● Capítulo 23 ●

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Era una noche de invierno, muy fría y lluviosa cuando una pequeña niña de cabello castaño baja por las silenciosas escaleras.

Detiene sus pequeños pasos al escuchar un sollozo, un sollozo que ha estado escuchando las últimas noches, desde que la casa se siente vacía, desde que todo estaba más silencioso de lo normal. Desde que la luz de su hogar se apagó.

Toma coraje y sus pequeños pasos se vuelven rápidos y sigilosos para investigar de dónde provienen esos extraños ruidos de llanto. Camina hasta el sofá que se encuentra en la sala de estar de su casa, y asoma su pequeña cabecita por el brazo de este observando a un hombre encorvado sobre sí mismo. Tiene sus codos apoyados en sus rodillas y sus manos cubren su rostro.

Los sollozos provienen de ese hombre.

La niña se acerca a pasos lentos y apoya su pequeña mano sobre su brazo intentando llamar su atención, quería saber qué le sucedía al hombre triste.

— ¿Papi? – pregunta en un susurro. La escena que estaba delante de sus ojos no le gustaba ni un poco.

El señor de ojos similares a la niña destapa su rostro observando con fijeza a la personita que aún tenía su mano sobre su brazo. Le da una sonrisa tranquilizadora, o al menos intenta que sea eso para su pequeña hija.

Su niña, era tan igual a ella que le dolía. Le quemaba en el interior. Ese dolor era horrible, pero no podía dejar de amar a su hija. Era su luz en la oscuridad que lo iba consumiendo de a poco. Era su luciérnaga que iluminaba aquella fría noche con su característica sonrisa infantil de una niña de cuatro años.

— Papi está bien cariño, solo me encuentro un poco triste.

Ella asiente sin estar convencida del todo. Y él, en definitiva, sabe que no está bien. La pequeña alza sus brazos y él con gustoso la carga sentándola en su regazo. Ella acaricia sus mejillas con cariño, luego baja sus manos aún más hasta su barbilla sintiendo las cosquillas de la barba de algunos días de su padre. Ríe tiernamente y el hombre ojeroso le sonríe con ternura.

— ¿Dónde está mami?

Su padre la mira con fijeza conteniendo las lágrimas que quieren brotar de sus ojos. No puedo llorar frente a mi niña es el primer pensamiento que se asoma por su cabeza. Traga saliva pensando en que decirle para que ella no se preocupe.

No quiere que la luz de su luciérnaga se apague. No dejará que eso suceda. Prefiere ocultar la verdad a romper su corazón.

— Mami se ha... ido.

— ¿Va a volver? – su sonrisa crece aún más al ver a su padre sonreír, pero las comisuras de sus labios decaen al escuchar la respuesta.

— No, Ava... – murmura en voz baja temiendo la reacción de la pequeña. Su labio inferior comienza a temblar y deja escapar algunos sollozos. El hombre preocupado envuelve a su hija en sus brazos y la abraza contra su pecho – Ella fue al cielo cariño... Ella... Te cuidará desde allí.

— ¿Cómo un hada?

— Como un hada – le concede el hombre.

La niña sonríe aún más y se aferra a la camisa de su padre empezando a cerrar sus verdosos ojos.

— Mami hada.

Es lo último que susurra antes de que su respiración se vuelva más lenta dando a entender que se ha quedado dormida.

— Papá te cuidará, luciérnaga. Te lo prometo.

Susurró besando su cabeza y acariciando su cabello.

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