Capitulo XIV.

922 32 1
                                    

Mercedes fue la primera en despertar, sintiendo el cuerpo de Bárbara pegado a ella, como si su vida dependiera de ello. Se movió despacio para soltarse y se acercó al ventanal para admirar el más hermoso amanecer que hasta el momento había visto. Montañas fantasmales se alzaban entre una mezcla de grises y azules esperando la salida del sol, el sonido del río a lo lejos era una gran sinfonía; el aire frío con olor a bosque se filtraba entre la cabaña, no tenía duda de que sería un día muy lindo.

Pero debían volver, salir de ese lugar tan hermoso, para regresar a la cuidad, a la rutina, a tener que fingir ante los demás, a las apariencias.

Detestaba todo eso, sobre todo ahora, que se había dejado envolver en el placer que Bárbara le daba, y que debía reprimir sus ganas de estar junto a ella, cada mañana, cada noche, cada día de su vida.

Suspiró y se volvió para mirar el rostro de la mujer que había cambiado todo su mundo. Dormía plácidamente, y se dedicó a admirar cada rasgo de ella, sus labios suaves, pequeños, perfectos, y a su perfil delicado. Recorrió su cuerpo bajo la sábana y su ser se encendió, su hermosura era visible incluso estando cubierta. Se sentía la mujer más afortunada del universo, Bárbara la amaba. La amaba a ella y le había prometido cuidarla siempre, y se iba a aferrar a esa promesa.

Bárbara entreabrió los ojos y vio a Mercedes mirándola.

-¿Mercedes?, ¿qué haces?

- Solo te veía dormir mi Barbarita. Eres preciosa hasta cuando duermes.

- Quisiera quedarme aquí contigo para siempre hermosa mía. Lástima que tengamos que volver.

- A mí también me gustaría quedarme aquí, lejos de todos. ¿Volveremos algún día?

- Claro que sí. Volveremos, te lo juro bonita.

Habían tomado un desayuno ligero antes de emprender la vuelta a la cuidad. Bárbara manejaba con cuidado, mientras Mercedes admiraba la vista, pensando que sería lindo poder vivir ahí.

Bárbara al verla suspirar de vez en cuando tomó su mano delicadamente antes de preguntar:

-¿Estás bien?

-¿Eh?, Sí, sí estoy bien Barbarita, ¿y tú?, te ves algo cansada.

- No estoy cansada hermosa mía. Estaba pensando en nosotras... más bien en ti.

-¿En mí?, ¿qué pensabas de mí?

- Estaba recordando el día en que nos conocimos, ¿lo recuerdas?

- Nunca lo olvidaría Barbarita... casi me botas a la salida de la iglesia. Fue la primera vez que vi tus hermosos ojos y me enamoré de ellos, aunque en ese momento no lo supe.

Bárbara la miró con ternura y de pronto una pequeña risa de saberse descubierta en alguna travesura broto de sus labios.
Mercedes la miró encantada, pero con cierto dejo de duda…

-¿Qué?, ¿de qué te ríes?

- Mercedes tengo que confesarte algo. Yo... la verdad es que yo...

-¿Tú qué? No me asustes.

- Yo... lo hice a propósito.

-¿A propósito?, ¿de qué hablas Barbarita?

- Cuando tropecé contigo, lo hice con intención, deseaba hablar contigo.

-¡No es cierto!, Bárbara, ¿es en serio?.

- Sí lo es. Tú sabes que mi matrimonio con Nicanor fue una escapatoria a todo lo que vivía con mi familia, yo nunca lo amé de verdad. Me había resignado a una vida de casada y a lo que quisiera mi marido. Cuando llegué a Villa Ruiseñor pensaba que sería igual a todos los pueblos donde había vivido antes. Pero estando sentada en aquella banca esperando que empezara la misa, te vi y revolucionaste mi mundo. Te quedé mirando como una tonta toda la misa.

Donde Todo Comenzó... (Barcedes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora