Capítulo XI.

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Ernesto ya tenía todo listo para su viaje. Estaba muy preocupado, algo pasaba y no se iba a quedar sin saber. Mercedes algo le estaba ocultando y María Elsa no se quedaba atrás. Al verla llegar esperaba que Mercedes viniera con ella, pero no. Ella se había quedado en Santiago y por más que le insistió que le diera una explicación, María Elsa se había negado. Solo le dijo que Mercedes era una mujer adulta y que tenía asuntos importantes en la ciudad. Algo no estaba bien y él como padre lo iba a averiguar.
Salió temprano esa mañana y solo dijo que iría a Chillán por unos trámites.

Ella siempre se había considerado una mujer fuerte, pero ahora Bárbara Román tenía miedo.
Miedo de volver a poner su corazón en manos de la inexperiencia de Mercedes, de su ternura, de su inocencia, de su candor.
Miedo de sí misma, de la inmensidad del amor que sentía por ella.
Miedo de acostumbrarse a tenerla entre sus brazos y que de un día para otro se fuera.
Miedo de los Möller, de las Román, de la gente, de la sociedad, que jamás aceptaría que el destino las había encontrado con la soledad a cuestas, viviendo sin vivir, y las había juntado despertando sus corazones al amor y dejándose llevar por él.

Suspiró, tratando de alejar los miedos y pensó en el ahora, sus días se habían llenado de color gracias a ella, había perdido el miedo por que su corazón había apostado por el sentimiento que las unía. Mercedes era su vida, y desde ese día se entregaría a ella sin importar lo que pudiera pasarle. Sólo viviría para ella y la haría feliz.

Bárbara sentía la tensión dulce en cada paso que la llevaba hacia su casa. Eligio no llamarla y darle la sorpresa. Los nervios hacían una revolución en todo su cuerpo, y el pulso se le aceleró sintiéndose una adolescente al tocar el timbre. Se acomodó el cabello para calmar un poco los latidos desbocados de su corazón mientras que esperaba a que Mercedes abriera. Esperaba que esa noche, todo cambiará entre ellas.

Mercedes se paseaba nerviosa de un lado a otro, esperando. Bárbara no le había hecho saber si aceptaba su invitación y las dudas y temores hacían estallar su cabeza.

¿Y si le ocurrió algo?

Tal vez era muy pronto para esto

¿Y si no quería venir y no encontró la forma de decírmelo?

¡Debí ir a buscarla!

Al sonar el timbre su corazón se detuvo. Un suspiro de alivio se le escapó y se aseguró de que todo estuviera en orden antes de abrir. Esperaba que todo saliera bien, tomó aire y al verla una oleada de alegría y de nervios se adueñó de ella.

- Barbarita... ¡Si viniste!.

- No me lo hubiera perdido por nada del mundo Mercedes.

Se acercó y Bárbara la abrazo y le dió un suave beso en la comisura de sus labios, ahí donde se formaban unos pliegues cuando reía. Mercedes se estremeció al tener su cuerpo y su boca tan cerca.

Se sorprendió al ver el pequeño departamento tan ordenado y la mesa arreglada de una forma tan especial. 

Sólo para ella.

- Gracias por las flores Mercedes, ocupan un lugar especial en mi escritorio. Oye esto está más lindo que la última vez que estuve aquí. Muchas gracias linda.

- Barbarita, no me agradezcas, mejor me das tu abrigo y te sientas para que cenemos.

Bárbara le dio el abrigo y al rozar su mano la tomó y se quedó mirándola, dejó una caricia en su rostro y le dejó un suave beso en la mejilla.

- Como tú digas pequeña.

Mercedes tomó aire y le sonrió para irse a la cocina y no perder el control. No quería presionar a Bárbara, aunque si hubiera sido por ella, la habría besado hasta cansarse.

Donde Todo Comenzó... (Barcedes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora