Capítulo IX.

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Después de estar debatiendo donde irían a comer, Natalia la había arrastrado a un pequeño restaurante de ambiente íntimo y rústico. Bárbara ya lo conocía. Ahí había cenado con Mercedes cuando vino al funeral. Se sentaron hacía el otro extremo, pero Bárbara no dejaba de mirar hacia la mesa donde habían compartido.

Lágrimas se agolparon en sus ojos al recordar. Natalia lo notó.

- ¿Bárbara, estás bien? ¿Qué te ocurre? ¿No te gustó el restaurante?

- No, no es eso Natalia. Sólo me distraje.

- Bueno, entonces ¿Qué te pareció Loretta Undurraga?

- Se ve que es una mujer profesional, pero mejor cuéntame, ¿es cierto que eres maestra de piano?, ¿por qué no me habías contado?, ¿desde cuándo?

- Hace algunos años Bárbara. La música siempre fue mi pasión. Mamá me dejó estudiar música y piano para salir de una depresión que tuve.

-¿Depresión? Y ¿Por qué?, si es que quieres contarme.

- Estuve a punto de casarme Bárbara. Pero mi futuro marido se fue a vivir a España por trabajo. Me dejó y lo pasé muy mal. Entonces me encerré, no quería saber más del mundo. Y el psicólogo le recomendó a mamá que debía distraerme con alguna actividad, y por eso estudié piano.

- ¡No puedo creer lo que me estás diciendo! Nunca me contaste nada Natalia.

- Esperaba que vinieras, pero nunca lo hiciste. Al final ya no importa, ya lo superé. Ahora hago clases y alguna presentación para eventos. A Cristina no le gusta mucho, pero me da igual.

- A ella no le gusta nada Natalia, tal vez por eso sigue amargada y solterona.

Y ambas rieron hasta que llegó el mesero con la comida.

-¿Has tenido noticias de...? ¿Cómo se llamaba donde vivías?

- No, no he recibido noticias, y se llama Villa Ruiseñor.

-¿Ni de tus amigas?, porque supongo que en todo ese tiempo ahí, habrás hecho alguna amiga.

- No Natalia.

- ¿Entonces que era tuyo esa niña que te acompañó al funeral?, ¿cómo se llamaba?

- Mercedes, y desde que me fui de aquí no sé nada de ella. Y Natalia, por favor ya basta de preguntas. ¿Bueno?

- Está bien. ¿Qué quieres hacer después?, podríamos ir un rato al centro, a vitrinear.

- Te lo agradezco Naty, pero quiero ordenar algunas de mis cosas. Pero si quieres te acompaño hasta alguna calle.

- No te preocupes. Yo de aquí tomó un taxi y así te dejo tranquila para que órdenes tus asuntos.

Tiempo después salieron del restaurante y se despidieron y caminaron en sentidos contrarios.
Observó alejarse a Natalia y caminó hasta una banca que estaba a los pies del cerro San Cristóbal.

Quería estar sola. Caminar un poco, ver gente pasar metida en sus mundos, distraerse. Olvidar esos ojos verdes y bella sonrisa, aunque sea un momento. Quería dejar de imaginar cómo o qué estaría haciendo su pequeña en Villa Ruiseñor.

Seguramente ya estaría trabajando en el colegio para ponerse al día.
Tal vez su padre le había presentado algún muchacho y ahora estarían paseando por la plaza del pueblo y caminando de la mano hacia el teatro.

¡No! ¡Absolutamente no!
No puede haberme olvidado así de rápido. No es posible.
Ella me quiere, yo lo sé.
Ella me quiere...
Ella me quiere...

Donde Todo Comenzó... (Barcedes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora