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Hinata abrió una pequeña brecha en su barrera espiritual para poder entrar, una vez ahí, los aldeanos de aquel lugar se acercaron preocupados pues la noche estaba inusualmente inquieta.

— Sacerdotisa.- Le llamó un hombre viejo que se frotaba las manos con insistencia.- Sacerdotisa, creíamos que no volvería...- Su voz era angustia pura.

— Prometí quedarme esta noche para terminar de colocar la barrera.- Sonrió amable intentando calmar al mayor.- Pero me temo que tuve que salir un momento.- Extendió sus manos para mostrar al cuervo cubierto de sangre y barro que estaba envuelto por una tela.- Tenía que salir a ayudarle.

—¿Un cuervo?- Los niños se acercaron a verle de cerca.

—No le hablen muy fuerte, está agotado, parece que también huía de ellos...

—Sacerdotisa... ¿Es segura esta barrera? No es mi intención ofenderle.

La ojiperla cerró los ojos mientras continuaba sonriendo.

—Mientras me encuentre aquí la barrera se sostendrá de mi energía, pero una vez que me marche ustedes deberán rezar continuamente para que se mantenga, deben ser constantes. ¿De acuerdo?

Los aldeanos le escuchaban sintiéndose reconfortados por la joven mujer, asentían con firmeza pues ella tenía la extraña cualidad de hacerlos creer en sí mismos.

—Nosotros sostendremos esta barrera.- Afirmaron todos.

—De acuerdo, entonces vayan a dormir, la noche será larga.

—Ya hemos preparado una pequeña cabaña para usted.- Una niña le sujetó la mano con suavidad para comenzar a guiarla.

—Muchas gracias.- Movió la cabeza en un ademán para despedir a la gente y poco a poco comenzaron a dispersarse hacia sus hogares.

El interior de aquella cabaña, o mejor llamada choza, era humilde, apenas un pequeño hueco para cocinar, un futon para recostarse y una especie de chimenea para calentarse por las noches que comenzaban a enfriar, aquella niña se sentó a su lado pues le acercaba un poco de agua y un pañuelo, ya que Hinata comenzó a desenvolver al cuervo que yacía inconsciente.

—¿Va a estar bien?

—Mmm...- Hinata sostuvo el pañuelo y lo sumergió en el agua para comenzar a limpiar sus plumas.- Parece que sus heridas no son graves.- Una vez que las heridas estuvieron limpias y que se aseguró que no fueran profundas lo acomodó entre las telas de su futon.- Te acompañaré a tu hogar.

—Muchas gracias.- La niña se puso en pie inmediatamente y de nuevo se aferró a la mano de la joven sacerdotisa.

Ambas caminaron por la aldea para llegar al hogar de la menor, sin embargo, un rugido se escuchó a lo lejos.

—Nee-san.- La niña se apegó a las ropas de la sacerdotisa mientras temblaba asustada.

Hinata giró su cabeza hacía donde provenía el rugido, sin embargo, la barrera había cumplido su función, pues su intento de abrir dicha barrera se vio frustrado, era una criatura demasiado débil para intentarlo, su alma había sido purgada de ese mundo.

—Tranquila.- Sus pequeñas manos pasaron por la cabellera castaña de la pequeña niña.- Se ha ido, vamos.

Ambas caminaron con tranquilidad hasta llegar al humilde hogar de la niña, una vez frente a aquella casita la niña sonrió con tranquilidad y se despidió de Hinata moviendo su mano.

Están demasiado intranquilos.- Pensó al escuchar un segundo gruñido que agitaba su barrera.

Al regresar a su humilde lugar de descanso pudo notar que el cuervo se sacudía un poco, no sabía si los animales tenían la capacidad de soñar, de verdad que lo ignoraba, realmente su contacto con los animales era muy nulo, incluso con las personas era poco, de no ser porque se dedicaba a viajar de pueblo en pueblo quizás ni siquiera conviviría con las personas.

TenguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora