●Capítulo 5●

1.6K 102 18
                                    



Ethan.



Yo simplemente creo que soy el hombre con la peor suerte de Liverpool.

Estoy recostado en mi cama, con una tremenda erección por un recuerdo que no me deja dormir, de ella. Sí, sé de donde Ava me es tan familiar. Hace unos dos años, en un cumpleaños de Kate, recuerdo que me acosté con una chica.

Llevaba un hermoso vestido rojo que quería arrancárselo con los dientes, pero como soy un caballero no se lo rompí ni un poco. También tenía unos pechos perfectos, ni tan grandes, ni tan pequeños. Increíbles. Recuerdo el lunar que tenía junto a este y ese riquísimo olor a vainilla.

Me había quedado obsesionado por un par de semanas. Incluso intenté buscarla por Instagram y Facebook, pero no encontré nada, así que luego de dos semanas me rendí. Sin embargo cuando empecé a hablar con ella tuve una sensación algo extraña, su voz, tiene un tono particular que hizo que un pequeño recuerdo de la fiesta viniera a mi mente. Así que me puse a buscarla en alguna de sus redes sociales y acabo de confirmar que la chica con la que me acosté hace dos años y que me sentí jodidamente extasiado, era mi hermanastra.

Me pongo de costado en mi cama y miro el reloj despertador en mi mesa de luz, son las cinco y cuarenta de la mañana.

— Maldito cerebro – susurro y me levanto de la cama. Me pongo un pantalón de chándal que me cuelga de la cadera y salgo de mi cuarto. Camino por el pasillo a oscuras y bajo las escaleras sin hacer ruido, enciendo la luz de la cocina y refregando mi rostro voy hacia la nevera. Me sirvo un poco de jugo y busco una de las pastillas de mi madre para dormir. Gracias a Dios mañana es viernes y mi mamá duerme hasta tarde, pero yo tengo que levantarme temprano para ir a la universidad y luego juntarme con los chicos. Debemos hablar de los detalles de la pelea. Al parecer va a ser un campeonato y uno grande.

Meto la pastilla hasta lo que más profundo de mi lengua y me bebo el jugo de un trago. Hago una mueca de asco y dejó el vaso en el lavadero. Odio tomar pastillas.

Me siento en la mesada, pensativo.

No puedo creer que me haya acostado con ella. O sea si lo creo, porque es increíblemente caliente y que cualquier tipo querría entrarle muy duro y fuerte, pero yo he perdido ese privilegio. Tengo que contener las ganas de hacerlo. Muchas ganas. Suelto el aire que no me había dado cuenta de que estaba reteniendo y me quedo mirando a la nada.

¿Ella se habrá dado cuenta de que nos acostamos hace dos años? No, creo que no. Si no lo hubiera visto en su mirada. Aunque sí la he notado rara las veces en que me le acerque demasiado, pero era como si mi cuerpo necesitará estar cerca del de ella. Tenía que sentir su calor, otra vez.

¿Ava querrá acostarse conmigo, al menos una vez más? En verdad no lo sé, aunque si noto alguna señal de que ella quiere... bueno, estaré gustoso de cumplirle sus deseos. Pero eso no es correcto, no está bien. Aunque si fuera una vez... no. No está bien.

Doy un salto para bajarme de la mesada y camino otra vez hasta mi cuarto. Paso por la habitación de Ava y me entra una curiosidad terrible, y esta me termina ganando, tampoco es que me resista demasiado. Abro con cuidado la puerta, solo un poco, y meto mi cabeza para poder observar. Está destapada, la cama desecha y que parece que un tornado pasó por ahí. Se ve muy tranquila dormida, como si fuera un osito. Suspiro sonriendo y cierro la puerta.



2 de julio.


Nuestro pequeño secreto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora