Capitulo VIII.

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- Elsa ¿Qué esperas que haga? No puedo ir a buscarla, acabo de llegar. Además ¿A dónde voy a ir?, Santiago es muy grande y no estoy segura de que esté ahí. Puede haber ido a cualquier parte.

- Mechita, ¡tienes qué hacer algo! Ella es tu primer amor, y no puedes dejar que se te vaya así. Pórtate como una mujer adulta y búscala.

- Elsa no es tan fácil. Supongamos que me voy a buscarla. ¿Qué le voy a decir a mi papá? ¿Qué voy a hacer con las prácticas en el colegio? No puedo dejar todo así...

- Sí, ¡sí puedes Mechita! Tienes que ser valiente y no hacer lo correcto siempre. Es tu vida amiga, tú tienes que decidir, si ser feliz al lado de la persona que amas o ser infeliz sin ella. Tú decides.

- Elsa... pero...

- Mechita esto solo lo voy a decir una vez. Amiga el amor simplemente es o no es, el amor existe o no existe,  el amor llega y uno tiene que tener la valentía, la fortaleza y el coraje para dejarlo entrar.

- Sé que tienes razón Elsa, yo la quiero, y he vivido en un infierno sin ella. Pero…

- Pero nada... tú vas a arreglar tu maleta y vamos a irnos para Santiago. Te acompañaré y no me voy a ir, hasta que encontremos a Bárbara. No estás sola.

Mercedes la abrazó y por primera vez sintió que alguien fuera de Bárbara la entendía.
Aunque Bárbara la odie por haberla abandonado, ella iba a ir a buscarla, había sido una cobarde y debía pedirle perdón. Desde ahora iba a pensar en su felicidad y no en su familia o en lo que debía hacer. María Elsa no iba a dejarla sola y eso le daba la fuerza necesaria para no rendirse.
Bárbara tenía que saber cuánto la quería, y lo arrepentida que estaba por no haberse quedado junto a ella.

Dos días después.

Dos días más tarde ella y María Elsa estaban sentadas en el tren camino a Santiago. Le había dicho a Ernesto y a los demás que debía ir por asuntos de la universidad y María Elsa solo dijo que la acompañaría para tener unas vacaciones en la ciudad.
En el camino María Elsa le decía que tratará de recordar la dirección de la antigua casa de Bárbara. Mercedes no recordaba muy bien, pero le decía que si llegaban a la calle, ella sabría cuál casa era. Empezarían allí, si Bárbara se había ido a Santiago, sus hermanas podrían saber dónde vivía. Mercedes rogaba en su interior que así fuera y que el destino le permitiera encontrarla.

Yo sé que no me merezco nada... pero ojalá no me haya olvidado.

Para Bárbara, ese último mes había sido muy difícil. Dejó Villa Ruiseñor y en ese pueblo, se había quedado su corazón, junto a los recuerdos de su amada Mercedes. Ahora solo vivía por inercia. Llegó a Santiago a su antigua casa de noche y tuvo que explicarles a sus hermanas lo que había pasado. Natalia la entendió y la recibió con mucho cariño. En cambio Cristina, solo la miró y dio un suspiro largo para decirle que había arruinado su vida y que sabía que iba a terminar así. Natalia la enfrentó y le dijo que no le iba a permitir insultar o molestar a Bárbara.

La acompañó a su antigua habitación y al ver que caían lágrimas silenciosas por su rostro, quiso saber:

- Bárbara ¿Realmente estás así por tu divorcio?, no sé... algo me dice que es por otro motivo.

- Natalia, estoy cansada, y no tengo ganas de hablar de nada.

- Bueno, te voy a dejar para que descanses. Y no te olvides que te quiero mucho hermana, siempre estaré para ti. Te quiero, buenas noches.

- Gracias Natalia, también te quiero mucho, buenas noches.

Natalia salió y Bárbara se derrumbó, ahogándose en sus lágrimas y en la pena con la que vivía. Odiaba su vida, odiaba a Nicanor, a Mercedes, a ser ella misma, odiaba todo. Odiaba haberse enamorado de una mujer y que esa mujer fuera inalcanzable para ella. Hubiera querido retroceder en el tiempo y haber tomado otro camino, otras decisiones, haber conocido a otras personas. Tal vez sería feliz y no estaría al borde de la locura por una mujer que ni siquiera la recordaba, ni mucho menos la quería.
Ya no tenía fuerzas para seguir odiando y maldiciendo al destino, por la vida que le tocó. Debía concentrarse en lo que tenía y no dejarse llevar por los recuerdos de alguien que nunca iba a tener. Se acostó y ya cansada de la vida se quedó dormida al instante.

Donde Todo Comenzó... (Barcedes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora