Capítulo XXIX. (FINAL)

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4 meses después...

Desde la muerte de Luciano, Bárbara se había apagado. Mercedes la entendía por qué él fue una persona importante para ella, y no sabía cómo ayudarla, más que dándole su apoyo y cariño. A veces sentía perder la paciencia, pero todo se le olvidaba cuando Bárbara le daba un beso y se refugiaba en sus brazos al dormir.

Ellas pasaron juntas todo ese proceso.

La pérdida.
El dolor.
El funeral.
El duelo.

Siempre acompañadas de Natalia, Joaquín, Ernesto y María Elsa.

Pero no todos eran como ellos.

Estando en el velatorio de Luciano, apareció Cristina, después de años sin verla a darle el pésame. Bárbara la saludo por respeto, aunque hubiera querido darle una bofetada por todo lo que había hecho.
No bien ellas supieron que fue Cristina la que mantenía informado a Nicanor de los movimientos de Bárbara en Santiago, a pesar de saber que estaban separados, a pesar de que Bárbara era infeliz viviendo de pueblo en pueblo, a pesar de que su madre le había pedido que cuidara a sus hermanas en la carta que le dejó .
No se veía ningún atisbo de arrepentimiento en su cara, es más parecía disfrutar de todo el dolor de su hermana. Natalia le advirtió que no se atreviera a hacer nada para dañar a Bárbara, pero en su cabeza, ella tenía que pagar por llenar de vergüenza el apellido de su familia, y corrió el rumor de que la viuda y su amiga más cercana eran unas desviadas.

Rumor que los más allegados a Luciano, escucharon y comentaron escandalizados.

Rumor que llegaron a los oídos de ellas y que habían afrontado sin importar lo que dijeran los demás.

Rumor que hizo asistir a pocas personas a despedirlo al funeral, ya que la gente le daba más importancia a las apariencias y a los chismes, que a una amistad.

Rumor que las hizo discutir una noche, y por primera vez desde que estaban juntas, las llevo a dormir separadas, no hablarse mientras desayunaban, salir a sus trabajos sin despedirse y llegar después de trabajar sin hablar e ir directo a sus habitaciones.

Mercedes ya no podía seguir en esa situación. No soportaba estar sin ella y tampoco podía dejar que Bárbara terminará hundida en la tristeza por su culpa. María Elsa le había aconsejado que le diera su tiempo, pero Mercedes no esperaría más. Tenía miedo de que Bárbara se cansará de esa situación y la dejará.

Y ella no lo iba a permitir.

No podía perder al amor de su vida así.

Dos semanas.

Ese era el tiempo que llevaban así, y los estragos del tiempo empezaban a notarse en Bárbara. Estaba más delgada, su rostro demacrado y con ojeras marcadas, daban cuenta del cataclismo que la había azotado.

No hablaba.

No comía.

No salía de la casa.

Desesperada por sacarla del abismo en el que había caído, Mercedes intentó llamar a Natalia, pero estaba de viaje.

Entonces recurrió a la única persona que podía ayudarla.

María Elsa.

-¿Aló?... casa de la familia Quiroga.

- Buenos días Fresita, soy yo Mercedes, quisiera hablar con la Elsa. ¿Estará por ahí?

-¡Mechita!... perdón -la empleada se corrigió- señora Mercedes, ahora se la llamo...

- Gracias Fresita -le dijo riendo un momento.

-¿Aló? ¿Mechita?

- Si soy yo. Hola Elsa, ¿cómo estás?.

Donde Todo Comenzó... (Barcedes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora