Capítulo 36

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Más preguntas estúpidas por parte del psicólogo. Él no me iba a hacer entrar en razón. Puede que comiera en casa para intentar que mis padres estuvieran tranquilos, y que el pobre psicólogo piense que hace bien su trabajo. Pero no me costaba nada echarlo todo en el lavabo luego, salvo un dolor de garganta terrible. Mis padres no entienden por qué seguía adelgazando. Encima el psicólogo se siente orgulloso de "curarme de mi trastorno" (aunque no tenga nada, para mi gusto). Aunque seguro que lo único que le preocupaba era aligerar la cartera de mis padres, estuviera yo bien o no. Claro que si esta no era la última volvería a más sesiones y mis padres pagarían más. Qué mierda todo, ¿no? No sé porque de pequeños nos cuentan cuentos de princesas de Disney, y cosas por el estilo. Lo único que hacen es ilusionar a los niños. ¿En serio creen que va a aparecer un hada madrina que te convierta en una chica preciosa para ir a un estúpido baile, como en "Cenicienta"? Pues no. No tenía sentido, además, ¿por qué el príncipe la escoge a ella? ¿Porque es guapa? Qué superficial sonaba, pero era la realidad. Además, escapando a las doce se le sale un zapato, ¿en serio? A mi si se me salía un zapato, tropezaba y me caía escaleras abajo. Y no hablar de la razón por la que marchaba. Porque en cuanto fueran las doce, volvería a ser una limpiadora, y estaría fea con ese trajecillo. Más o menos, se escondía como yo. Ahora que creía que estaba fea, no me apetecía que me viera nadie, y apenas salía. Cuando esté guapa, si eso llega algún día, saldré.

Quería ser como la modelo por la que Niall me reemplazó, aunque ahora supuestamente esté libre. El primer día que volví a España no fui capaz de dormir en mi cuarto, me enfadé y quité todos los posters sin piedad. Quité todo, todo de los chicos. Lo guardé en varias cajas, ahora estaban todas las cosas debajo de mi cama. Y siguió el verano, y yo seguía sufriendo, porque me di cuenta de una cosa. Nunca sería libre de esta condena.

Niall me salvó una vez, me tenía en sus manos, pero decidió soltarme.

Narra Niall.

Seguía sin saber nada de Melanie, ¿cómo estará? No me respondía las llamadas, ¿por qué? Bueno, sabía la respuesta. Seguro que se enteró de lo de Bárbara. Sí, Bárbara la modelo. Tenía que explicárselo, pero no me dió la oportunidad. Mandaba mensajes que no le llegaban, la llamaba pero no respondía... ¿Qué más podía hacer? La mayor parte del tiempo estaba encerrado en coches o aviones, hoteles, o cantando en un concierto de cualquier país. Pero fuera donde fuera, mi mente se había quedado en Londres, con ella. Bueno, seguro que a estas alturas estaría ya en España. Me gustaría coger un avión e ir a su casa a explicarle qué ocurrió en realidad. Claro, que no sé ni donde vivía.

Entonces, me vino una idea a la cabeza.

Cogí el móvil rápidamente, miré en la agenda. Ahí estaba. Llamé, tardó dos pitidos hasta que lo cogió.

-¿Si?

-¡Zoe! -dije ilusionado, por fin. Igual a través de ella podía contactar con Melanie.

-¿Qué quieres Niall? -preguntó amable.

-Quería preguntarte por Melanie. Verás, hace semanas que no puedo ni llamarla, ni mandarle mensajes, ni nada. ¿Sabes qué le ocurre?

-Venga ya, como si no lo supieras -hizo una pausa, como si yo tuviera que decir algo. Pero me mantuve en silencio, así que continuó – Vio lo de la modelo.

-Pero no es lo que parece, se lo tengo que explicar. Por favor, dile que conteste a mis llamadas, o a mis mensajes, o algo.

-No sé Niall...

-Por favor, Zoe.

-Desde que te vio con la modelo se hundió mucho, intento hablar con ella y visitarla pero se cierra. No quiere estar con nadie, está muy depresiva... Y dejó otra vez de comer.

-¿Qué? -dije con un hilo de voz.

-Están obligándola sus padres a ir a un psicólogo, me lo dijeron el otro día. Pero no hace nada, sigue igual o peor -volvió a hacer una pausa- Niall, yo también me preocupo por ella, pero ya no sé qué hacer.

-Por favor, dile que me llame, si puedes.

-Lo intentaré -dijo y noté como suspiraba.

-Muchas gracias, en serio.

-No es nada, los dos queremos que vuelva a ser ella misma.

Asentí, me despedí y colgué el teléfono. Ahora solo tenía que esperar, pero tampoco podía quedarme de brazos cruzados, o al menos no quería. No mientras ella estuviera así.

Continuará...

Unless «n.h.»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora