Llegó el avión. Finales de Junio, hacía calor pero yo tenía frío. Salí del aeropuerto, y busqué entre la gente. Mis padres no estaban allí, salí con las maletas como podía al aparcamiento. Al momento encontré nuestro cutre coche gris, ya tenía sus años, pero no importaba. Allí estaban mis padres, hablando animadamente. Fui a paso ligero, y en cuanto me vieron me abrazaron. Solté las maletas, y les devolví el abrazo. Hacía mucho que no tenía un abrazo suyo, que les veía en persona. Extrañaba ese peculiar olor de mi familia.
-Cariño -dijo mi madre, y se separó de mí- ¿qué te ha ocurrido? -preguntó.
-¿Qué? -pregunté sin entender.
-Estás, estás -dijo mi padre- estás muy delgada. ¿Has comido bien? ¿No te gustaba allí la comida? ¿Qué ocurrió?
Negué con la cabeza, no les iba a decir que intentaba adelgazar. No entendía su cara de espanto al verme, sabía que era horrible, ¿pero tanto que hasta mis padres me lo decían? Vale, adelgacé. Pero ¿eso es malo?
-Bueno, hablaremos de eso luego. Vamos a casa.
Mi madre me sonrió, colocaron mis maletas en el maletero y yo subí a la parte trasera del coche. Mi padre arrancó en cuanto todos teníamos los cinturones puestos. Vi como nos alejábamos del aeropuerto, y nos dirigíamos a la carretera. En cuestión de minutos entramos en mi ciudad. Hacía tanto que no la veía... Vi grupos de chavales y chavalas saliendo por ahí, riendo. La mayoría los conocía desde el parvulario. Era gracioso volver a ver todo esto.
Aparcó, y salí corriendo. Vi nuestro portal, hacía tanto que no lo veía. Insistí en coger por lo menos una maleta pero no me dejaron, así que solo llevaba el bolso que tenía en el hombro colgado. Subimos al ascensor y toqué el botón, me hacía ilusión. Como cuando era pequeña.
El ascensor pitó, se abrieron las puertas y salí enseguida. Mi padre sacó sus llaves, que tenían un llavero azul de tela que le hice cuando tenía tan solo diez u once años. Entré y fui hacia mi cuarto. Di un largo y profundo suspiro.
-Te dejamos un poco sola -dijo mi madre por atrás- voy a hacer la comida.
Asentí. Ella cerró la puerta a su paso, y yo dejé caer mi bolso en la cama. Examiné cada centímetro de la pared, empapelada completamente de posters de One Direction. Cada uno en su sitio, como los dejé. Hacía bastante que estaba así, la verdad no me acordaba ni de qué color estaba pintada la pared. Ahora, era tan extraño.
>>No llores.<< Me dije a mi misma.
Me acerqué al escritorio, también en él había cosas de los chicos. ¿Las estanterías? Llenas de sus libros, oficiales y no oficiales. Debajo de un escritorio, un motón de revistas en las que aparecían ellos. En otra estantería, tengo todos sus discos, películas, vídeos. Tenían hasta todas las grabaciones de sus audiciones de The X Factor, videodiarios, y sus primeros conciertos. Ahora todo ha cambiado tanto... Me acerqué a la cama, me senté y en la mesita de al lado... Un marco, con una foto de Niall sacada de tumblr. Cuando marché de aquí, me acuerdo que dije "Tú cumpliste tu sueño, espero que yo cumpla el mío y te conozca mientras estudie allí."
Besé la foto, y me cayó una lágrima. Sí, lo había conseguido. Pero, ¿ahora qué? ¿Mereció la pena tener esos instantes de felicidad para ahora volver a estar como antes? Volver a sentirme mal, incluso peor que antes.
-¿Por qué te tengo que querer? -pregunté a la fotografía, como si esperara una respuesta.
Me lavé la cara, y poco después fui a comer. No quería, pero me obligaron. Aún así, luego lo echaría por el váter. Entonces, empezaron a hablarme, a preguntarme qué comía. Les dije que lo normal, pero no me creyeron. Decían que estaba demasiado delgada, pero yo tampoco me veía tan cambiada, exageraban. Empezaron a dudar, "¿Y si te has vuelto anoréxica? Eso es lo que parece." Cuando acabé de comer fui al baño, a ya sabéis.
-Cielo -dijo mi madre entrando en mi cuarto, eran las seis de la tarde.
-¿Qué quieres mamá?
-Sé que hoy estarás cansada, pero mañana podrías salir por ahí. Con tus antiguas amigas. -Me encogí de hombros- Cariño, tu padre y yo hemos hablado... -cuando decía algo así, siempre había una mala noticia.
-¿El qué?
-Vas a ir al psicólogo.
-¿¡Qué?! Mamá, ¡si yo estoy bien!
-Ya lo decidimos, lo siento. Nos preocupamos por ti -me agarró la mano dulcemente- es por tu bien.
Continuará...