Capítulo 40 "Soñando con los ojos abiertos"

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Tres semanas, al parecer no había necesitado tanto para adaptarme al clima y la vida en Canadá. Todo marchaba bien, el trabajo me recordaba tanto a las tardes en el periódico de J-K, nada era muy diferente a mi vida en Montana antes de Michael.

Vivir con Oliver no era tan complicado como cualquiera lo imaginaba, era ordenado, inteligente y sabía como hacerme sentir alagada casi todo el tiempo, sus pequeños detalles como el despertarme cuando el desayuno ya está listo o ir por mi cada tarde al terminar la jornada de trabajo, en más de una ocasión había intentado besarme sin lograrlo, siempre había algo asechando a nuestro alrededor impidiendo el momento , podía estar segura de algo teniendo en cuenta nuestra relación relativamente cercana, mientras yo intentaba continuar con mi vida y mi rutina, él quería ser parte elemental de mi día a día, pronto notaba como mi historia con Danny parecía repetirse. No estaba segura si aquella de verdad era una maldición, las palabras de quien rondaba en los pasillos de la escuela se apoderaron de mi mente como un cáncer creciente, "Estamos condenados a amar sin condición a quienes nos dañan y no corresponder a quienes nos veneran". 

Los golpes discretos en la puerta de mi oficina me hicieron girar la sobre mis talones para encontrarme con la encantadora chica rubia que se había asignado como asistente.

—Hola, Lisa. Tengo tus mensajes.

—Hola Vicky, claro, entra.

Me dedico una sonrisa con la libreta en la mano derecha y un par de sobres en la mano derecha. Miro su libreta luego de dedicarme una sonrisa resplandeciente. 

—Tu madre pide ser enlazada a una llamada exactamente a las 5 de la tarde.

—Hecho —le dije con una sonrisa.

—Max quiere enviarte el manuscrito de un chico para saber si se puede publicar en la sección especial de la revista.

—De cuerdo, dile que lo revisaré y le daré una respuesta para la próxima semana.

—Muy bien.

—Los jefes envían las formas y las invitaciones para el crucero de este año, piden una respuesta de tu parte para saber si deben reservar el camarote para ti. 

—Los llamaré después. 

—De acuerdo. La señorita Mónica Dawson llama pedir tu numero de teléfono personal. 

—Ah claro, me encargo de eso. 

—Okay, y finalmente el señor Emmett Miller pide tratar un asunto urgente contigo el martes a las 2 de la tarde. 

—Emmett Miller, ¿No es un caza talentos? 

—Lo es, eso es extraño. 

—Ellos suelen recurrir a la editorial cuando quieren un numero especial de la revista o algo parecido.

—De acuerdo, anotalo en la agenda. 

—Con gusto. Aquí está la correspondencia —le tendió las cartas del día junto a un par de números de teléfono—, ¿Puedo ayudarte en algo más?

—Me gustaría revidar los artículos listos para este numero.

—Bien, los traigo en unos momentos. 

—Gracias.

Cerró la puerta y me detuve un momento para tomar asiento, deje los codos sobre el escritorio de caoba tomando un poco de aire revisando el primer sobre de la pila.

Aquella era una carta de un hombre llamado Alan Rouffe, me pedía con suma amabilidad tomar en cuenta su propuesta de trabajar en un libro biográfico sobre él, ofrecía un plazo de cinco meses para pensar en la propuesta y reunirme con él en Milán a las afueras de la cuidad para pactar el acuerdo de trabajo.

La propuesta simplemente me sorprendió, me había dedicado a mi columna en la revista a redactar pequeños cuentos basados en algunas canciones, ninguno de mis cuentos me parecía tan bueno como los de "El barco de cristal", pero ahora tenía la propuesta de un libro, no solamente un libro, la vida de una persona plasmada en hojas de papel, una historia sin final con alguna conclusión sobre su vida, pero nada seguro para el futuro... un libro como el de la vida de mi padre.

Guarde la carta en el primer cajón izquierdo de mi escritorio sin desechar por completo la oferta de viajar a Milán para conocer a ese mítico personaje o persona. Tomé el siguiente sobre obteniendo una sonrisa de este, tal vez para muchas personas el enviar cartas ya no era tan familiar como para otros, pero sin duda alguna a mí todavía me encantaba recibir correspondencia, y aquella era una tarjeta de cumpleaños de Danny, nuestra comunicación luego aquella última charla en Memphis era esporádica, sin embargo, no había olvidado aquella "fecha especial". 

1 de Febrero, mi cumpleaños. Llevaba tres semanas viviendo en un lugar donde básicamente nadie me conocía era la nueva chica misteriosa dentro del edificio saludando con una sonrisa en el rostro cada mañana sin hablar mucho con nadie fuera de mi departamento, no tenía amigos y la persona más cercana a mí en Kelowna era Oliver, quien tampoco conocía mucho de mí. De alguna manera el no tener a nadie cerca para celebrar mi cumpleaños me daba cierto alivio, podía pasar el día encerrada en esa oficina o simplemente caminar de vuelta a casa sin preocuparme por el frío. Era una fecha especial, sí, pero también era la fecha reservada en el  calendario para mí, podía ser por un día, refugiarme en mi mundo, mirar todo el día por una ventana si lo deseaba o solamente dormir, porque de alguna manera para mí, eso era festejar por un año más, ver al mundo de cerca y disfrutar de mis latidos. 

¿Lisa? —mi teléfono dejando un eco de la voz de Vicky por el silencio.

— ¿Sí? —pregunté presionando el botón amarillo y luego el de altavoz. 

El señor Jackson quiere verte en la sala de presidencia en 5 minutos. 

— ¿El señor Jackson? —aquella debía ser la primera visita del año como me lo habían advertido, pero no ese día no en mi cumpleaños. 

Sí, acaba de llamar su asistente, quiere verte ahí en 5 minutos.

—De acuerdo, voy para allá. ¿podrías tener listos los artículos en mi oficina para cuando regrese.  

Claro. 

—Gracias —el silenció me dejo temblando ligeramente, no estaba preparada para enfrentar al señor Jackson luego de toda la historia en Montana, necesitaba al menos un par de meses para poder dar la cara ante él y su esposa sin sentirme humillada. 

Decidí ir al baño antes de caminar directo a su oficina, seque el sudor de mi frente con una toalla de papel y  finalmente acomode pequeños detalles de mi maquilla y ropa para estar presentable frente a su imponente persona, subí al elevador con las palmas de mis manos sudando sin control alguno pude observar mi rostro desencajado en el interior plateado de las puertas y finalmente llegué al último piso, la primera persona en recibirme fue asistente de vicepresidencia.

—Al final del pasillo por favor —me indico con una mano alejando sus ojos de la computadora para dedicarme una sonrisa.

—Gracias —le respondí contando los paso hasta esas puertas de caoba esperando por mí. Tome la manija de una de ellas meditando con precisión si estaba lista o no para entrar, pero sin darme el tiempo suficiente de prepararme para el impacto de su presencia entre a la sala. Me dedico una de esas sonrisas encantadoras, sostuvo una rebanada de pastel entre las manos con una vela prendida en el centro, y mi corazón latió con fuerza.

—Feliz cumpleaños, Lisa —aquellos ojos marrones me quitaron la capacidad de reaccionar por minutos u horas tal vez, ninguna de mis extremidades se movió ni un milímetro, dejando a mis labios pronunciar su nombre en un susurro.

—Michael.

Lo tenía frente a mí, luego de tanto y no parecía real, era como un espejismo, un sueño, entonces tal vez estaba soñando con los ojos abiertos.       

Continuará...

Soñando Con Los Ojos AbiertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora