CAPÍTULO 31

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Por la mañana temprano, Julia apreció por la sala, casi no había dormido por la felicidad y los nervios que sentía en su estómago al escuchar sus palabras, al sentirlo de ella y poder abrazarlo, besarlo y compartir con él como tantos días había deseado. Lo anhelaba, lo extrañaba tanto que le dolía. Vio su auto estacionar al frente del departamento y sus manos se pusieron sudorosas, no aguantaba las ganas de verlo, mientras él descendía del coche y se aproximaba a la puerta, ella lo esperaba con ansias parada junto al picaporte, esperando que golpeara para no parecer desesperada, pero apenas sintió que llamaban, abrió y se abalanzó sobre él escondiéndose en su cuello e inspirando su perfume, él se sobresaltó por su emoción y la abrazó, estrechándola fuerte entre sus brazos. Se besaron suavemente y se miraron unos segundos silenciosos, contemplándose con una media sonrisa en los labios.

—Buenos días.

—Buenos días. —Volvieron a sonreírse y él acarició su rostro.

La mañana estaba fresca y Caroline y Alfred se levantaron para despedirse de ello. Se abrazaron fuerte y las hermanas se desearon lo mejor, dejando promesas de visitas futuras y de bailes y tragos frecuentes con Thomas que muy complacido recibió el abrazo de Caroline y Alfred. Se sentía muy cómodo con ellos. Subieron al coche y antes de arrancar él tomó su mano y la besó suavemente. Arrancó mientras ella se apoyó de lado mirándolo atentamente. Pasaron unos minutos y él desvió su mirada al notar la suya fija en él.

—¿Sucede algo?

—No.

—¿Y por qué me miras así?

—Porque me gustas mucho. —Él sonrió y ella se abalanzó sobre él.

—Vas a matarme... —Ella frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Porque creo que lo que siento en este momento aquí contigo supera todo lo que alguna vez pensé que podría sentir. —Ella sonrió.

—Pues ve acostumbrándote a que te abrace todo el tiempo, que te bese, que te acompañe donde vayas y que te ame sin medida. —él tomó su mano y la besó.

Se detuvieron en la gasolinera para cargar combustible y comprar un buen café.

Ella lo miró a la distancia, se veía tan atractivo que su garganta se secó y le pareció un sueño que la amara, que pudiera quererla a ella. Él sonrió al notar su mirada y ella replicó deseando que le sonriera siempre. Su mirada cambió al recordar a Vincent, Ann... el bebé. No sabía hasta qué punto sabía él de aquello, pero supo que no podía mentirle ni ocultarle nada. Él se acercó sentándose a su lado y ella notó que su sonrisa cambió y su ceño se arrugó.

—Quiero preguntarte algo... —lo miró expectante. —¿Por qué te fuiste de casa? —ella tragó el sorbo de café y bajó su mirada. —Dímelo... ¿Qué sucedió?

—No quiero mentirte, ni quisiera que tú lo hagas conmigo. —él asintió pero las arrugas de su frente se intensificaron. —Escuché una conversación tuya con Martha, donde le decías que estabas cansado, que querías que me fuera... ¿Por qué dijiste eso?

—Señorita Chase... ¿Por qué anda escuchando conversaciones ajenas? —ella apretó sus labios un poco avergonzada pero no demoró en responder.

—No es que yo quisiera escuchar... iba por el pasillo y su voz estruendosa resonaba por doquier. Era inevitable no escuchar...

—Me imagino... —enarcó una ceja y sonrió.

—Es la verdad...

—Mira, no es bueno oír conversaciones donde uno escucha la mitad y no entiende bien de qué se trata. —lo dijo con ironía y sarcasmo mientras ella lo miraba y oía atentamente. —Yo no estaba hablando de ti. Hablaba de Ann. —Julia lo miró sorprendida y a la vez, entendiendo en parte las frases y palabras. Lamentó haber oído eso y todo el daño que le habían hecho aquellas palabras que se habían clavado dentro de su corazón.

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