CAPÍTULO 16

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La observaron comer, y ambos sonrieron con ternura. A Luna realmente le había gustado la hamburguesa, y el juguetito que le había tocado en su caja.

—¡Quiero ir ahí! —exclamó señalando el área de niños, donde habían juegos para los pequeños.

—Iremos ahí también —sonrió Dariem, limpiándole las mejillas que se habían ensuciado con salsa.

La tomaron uno de cada mano, y ambos caminaron con la niña, llevándola con los demás revoltosos.

—Gracias por traerla aquí.

—No hay de qué —sonrió viéndola como se subía por las escaleras, y se tiraba a una piscina de pelotas de colores, riendo

—¡Mira Dar! —exclamó con una gran sonrisa, antes de arrojarse una vez más.

—Sube con cuidado, te puedes lastimar —le dijo el muchacho.

Narel giró su rostro, y observó con una suave sonrisa al moreno.

—Te ves bien.

—Tú también, pero sabes como te prefiero.

Sonrió, y bajó la cabeza. Sí, lo sabía... Así como también sabía, que no la dejaría dormir una vez más.

***

—¡Fresa, chocolate, banana y vainilla! —exclamó con una gran sonrisa, mirando todos los sabores de los helados.

Aunque ella aun no pudiera leerlos.

—Sólo uno Lu, después no te lo acabarás —le dijo con calma Dariem.

—Pero yo quiero de fresa, chocolate, banana y vainilla —le dijo haciendo un mohín—. Prometo comerlos todos, por fis.

—Si no los termina, podemos llevarlo a la casa —propuso Narel, sonriendo.

—De acuerdo —suspiró Dariem.

—¡Papá dijo que sí! —sonrió divertida Narel, tomando a la niña en brazos, para alzarla, y que mirara como le preparaban su pedido.

—¿Pueden ponerle chispitas?

—¿Te gustan a ti?

—¡Sí!

—En ese caso, póngale chispitas también —le pidió la castaña a la chica que los estaba atendiendo.

—¡Y salsa de chocolate! Por favor Narel, me gusta también.

—De acuerdo —sonrió—. Y salsa de chocolate también.

—Y-

—Y nada más —la interrumpió Dariem—. Con eso es suficiente.

—Que malo.

—Sí, muy malo, luego te dolerá la panza ¿y quién tendrá que cuidarte?

—Narel puede cuidarme ¿verdad? —le preguntó mirándola a las ojos, llevando sus orejitas hacia abajo.

Esa pequeña era toda una manipuladora.

—Claro que sí hermosa, pero mejor es que no te enfermes, Dariem tiene razón.

Tomaron el pote de helado, y los tres volvieron al auto, ya era muy tarde para estar con la niña en la calle, y Dariem no quería arriesgarse.

—Ponte el cinturón cariño —le dijo la castaña, colocándose el suyo.

Con ayuda de Dariem lo abrochó, y luego el muchacho le quitó la tapa al helado, para que pudiera ir comiendo por el camino de regreso.

—¿Está bueno?

DariemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora