Capítulo XIX.

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Mercedes se detiene un momento y observa a Bárbara embelesada.

Tiene los ojos cerrados, las mejillas rojas, su respiración agitada. Deja una suave caricia en su cara y despacio se acerca a su oído.

- No sabes cuánto deseé esto mi amor... -toma su mano y ella abre los ojos oscuros de deseo- ven.

Con pasos apresurados llegan a la habitación, Mercedes cierra la puerta tras ella. Bárbara se acerca y la abraza por detrás, sus brazos rodeando sus caderas, su cabeza inclinándose en su cuello, aspirando su piel.

- Me encanta tu olor -le susurró entre besos- tu piel, toda tú.

Mercedes la besa, retrocediendo con lentitud hacia la cama. Pone sus manos en los hombros y quita su chaqueta, dejándola en el piso. Vuelve a besarla, mientras va quitando uno a uno los botones de su blusa, la deja caer, sus manos se deslizan por sus hombros, quitando las tiras de su sostén, luego por su espalda hasta llegar al sujetador y sacarlo, dejando su torso desnudo y convirtiéndolo en un deleite para sus ojos.

- Dios... eres tan hermosa... perfecta.

Bárbara hace lo mismo, dejándola en igualdad de condiciones. Desliza su boca por la curva de su cuello mientras hace que se voltee, sus labios se pierden en la suavidad de su espalda, mientras sus manos llegan al cierre de la falda, que en segundos queda en el piso junto con todo lo demás. Sin perder más tiempo y mientras vuelve a hacer camino hacia su cuello, se quita lo poco de ropa que le queda.

Mercedes se puso derecha, con los ojos clavados en la completa desnudez de Bárbara. Se acerca hacia ella y le susurra en un tono bajo y seductor.

- Recuestate mi amor...

Bárbara la mira hechizada, no pone resistencia a lo que le pide. Mercedes alarga las manos hacia sus caderas, sube a la cama y se acomoda encima de ella, le separa las piernas con delicadeza y se ubica en medio de sus muslos, un lugar que hace mucho tiempo se convirtió en su favorito. Al poner sus labios en su vientre, Bárbara deja escapar un gemido de aprobación, un sonido dulce, suave y muy excitante. Mercedes lo notó en su interior. Sigue dejando un camino de besos húmedos, hasta sus pechos, mientras besaba uno, el otro es atendido por su mano, viendo maravillada como su pezón se endurece entre sus dedos.

Bárbara gime y alza la pelvis, buscando más contacto con el centro de Mercedes, ella dándose cuenta de su intención, sigue el movimiento con sus caderas, y la sensación es agónicamente intensa para ambas. Bárbara cierra los ojos y gime de placer mientras aumenta la velocidad, buscando frotarse más rápido contra ella, a través de esos movimientos perfectamente opuestos que crean una dulce fricción y que se convierten en una dulce tortura. La temperatura asciende y las abrasa, concentrada en su punto de unión. Mercedes se aferra a sus brazos y se le acelera la respiración, Bárbara jadeando desliza su mano hacia la parte baja de su espalda, la lleva por debajo de su cintura y le presiona las nalgas para que no se detenga. El orgasmo viene de un solo golpe, Mercedes sigue su danza hipnótica sobre ella y siente como el cuerpo debajo de ella empieza a ascender, siente la tensión en sus piernas, y al explotar el orgasmo Bárbara lanza su cabeza hacia atrás y se deja llevar por el placer arrastrando a Mercedes con ella.

Para Luciano esa noche estaba siendo nefasta. Bárbara le había dicho que iría a cenar con Mercedes y él le hizo prometer que tendría cuidado. Calmo un poco su preocupación al ver el brillo de alegría en los ojos de Bárbara, él más que nadie sabía lo que ella había esperado ese momento.

Él más que nadie lo entendía.

Pero esa noche era una de aquellas, una en la cual la culpa y el dolor hacían mella en él, una en la que el remordimiento no lo dejaría conciliar el sueño en paz, una en donde solo escucharía su voz:

Donde Todo Comenzó... (Barcedes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora