estúpida en la que lo estabas llevando, lo único que ibas a poder, era lastimarte la espalda.

—¿Qué sabrás tú?

—Mucho más que una mujer que se la ha pasado toda su vida encerrada en cuatro paredes. Yo a la comida no la encontraba en el refrigerador como usted, señora Evans.

—No me digas señora —pronunció molesta—. No tengo cuarenta años, no estoy casada, ni tengo hijos.

—Para mí eres señora —le dijo con simpleza, saliendo para ir a tomar otra caja.

El gran día había llegado, y finalmente todos estaban emocionados con la mudanza hacia su nuevo hogar.

Apretó sus puños con fastidio, y buscó a su amiga con la mirada, encontrando a la rubia muy romántica con su amante. Rodó los ojos, y negó con la cabeza, buscando en qué más podría ayudar.

Porque era obvia que la única preocupación de Camille, en ese momento, era no separar su boca de la de Onías.

***

—¡Eso es hermoso! —chilló con lagrimitas en los ojos Luna, al ver el lugar donde vivirían.

Era un gran edificio de seis pisos, que ocupaba casi tres cuatros de la manzana que le habían dado para edificar. El resto, estaba adornado con árboles, y en un sector a la derecha, había un plaza con juegos para los niños.

—¡Llévame ahí, Dar! ¡Por fis, por fis, por fis! —le pidió señalándolo.

—Podemos ir luego, ahora debemos ir adentro, habrá una charla.

—¿Pero iremos luego?

—Sí —sonrió levemente, caminando con la niña en brazos.

Llegaron hasta el gran recibidor, y habían más de quinientas personas. Y Dariem no entendía como harían para localizar a tantos, no parecía un lugar con la capacidad para tantos.

—Hola —saludó Narel, con una suave sonrisa—. Hoy finalmente dimos un gran paso en nuestro proyecto. Es el comienzo de una gran vida.

—¿Dónde viviremos ahora?

—Éste lugar es muy pequeño.

—¿Entraremos todos aquí?

Los murmullos pronto se hicieron presente, inundando la sala. La castaña levantó una de sus manos, pidiendo silencio.

—Escuchen, sé que todos tienen dudas, y la principal es el lugar. Por ahora, los cinco pisos superiores tienen la capacidad para todos ustedes, en cada piso, hay tres baños. Esto es momentáneo, hasta poder ampliar más el edificio, y hacer la subdivisión de habitaciones.

—¿Eso quiere decir que sí entraremos todos?

—Así es, pero no será como esperábamos. En la planta baja, que es donde nos encontramos, está la cocina hacia la izquierda, una sala vacía hacia la derecha, que pueden utilizarla para lo que ustedes quieran, y en medio de ambas, el comedor.

—¿Qué eso?

—Es una gran habitación, con mesas y sillas, que utilizarán a la hora de la comida. Ya sea para el desayuno, almuerzo, merienda o cena. Además —sonrió—. Quiero presentarles un equipo especial que trabajará con ustedes.

Aquello no les agradó del todo a las "Bestias". Les había costado mucho confiar en Narel y Camille en esos meses, y ahora se encontraban con más humanos en los que deberían confiar.

—Ella es la señorita Diana Veneto, y el señor Julian Pesce, ambos son chefs, y les ayudarán en las tareas de la cocina.

—¿Hasta cuándo? —preguntó Dariem, con el ceño fruncido.

—Hasta que ustedes aprendan a utilizar los utensilios de la cocina, y aprendan a cocinar.

—Cocinar sabemos, señora Evans, no somos animales, algo que parece que aún no ha quedado claro.

—Nadie dijo que ustedes eran animales, ni dudamos de sus capacidades, pero-

—No estamos de acuerdo con vivir con humanos —pronunció serio.

—Eso es verdad —secundó otro chico—. Tenemos muchos niños y mujeres aquí, no queremos humanos, y mucho menos hombres.

Narel miró molesta a Dariem, eso era todo culpa de él.

—Escuchen, el personal que trabajará, fue seleccionado luego de un exhaustivo-

—La respuesta es no, señora Evans —la interrumpió el moreno—. No queremos hombres, ni humanos, viviendo con nosotros. Mucho menos, preparando nuestros alimentos, no pondremos en peligro nuestras vidas. No sería la primera vez, que intenten envenenarnos como ratas.

Apretó sus puños con rabia, y sus tacos sonaron en el suelo, mientras caminaba hacia él.

—Ven aquí, quiero hablar contigo —siseó.

—Si tanto le importamos a ti, y a la señorita Stewart, serían ustedes quienes se quedarían a ayudarnos ¿No es así?

—Ambas tenemos otro tipo de trabajo —masculló con rabia—. ¿Podríamos hablar afuera?

—Creí que éste era una comunicado general.

—Dariem.

—Señora Evans —pronunció él con calma, cabreándola más.

—Que no soy señora —repitió al borde de mandar todo al diablo.

—Am —Expresó insegura Camille, levantando su mano—. ¿Les parece si decidimos eso luego? A Onías y a mi nos encantaría enseñarles el resto de la casa. Es muy bonita.

—¡Sí! ¡Yo quiero ver donde dormiremos! —exclamó una niña rubia, de orejitas de gatos y ojos dorados.

—De acuerdo, síganme —sonrió la hija del gobernador, sacándolos de tan tensa situación.

Dariem soltó la mano de Luna, para que pudiera irse con los otros niños, y en cuestión de minutos, ambos se quedaron a solas en la sala.

—¿Qué es lo qué pasa contigo, eh? ¿Por qué me detestas tanto? —le inquirió molesta.

Observó a esa castaña, que ni al metro sesenta llegaba, y se cruzó de brazos, desinteresado.

—¿Por qué le gusta creerse tan importante, señora Evans? Usted es como cualquier otro humano para mi. No confío en ninguno.

—Te salvé la vida —expresó indignada.

—Le dije que me dejara ir, usted se negó a hacerlo. No le debo nada.

—¿No me debes nada, ingrato? ¡Hice todo esto para mejorar tu vida! Meses trabajando para que tanto tú, como tu hija, puedan salir de ese maldito basural.

—Aun sigo sin comprender que gana con todo esto.

—¡Me enfermas! —exclamó harta—. Ya no sé como diablos hacerte entender, ¡Que no quiero nada! ¡Nada!

—No es necesario levantar la voz —le dijo con calma.

Negó con la cabeza, y se fue de allí, porque si continuaba en frente de ese tipo, terminaría por golpearlo.

...

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