Capítulo 18 "Correr"

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Quería dejar aquella ventana en el pasado, continuar mi vida mirando de frente al futuro sin sentir la fría daga del arrepentimiento en mi espalda, deseaba poder volver a Memphis cuando lo deseara y no pensar en cuanta tristeza se encontraba en esas cuatro paredes, escuchar mi corazón latir de una manera regular sin llorar internamente. Estaba deseando dejar de contar cada maldito segundo, vivir de una manera espontánea, caminar con Michael de la mano en la oscuridad de la cuidad, mirarle a los ojos con media sonrisa y besarlo bajo la luz tenue de algún farol, tenía sueños con él, quería correr a un futuro seguro a su lado, y para eso era necesario dejar el pasado a un lado, sin fantasmas, sin miedos.

—Hola —tocó la puerta dejando ver en la ligera apertura la mitad de su rostro—. Tu madre me dejó entrar.

—Lo imaginé —le dije sonriendo sin pronunciar las palabras mágicas para dejarle pasar.

—Me sorprende verte aquí. Te imaginaba en Montana para esta fecha.

—Decidieron extender mis vacaciones, no he pasado mucho tiempo con mi madre en el último año y quiero cambiar eso.

—Ese es un buen cambio.

Asentí sin despegar mis ojos de los suyos, no lo invitaría a pasar hasta escuchar la petición salir de entre sus labios, peros quedo callado, abrió la puerta por completo y recargo la espalda contra el marco de la puerta y se dejó caer poco a poco hasta terminar sentado con las piernas cruzadas.

—Este lugar me trae muchos recuerdos.

—Toda mi niñez esta aquí, siempre espero el momento de volver y que el tiempo retroceda para ver a mi padre de nuevo al menos una vez más, debo ser muy estúpida para no superar su perdida en todo este tiempo.

—O quizá lo amas demasiado. No hay tiempo suficiente para superar la ausencia de alguien a quien amas sinceramente y desde el fondo de tu corazón.

—Supongo que no.

—Tu madre parecía muy sola cuando te fuiste a Montana sin una fecha de regreso, tú eras su vida y luego de verte partir no le quedo mucho, me pidió hacerle compañía durante todo ese tiempo, me gustaba venir a tu habitación, mirar por esa ventana —señaló en mi dirección—, me gustaba imaginarte caminando en el patio y en algún punto de tu retorno a casa me mirabas y decías "Hey, hola... Te amo". Fue difícil continuar aquí, cada tarde me prometía no volver, pero tu familia aún era la mía. Me tomó mucho convencer a mis padres de no odiarte luego de tu forma poco elegante de rechazar mi propuesta de matrimonio, al final lo entendieron, quizá porque tenía la esperanza intacta.

—Danny...

—No es tan patético, hasta hace un par de años me amabas, no puede ser tan diferente.

—Danny, basta.

—Vi el anillo en tu dedo, pero continuas aquí y no puede haber otra razón si no soy yo.

Dejé la ventana y decidí sentarme justo a su lado tome sus manos mirando directo a sus ojos.

—Una de las escenas más claras en mi mente dentro de esta habitación eres tu sosteniendo mi cuerpo el día en que casi muero, parecias un ángel —los ojos se me llenaron de lágrimas y toda la escena se repitió frente a mis ojos—, en ese momento solamente podía recordar el rostro de mi madre y el tuyo, escuchaba su voz histérica al teléfono y tus lágrimas caían sobre mí, me besaste, eso fue una despedida, mientras luchaba por no cerrar los ojos dijiste te amo, más que a nada en la vida, los paramédicos llegaron, perdí la consciencia por unos minutos o segundos y cuando estaba en la ambulancia quería pensar en ti, aferrarme a la vida por tu susurro, pero no pensé en ti, pensé en él, en sus ojos verdes y sus últimas palabras.

— ¿Qué dijo?

—Lisa, el dolor no se acaba cuando llegas al fondo de la botella, y el amor tampoco. Lo saco de un libro, me lo regalo su última noche, me acarició la mejilla, me miró directo a los ojos y apenas murmuró "Resilencia", esa palabra me hizo aferrarme a vivir, continuar con el día a día, ir a la universidad, conseguir un trabajo y poder tomarte de las manos ahora.

—...una palabra.

La que me había ayudado a vivir aquella noche, aquella palabra que me había repetido cada noche estando en la universidad, casi cada mañana estando en Billings, Montana, y las tardes de soledad en mi departamento antes de tener a Michael en mi vida. Tal vez aquel chico de ojos verdes y cabello castaño teñido de negro nunca imagino cambiarme la vida de esa manera tan radical, nunca espero regalarme un libro de quien más tarde se volvería el gran amor de mi vida. Michael, ese chico de ojos tan vivos, acostumbrado a embriagarse de recuerdos junto a una fogata, dispuesto a compartir toda una madrugada de sueños conmigo y la razón inicial de mi renacimiento.

—Una. Deseaba amarte, quería tener una familia contigo y pasar una eternidad..., enamorada.

—No de mí.

—Cuando estaba contigo repetía la misma escena en mi cabeza una y otra vez, me creí capaz de amarte tanto como tu lo hacías, pero...

—No sucedió.

—Lo intenté, cada noche entre estas paredes me tocaba los labios para recordar tus besos, quise encontrar tus ojos entre las estrellas y en cada abrazo algo diferente a ese sentimiento de cariño, pero no ssucedió. Cuando te vi de rodillas con el anillo frente a mí sentí pánico.

— ¿En algún momento pensaste en decir que sí?

El silencio nació entre ambos, quise soltar sus manos pero me sujeto con más fuerza, clamando por una respuesta sincera, buscando algún atisbo del sí. Terminé con el contacto visual para no volver a romper su corazon, y luego de un par de segundos puso

—Quiero casarme con Michael —las primeras lágrimas salieron.

— ¿Lo amas?

Cerré los ojos y suspire antes de asentir.

—Lo hago, más de lo que me gusta admitir.

— ¿Por qué continuas aquí? No deberías estar hablando conmigo, deberías correr a decirle que lo amas.

Soñando Con Los Ojos AbiertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora