3 Años Despues... (2)

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LA VIDA DE MERCEDES

¿Cómo fui tan tonta?

Aún me duele saber que he estado a merced de toda la que se hace llamar mi familia, como una niña que no tiene voz ni razón. Después de darme cuenta del engaño en que me hicieron caer, y con ello perder a la única persona que he amado en mi vida.
Todo por el qué dirán, todo por las apariencias y el buen apellido Möller. Me siento tan estúpida, debí olvidarme de todos, irme lejos de la mano de Bárbara y no mirar atrás. Ella lo hubiera aceptado, lo sé, si la idea hubiera nacido de mis labios, seguramente estaríamos lejos, viviendo felices, amándonos para siempre.

Pero estoy aquí, ahogada en el encierro por lo que, según mi padre, es una enfermedad. En su pequeña mente el amor que nos tenemos Bárbara y yo es un trastorno que debe ser curado, y por eso me tendió la trampa más sucia y baja que puede inventar un ser humano, y en la que participó toda mi familia, excepto María Elsa. Yo estoy segura de que a ella le mintieron, igual que a mí, igual que a Bárbara.

En cuanto bajé del barco que me llevó a Londres, sentí en mi corazón que estaba haciendo algo incorrecto. Noté como Carlos miraba a mi padre, la culpa invadiendo sus ojos, pero pensé que era el dolor de haber perdido a María Elsa. Le pedí a mi padre que me llevara a verla y me dijo que era mejor que fuera a descansar de mi largo viaje. Al llegar a la casa en la que íbamos a quedarnos, la sirvienta anuncio que la merienda estaba lista y nos sentamos en silencio a comer, pero nada pasaba por mi estómago, solo tomé un té con leche. Y esa simple acción fue mi error más grande, porque fui drogada, para que después mi padre me dejara encerrada en un instituto psiquiátrico, acusada de un trastorno severo.

Los primeros días exigía hablar con mi padre, les decía que habían cometido un error, yo no estaba enferma. Pero la doctora inició el tratamiento y no me dejó hablar con él hasta cuatro meses después. Ahí encaré a Ernesto Möller y supe toda la verdad, mi padre me confesó que la muerte de María Elsa era una mentira para traerme aquí, que a través de sus contactos en Santiago había contratado a un investigador privado, que él sabía toda la verdad sobre mi relación con Bárbara, y que él no permitiría que arruinara mi vida por culpa de mi “enfermedad”.

Yo no quise verlo más y le pedí que se fuera y que no se atreviera a volver nunca, porque yo lo odiaba con todo el corazón y jamás lo perdonaría por la traición que me hizo. Él me dijo que lo hacía por mi bien y que siempre estaría ahí, por si yo volvía a recapacitar, ya que él no permitiría que yo, su única hija, ensuciara el buen nombre de la familia teniendo un estilo de vida decadente e inmoral. Sentí tanto asco que le grité que se fuera y que no volviera nunca más.

Estuve días en negación, no quería comer, no salía al patio, ni tampoco hablaba en las sesiones con la doctora. Ella empezó a buscar otros métodos para someterme, pero yo fui intolerante y siempre desafié todas sus formas de acercarse a mí. En una de las sesiones intentó que yo hablara de Bárbara, me preguntó qué era lo que sentía por ella, si quería sentirla y pasar el día y la noche con ella. Aún recuerdo su escandalizado rostro cuando le contesté:

“Es todo eso y más... es placer, deseo, sonrisas, siestas, ternura... sobre todo es ternura, es su olor, es que se quede dormida en mis brazos sin que se dé cuenta...”

Al escucharme me dijo que era suficiente y que no era necesario seguir, pero en mi cabeza solo tenía una respuesta.

“Nunca es suficiente cuando se trata de amor”.

Ella me dijo que yo no era una mujer normal, que estaba enferma y que ella me iba a ayudar, que debía poner de mi parte, que lo hiciera por mi familia, por mis amigos. Y ahí supe que debía fingir si quería salir de ahí y regresar con Bárbara. Desde ese día empecé a mentirle al mundo, tal cual como me lo dijo mi hermano Horacio y pensé que me costaría, pero cada día se fue haciendo más fácil.

Donde Todo Comenzó... (Barcedes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora