XVIII

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No podía soltarlo, aquello era lo único cierto para Kioko, no podía soltar el cuerpo del inerte del hombre que amaba, el cuerpo le quemaba en dolor, no sólo físico, el dolor de haberlo visto morir en sus brazos. Mierda. Ellos tenían que seguir avanzando para cumplir su cometido, pero ¿Cómo se suponía que iba a lograr semejante cosa? Dejarlo atrás era una de las ideas más aberrantes, no, se negaba.

Hinata mantenía la mirada en el húmedo piso mientras apretaba con sus manos la tela roja de su hakama, su barrera se había desvanecido una vez que Obito se había acercado a ellos, sólo lloraba en silencio, no podía mirar a los ojos a Obito, mucho menos a Kioko, les había fallado. 

— Vaya... Así que sólo logró matar a uno de ustedes.- Aquella voz siseante y ligeramente aguda llamó la atención de los tres miembros restantes del grupo.

Pasos húmedos siguieron a aquella voz, la energía que emanaba de aquel pasillo oscuro por el que había emergido Zabuza era abrumadora. El cuerpo de Hinata reaccionó de una manera que no había sentido jamás, cada músculo en ella se puso tenso, empezó a temblar aterrorizada y sabía que su vida estaba en peligro ¿Por qué? Nunca había escuchado la voz de aquella criatura y aún así sabía que si la muerte tuviera una voz, sería así, se levantó inmediatamente sujetando con fuerza su arco, como si eso pudiera defenderla de los próximos ataques, sabía que no tenía más flechas, su energía espiritual ya estaba al límite y sólo tenía la suficiente como para estar en pie.

— Orochimaru.- Gruñó Obito mientras comenzaba a adoptar una postura defensiva.- ¡Itachi!- Exclamó.- ¡Es hora de que pongas en pie tu culo!- Su voz era firme.

— Déjalo soñar con su dulce cerezo...- Un rostro blanco apareció al fin de entre la oscuridad, sus rasgos eran finos, en algunas porciones de piel en su rostro se podían ver pequeñas escamas delineadas en tonos lilas,  unos ojos viperinos de color dorado y pupila alargada, el cabello largo y negro le caía por los hombros, tan liso que parecía estar humedecido y quizás lo estaba, llevaba puesto una yukata de color blanco, aunque aquella tela lucía impoluta en su color, estaba mal puesto, como si la ropa no fuera algo que preocupara a aquella criatura.- ¿Acaso olvidas su maldición? Yo no, es por eso que me he permitido sumergirlo en un sueño.- Al finalizar aquella frase su mandíbula se dislocó hasta llegar la parte inferior de su esternón, su cuello se alargó con tal velocidad que Obito apenas pudo reaccionar para alejarse con un salto sujetando a Hinata en un brazo y en el otro a Itachi.

Kioko por su parte se arrojó a un costado sujetando a Kakashi, no, ella no iba a dejarlo, lo colocó con cuidado en el suelo y miró con angustia al Kitsune, sus labios se apretaron, quería sollozar, pero se obligó a sí misma a ponerse en pie y empuñar su espada con bravura, tenía que cumplir con su misión, no podía fallar, su muerte no sería en vano.

— Ahhh... Aún tienen fuerza.- Dijo al fin al colocar su cabeza en su lugar, una sonrisa se dibujó en sus labios, expresando placer y cierto brillo maligno aparecía en sus ojos.

— Debes quedarte aquí, protege a Itachi.- Dijo Obito poniendo su cuerpo entre Hinata y Orochimaru.- Recupera toda la energía que puedas.

— De acuerdo.- Sin embargo, Hinata sentía como la energía le era drenada, retenerla en su cuerpo le era imposible.

— Es una pena.- Chasqueó los dedos y una barrera espiritual se formó al rededor de Kioko y Kakashi.- Por ahora tú no eres de mi interés.- Dijo sin siquiera mirarla.

Kioko observó aquella barrera, no se parecía a nada que hubiera visto antes, la energía que la formaba era diferente a la de cualquier Tsuchinoko ¿Qué era Orochimaru? No, no podía pensar demasiado, su espada se llenó de fuego negruzco, estaba lista, rompería la barrera si fuera necesario, pronto asestó el primer golpe, electricidad destelló de la barrera y entonces salió expulsada hasta caer junto al cuerpo de Kakashi, parte de la manga izquierda de su uniforme se quemó y cayó en pedazos, la había salvado de una fuerte quemadura, pero el dolor en su cuerpo le comenzaba a pesar y ya no fue capaz de levantarse.

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