Capítulo XIII.

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Mercedes la besó, dejándose llevar por las ganas, que estaban contenidas hace mucho tiempo. Había ocasiones en las que Bárbara la acariciaba en partes que la hacían sonrojar y subían un calor dulce por todo su cuerpo. Suaves caricias que por donde pasaban le provocaban un cosquilleo, le hacían erizar la piel.

Ella no sabía nada, y eso le daba cierto temor. Bárbara se dio cuenta al mirarla y trató de darle seguridad.

-¿Te pasa algo mi amor?

- No, bueno sí. Es que tengo miedo de... de no saber cómo...

- Mercedes, tranquila. No tengas vergüenza o miedo, no conmigo.

- Bárbara... yo no sé... cómo se hace esto...

- Tranquila, lo iremos descubriendo juntas ¿Bueno?, yo siempre te voy a cuidar.

Bárbara tomó su mejilla acercándola y le dió un beso suave, lento, húmedo. Mercedes se dejaba llevar, ese calor ya conocido subiendo por su cuerpo, sus piernas se aflojaron, sus manos cobraron vida propia y se disponían a acariciar todo lo que tenían por delante.

Ya no había vuelta atrás.

Uno a uno los botones fueron cediendo ante las manos de Bárbara y, en cosa de segundos, quedó a su vista el torso desnudo de su pequeña. La luz tenue de la habitación hacía que su piel blanca y suave brillara como la luna. Sus lunares hermosos llenaron su vista, admirando cada centímetro de ella.

- Eres hermosa Mercedes...

Repartiendo besos en su cuello y hombros, fue siguiendo la línea y quitó suavemente el sujetador, sus pechos al fin liberados del sostén, eran un deleite para sus ojos. Se limitó a observarlos, pero el deseo de besarlos le ganó y con delicadeza tomó uno entre sus labios, mientras que con su mano acariciaba el otro.

Mientras afuera se empezaba a escuchar la suave brisa que le daba la bienvenida al otoño, Mercedes sacaba los broches de su pelo, dejando sus ondas castañas en libertad, y Bárbara subía besando su cuello y volviendo a su boca.

Mercedes se separó un momento para mirar sus ojos cafés que en ese instante estaban más oscuros a causa del deseo. Se apegó más a ella y pasó su boca por su mentón, bajando a su cuello, aspirando su perfume y subiendo hasta su oreja, mordisqueándola suavemente, mientras bajaba el cierre del vestido.

Bárbara solo estaba en ropa interior y ella se alejó para poder mirar esas curvas que la hacían perder la razón. Su piel era más clara y suave a su tacto. Volvió a pegarse a ella y besándola quitó un tirante y después el otro, sus pechos a su vista, los besó con devoción mientras descendía a su vientre, pero Bárbara la detuvo.

- Mercedes... ven...

Tomó su mano y ambas se recostaron. Bárbara le hizo un gesto para que se acomodara, pero Mercedes no le hizo caso. La empujó suavemente y con un erotismo casi salvaje que nunca pensó que tendría, fue reconociendo cada centímetro de su piel, haciéndola vibrar bajo sus caricias y besos. Bárbara solo se dejó hacer, dejándose llevar por las manos y los besos mojados que la llevaban directo a la locura. Nunca nadie la había hecho sentir tanto deseo, Mercedes se acercó a su centro, pero Bárbara la detuvo, y con un movimiento ahora era ella quien estaba a disposición de la lujuria de la morena.

Volvió a sentarse para ver su cuerpo tan dispuesto para ella. Nunca había visto algo tan hermoso, las curvas de Mercedes la hacían perder el aliento, la suavidad de su piel era única.
La besó saboreando cada rincón de su cuerpo mientras dejaba un rastro de besos húmedos por toda su piel, y la suya ardía al sentir las caricias de la joven Möller en sus brazos y en su espalda. Siguió en la misión de recorrer cada centímetro de ella, saboreando, mordiendo, acariciando todos sus rincones, se entretuvo en su ombligo; Mercedes gimiendo cada vez más alto, su necesidad apareciendo en estado líquido frente a su boca.

Donde Todo Comenzó... (Barcedes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora