Epílogo

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-Seis meses después-

Sonrió, mientras le sostenía los pies para que ella pudiera hacer los abdominales.

—Vamos, sólo faltan tres más —la alentó.

—E-Estoy muer-ta —jadeó la castaña, sin fuerzas para poder levantarse.

—Pero sólo te quedan tres.

—Estoy cansada, Dariem —se quejó agitada.

Negó con la cabeza, sonriendo divertido, y le separó las piernas, inclinándose hacia adelante para quedar encima de ella.

—¿Estás cansada? ¿Muy débil? —le dijo en un tono travieso.

—Basta tonto, que estoy toda sudada —sonrió cubriéndose el rostro.

Le sacó las manos de la cara, y se apoderó de sus labios, besándola deseoso. Narel correspondió a su beso, y lo abrazó a ella, pasando sus manos por su ancha espalda.

—Te amo —sonrió el moreno entre besos cortos—. Hermosa.

Ella le acarició las mejillas, y lo separó por un momento, para mirarlo a los ojos.

—Haces que lo crea.

—Y creelo, porque es verdad —le dijo antes de volver a besarla.

***

Observó a ese pequeño niñito de ya seis meses, que era igual a su padre. ¿Cómo diablos podía ser posible? Era la copia en miniatura de Dariem.

—Onías.

—Dime cariño.

—¿Puedo usar el labial de Narel?

Tomó a Darel en brazos, y miró curioso a Luna, que estaba en la puerta de la habitación.

—No creo que a tu papá le agrada mucho que te pintes a tu edad, Lu.

—Sólo un poquito.

—Okay, ve —sonrió, viendo como la niña corría con una gran sonrisa a la habitación de sus padres.

—Vamos pequeño Dariem, es hora de tu desayuno —sonrió llevando al bebé a la cocina, para prepararle su leche.

Todas las mañanas, antes de que los niños despertaran, Narel y Dariem se iban a entrenar por una hora y media, es por que Onías los cuidaba. Pero ya habían pasado casi tres horas, y los jóvenes padres aún no regresaban.

—Darel, si tus papis no usan protección, creo que pronto tendrás un hermanito o hermanita —pronunció divertido, dejando al bebé en su cochecito.

Pero lo entendía, con dos niños pequeños en la casa, era casi imposible que ellos pudieran tener intimidad.

—¿Qué desayunaremos?

—Pues ¿qué quieres desayunar tú...?

Se giró, y al ver el aspecto de la niña, dejó de hablar, respirando profundo para no reir.

—¿Qué quiere desayunar usted, oh hermosa princesa?

—Sorpréndeme —le dijo la pequeña morena, sentándose en la silla.

El rubio sonrió divertido, y le dio el biberón a Darel, antes de dirigirse al refrigerador a ver que podía prepararle a la niña.

—Okay, puedo servirte un poco de yogur, cereales, pan tostado, mermelada, mantequilla, mm —pronunció pensativo—. Creo que es jugo el botellón ese de ahí.

—Sólo quiero cereales y yogur.

—Uff, eso suena genial —le dijo aliviado, buscando un tazón.

DariemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora