● Capítulo 34 ●

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Ava



13 de noviembre.



Me siento mal al no decirle a Ethan donde iba a ir. Pero no me dejaría hacerlo sola y no iba a permitir eso.

Tengo que arreglar esto yo, es algo que me corresponde a mí.

Paso mis manos por mi cabello y sacó las llaves del auto de Ethan de mi bolsillo. Desactivo la alarma de su coche y me subo antes de que pueda llegar hasta mí, arranco y voy a toda velocidad hacia donde me indica el GPS del celular.

Esto es estúpida, muy impulsivo de mi parte sin embargo las preguntas carcomen mi interior. La persona que me contactó dijo que podria explicarme todo, pero con la condición que debía venir sin nadie ni decirles tampoco.

Ya cuando me encuentro a una distancia prudente de la casa de Ethan voy bajando la velocidad hasta ser un poco más normal, no deseo que me multen. Debo admitir que sí tengo miedo, de que mis manos tiemblan y que lo único que puedo pensar es en lo peor. Pero esto lo hago por mi familia, por mi relación y por nuestro futuro. Yo en verdad no quiero ocultarme más y estas amenazas que estoy recibiendo solo nos atormentan. Y que si no las detengo, si no enfrento esto, todo explotara en nuestras caras.

Detengo el auto en un semáforo en rojo y observó el celular, tengo varias llamadas de Ethan y decido apagarlo para que no me arrepienta.

Levantó la cabeza y avanzó con el auto al ver que la luz se encuentra en verde y todo lo siguiente pasa en cámara lenta. Solo soy capaz de oír un bocinazo antes de escuchar un impacto metálico que me revienta los tímpanos y pierdo la conciencia.



16 de noviembre.




Mi garganta arde muchísimo y mi primer instinto es hacer un esfuerzo por abrir los ojos, sin embargo no lo logró. Intento gritar aunque ningún sonido sale de mi garganta y está cada vez empieza a picar y arder todavía más.

¿Qué rayos está pasando?

Escucho una voz exigiendo que me calme, que esté tranquila y que todo estará bien ¡¿Cómo rayos va a estar bien si no sé qué me pasa?!

Mis ojos logran abrirse y debo volver a cerrarlos porque la luz me ciega por unos momentos, los cierro y abro un par de veces más para ir adaptando mis ojos a la luz, la garganta aún me arde. Mis ojos se llenan de lágrimas mientras me voy levantando y la enfermera se acerca.

— Con cuidado, con cuidado – me sostiene de los brazos para que no me baje de la cama. Intento hablar pero solo puedo balbucear. Hago una mueca de molestia y ella se aleja por unos segundos para traerme un vaso de agua y extendérmelo –. Bebe, tu garganta está débil porque estuviste varios días inconsciente.

¿Inconsciente? ¿Qué es lo que me ha pasado?

Vuelvo a intentar a hablar, pero apenas unas monosílabas se escapan de mi garganta y la enfermera me mira con una sonrisa pequeña, sé que se refiere a que no entendió ni una maldita mierda de lo que dije. Suspiro frustrada y ella ríe levemente, me da una sonrisa dulce y creo que revisa cómo me encuentro.

Este silencio me está matando, pero la enfermera me dijo que si hablaba podría dañar mis cuerdas vocales más de lo que ya estaban, que solo debía esperar un par de minutos e hidratar mi garganta.

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