CAPÍTULO 5

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—¿Hoy estás mejor? ¿O sigues de mal humor?

—No sé a qué te refieres —le dijo frunciendo el ceño.

—A eso mismo, la cara de culo con la que cargas.

El moreno gruñó bajo, e ignoró el comentario estúpido, y la sonrisa divertida de Narel. Lo que menos quería, era una discusión innecesaria con ella.

Especialmente porque ella había ido a visitarlos una vez más, y Luna estaba muy emocionada.

—Veo que no ha venido tu amiga.

—¿Esperabas a Camille? —le preguntó arqueando una ceja.

—Tal vez, me cae mejor que tú.

—Y a mi Onías —le dijo desafiante.

—Pues que mal por ti, porque para él ni existes —pronunció con descaro, sonriendo levemente.

La castaña lo miró con el ceño fruncido. Era un estúpido, ni sabía porqué perdía su tiempo hablando con él.

—¡Señorita Narel! —exclamó Luna, corriendo con una gran sonrisa hacia a ella, y cargando el conejo que había nombrado igual.

Pero antes de que Narel pudiera tomarla, Dariem se lo impidió, abrazándola celosamente a él.

—¿Piensas qué puedo hacerle daño de algún modo? —le preguntó ya irritada al moreno, al ver su acción—. ¿O qué la voy a secuestrar o algo así? Sólo venía a saludarme.

—No confío en los humanos.

—Pues mínimo, deberías hacerlo en mí, ya que soy la persona que está haciendo lo imposible, para qué ustedes puedan tener una mejor un vida.

—Aún no me quedan claras cuáles son tus verdaderas intenciones al ayudarnos, o que consigues tú a cambio.

—¿Qué consigo a cambio? —preguntó alterada—. ¿Es una broma? ¡Ya no sé como decirte que no quiero nada de ti!

—¿Entonces que haces aún aquí, eh? Vete, a mi no me interesa hablar contigo.

—Eres un completo-

—Dariem —pronunció bajo Luna, mirando preocupada a ambos, tirando sus orejitas hacia abajo.

El muchacho la observó, y luego miró con el ceño fruncido a Narel.

—No pasa nada, cariño. Ven, vamos con los demás niños, la señora Evans tiene otras cosas que hacer.

—De acuerdo, adiós señorita Narel —le dijo despidiéndose con su mano, siguiendo a Dariem.

—Adiós Lunita —suspiró, con molestia.

Ese maldito era un desagradecido.

Minutos después, Onías vino a su encuentro, pero su gran sonrisa se borró, al buscar con la mirada a Camille, y no encontrarla.

"Genial, el idiota tenía razón..." pensó con fastidio.

—Hola Narel —sonrió levemente—. Veo que hoy viniste sola.

—Sí, Camille tenía que hacer un viaje junto a su padre, es por eso que no pudo acompañarme.

—Oh, entiendo ¿Y será por mucho tiempo?

—No lo sé, ella no me lo dijo.

—Está bien —pronunció con cierta desilusión—. ¿En qué puedo ayudarte? Supongo que estás aquí por algo importante.

—Sí, ¿Hay alguna forma de saber cuántos son? Ya hemos comenzado con los planos del asentamiento, y necesitan saber cuantas personas hay, para hacer las divisiones.

—No, no sabría decirte con exactitud, pero puedo nombrarte a todos, y tú contarlos.

—¿Recuerdas a todas las personas que viven aquí? —preguntó curiosa, sorprendida realmente.

—Así es, tenemos muy buena memoria —sonrió el rubio.

***

Habían pasado dos semanas desde que había visitado el basural, desde que había visto por última vez a Onías, y se sentía fatal.

Ni siquiera había querido visitar a Narel, luego de volver del viaje con su padre. Siempre para el aniversario de fallecimiento de su mamá, se iban ambos una semana de viaje, recordando a su progenitora, que tan joven había fallecido.

Camille sólo tenía trece años cuando su madre murió, debido a un cáncer fulminante de páncreas. A veces ni todo el dinero del mundo, sirve para comprar salud.

Se sentía deprimida, y no sabía si era por la fecha tan especial en la que se encontraba, o el hecho de haber vuelto a ver a Onías, y que sus recuerdos y sentimientos regresaran.

Se abrazó a la almohada de su cama, y miró el velador en forma de flor que descansaba sobre su mesa de noche, iluminando levemente su habitación en penumbras.

Escuchó un suave crujido detrás de ella, y al girarse asustada para ver donde provenía, abrió sus ojos aturdida.

—¿Qué demonios haces aquí? —murmuró desconcertada.

—Quería verte —le dijo en un tono afligido, sentimiento que se reflejaba en sus hermosos ojos de gatos.

—Te dije que no podías volver aquí, mi padre se pondría furioso si te encuentra.

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien, tú no estarás bien si alguien te descubre, Onías. ¿Cómo hiciste para qué los de seguridad no te descubrieran?

—Sólo trepe.

—Okay —suspiró cerrando los ojos, tomándose de la frente—. Veré como puedo hacer para distraerlos, así te vas.

—¿Por qué no volviste?

—Estuve de viaje.

—¿Pero volverás?

—N-No lo sé. Ahora debes irte, por favor. Sabes que no puedes venir aquí, mucho menos entrar a mi casa.

—Estaba preocupado por ti, y... Te extrañaba.

—No, no digas eso. Y ahora, vete, no pueden verte aquí.

—Camille.

—No, no quiero escucharte —le dijo en un tono nervioso, poniéndose de pie—. Veré como hago para distraerlos, y que tú puedas irte.

La sujetó de una de sus muñecas, impidiendo que pudiera caminar, y llevó su mano a su pecho, del lado izquierdo.

—Te amo.

—N-No, Onías, no digas eso. Ya te lo dije, s-sólo estás confundido —le dijo sintiendo sus ojos arder, al escuchar aquello.

Él negó con la cabeza.

—No es verdad, te amo Camille.

—Basta, te dije que no lo dijeras más, vete.

—Te amo, y no podrás cambiar eso.

—No está bien —le dijo derramando algunas lágrimas, negando con la cabeza—. Vete.

Sonrió suavemente, y con su mano libre, la tomó del rostro, acariciando su mejilla lentamente.

—Estoy enamorado de ti, yo te amo, aunque sea sólo una bestia, te amo.

—C-Cállate, tonto —pronunció sollozando, cerrando los ojos—. V-Vete, largo.

E ignorando su petición, se inclinó hacia abajo, y rozó sus labios, antes de besarla. Sabía que estaba mal, que ella le había dicho que no podía volver jamás a su casa, que había sido un error conocerse.

Pero sus sentimientos eran ciertos, verdaderos. La amaba, y ella lo sabía muy bien.

...

Lamento la demora amores míos 💔😢 hoy tuve un día muy atareado.

DariemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora