Terminó las tareas en la oficina, miró por el ventanal y el sol se estaba escondiendo. Pensó en Alfred y Caroline, viajaban de madrugada para instalarse en su nueva casa, sabía que no la vería por un buen tiempo y quería despedirla como ella se merecía. Sabía que él era todo para su hermana, lo amaba con devoción y como Caroline era lo único que le quedaba de su familia, la apoyaba y a pesar de la distancia que se instalaría entre ellas, le deseaba la mayor felicidad. Era la última cena que compartirían juntas y quería preparar algo especial. Tomó su chaqueta, su bolso y bajó las escaleras. Fue al tocador, se miró al espejo y acomodó su cabello castaño colocándole una hebilla, se lavó las manos y salió.
Sonó el móvil y se detuvo brevemente, era su hermana.
—Si... ya sé. Estoy saliendo. Déjame ver... —Miró el reloj y apuró el paso. —Sí, no te preocupes, de camino compro las cosas y... ¿Cómo que en dos horas? No llegaré... ¡Qué pena! Uh... Ok. Que lo disfruten y lo pasen hermoso, te deseo lo mejor, te amo y nos hablaremos... —Colgó con pesadez por no poder despedirse de ella. Suspiró y se acomodó el mechón de cabello que había vuelto a salirse de su lugar.
Caminó por el pasillo y tomó la salida al tiempo que saludaba a Claire. Pasó por el costado de los almacenes de cereal y de repente un cuerpo se abalanzó sobre ella, no alcanzó a gritar, sólo tiró sus cosas al suelo desparramándose por doquier.
Con sus manos la empujaron a la oscuridad, y antes de que pudiera gritar, apretaron su boca con una intensidad que la ahogaba. La arrojaron sobre los costales de cereales y temió lo peor. Las lágrimas comenzaron a escurrir por sus ojos a borbotones y el sollozo ahogado que se atragantaba la hizo quedar sin respiración. Sus manos estaban atrapadas sobre su cabeza y aquel ser asqueroso, se apoyó sobre ella. Giraba su cuerpo y trataba de impulsar con sus piernas aquel hombre que por todos los medios quería apoderarse de ella. Tenía tanto miedo que su corazón acelerado parecía salir de su cuerpo. Soltó su mano por un segundo para bajar sus pantalones y sus bragas mientras ella, a pesar de la fuerza con que le apretaba la boca, suplicó.
—Por favor.... Por favor... No.
Aquella boca con aliento a tabaco besaba su cuello, su cuerpo y ella se sacudía en llanto y desesperación.
Se retorció llorando de un lado a otro, pero nada lo hacía detenerse, finalmente, vencida y agotada por luchar inútilmente, se quedó muy quieta sabiendo que no podía hacer nada más. Miró la tenue luz que entraba como una fina línea a través del hueco de la persiana y las lágrimas seguían escurriéndose. Cuando al fin terminó, los ojos negros se posaron en los suyos, y en ese segundo supo que los había visto antes. Levantó su puño y la golpeó.
Cuando despertó todo seguía oscuro, le dolía todo el cuerpo que había sido terriblemente mancillado, y se sintió asquerosa. Unos deseos inconcebibles de huir se apoderaron de su pensamiento, llorando y con mucho dolor se puso de pie, subió sus pantalones y salió de ese lugar de horror.
Corrió, sólo deseaba alejarse. Dejó la puerta del galpón abierta, tomó sus cosas y corrió con un temor que paralizaba su mente y sus pensamientos. Se adentró en el bosque, cruzó el puente que cada día la llevaba al trabajo y perdida en sus pensamientos y dolor, llenos sus ojos de lágrimas salió a la carretera. Cuando alcanzó el pavimento, giró su cabeza ante el chirriar de los frenos y una luz brillante dio en sus ojos encegueciéndola. Se tiró hacia el costado golpeando su cabeza con el piso.
Thomas miró por la ventanilla del Mercedes, Ann salía del edificio, apretó los puños poniendo sus nudillos blancos. Lo sospechaba hace tiempo, pero comprobarlo con sus ojos, sería algo muy distinto. Salió del edificio, había estado media hora, se montaba en su coche y partió. Sintió que su corazón se aceleraba, parecía imposible que no tuviera suerte. Debía aquietar sus pensamientos y recuperar la compostura.
Sus ojos estaban nublados de impotencia, trató de calmarse. Resopló mientras encendía el motor del coche y salió de allí a toda velocidad. Dejó que el aire fresco de la noche entrara y aliviara el fuego que sentía dentro de sí. Quería comprobar lo que tanto temía, quería saber el tipo de mujer que realmente era y aquietar su mente luego de mirar aquella fotografía innumerables veces. Necesitaba quitar esa duda que lo carcomía por dentro. Pensaba en su cabeza quién podría ser, de seguro lo averiguaría aunque luego no sabía que haría, su vida era una nube de niebla densa que no le permitía vislumbrar nada más allá. Tomó la carretera principal y puso la música fuerte para así arrancar esa angustia que sentía. Llevaba las manos aferradas al volante, pero su mente estaba lejos, tomó la curva entre los pinos y arces cuando pisó el freno a fondo y sintió los neumáticos del Mercedes chirriar al tiempo que volanteaba para esquivar aquel bulto en el pavimento. Miró por el espejo retrovisor sumamente nervioso. Pasó la mano por su cabello sin quitar la mirada de aquel reflejo. Bajó rápidamente y se acercó. Una mujer yacía en el piso, estaba golpeada, tenía un ojo cerrado por la hinchazón y estaba inconsciente.
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Perseguir El Viento
RomanceCOMPLETA La carretera oscura, la música fuerte para ayudar a olvidar y un cuerpo en el medio del pavimento... Así comienza esta hermosa historia de amor.