Por la mañana temprano, Marco le firmó el alta a Julia, sonrió al verla mejor.
—Julia, lo que necesite, no dude en consultar.
—Muchas gracias doctor por todo lo que ha hecho por mí. —sonrió mientras se ponía de pie. Llevaba aquella ropa sucia y sintió un deseo incontrolable de llegar a su casa para quemarla.
—Puedes llamarme Marco. —extendió su mano sonriendo y ella la estrechó.
Cuando él se fue de la habitación, abrazó a Martha para despedirse de ella.
—Nunca la olvidaré. Ha sido como una madre en estos momentos tan terribles.
—Querida, no te despidas tan pronto, y no me agradezcas nada. —Julia frunció el ceño y sonrió. —Vamos a pasar por tu casa a buscar tus cosas.— la mirada de Julia se estrechó y su sonrisa se borró de sus labios.
—No entiendo.
—Te vienes conmigo...
—No señora, muchas gracias... se lo agradezco de verdad, pero de ninguna manera la importunaría así.
—No me importunas, me sentiré tranquila de saber que estas bien y que te recuperas... Thomas va a darte trabajo, ¡¿no es excelente?! —Martha sonrió y tomó las dos manos de Julia entre las suyas, mientras que ella abrió los ojos grandes y se preparó para protestar. —No puedes negarte querida. De ninguna manera volverás a ese lugar donde estabas trabajando, al menos no por ahora. Sé que necesitarás trabajo y yo necesito una compañía —sonrió pícara. —Mi Thom me tiene abandonada, me siento muy sola. Tu compañía será un bálsamo para mí.
—No no... no puedo. Le agradezco sus intenciones, pero yo puedo valerme por mí misma. No quiero molestar y tampoco quiero lástima de nadie.
—No es lástima, y no molestas. De todas formas trabajarás, no será caridad... Por favor... hazlo por mí. —no soltaba sus manos, y las apretaba más fuerte. Julia la miró con ternura, era una mujer sumamente especial y le debía tantos cuidados y atenciones. Necesitaba el trabajo, no quería estar sola, y no podía volver a CerealTrack. No podía.
Movió la cabeza asintiendo e hizo una breve sonrisa. Martha la abrazó feliz.
Salieron del hospital, tomaron un taxi y pasaron por casa de Julia.
Era pequeña, tenía un sendero el frente y estaba rodeada de arbustos prolijamente cortados.
Julia pidió tiempo para preparar sus cosas y Martha prometió enviar por ella a la tarde.
Caminó con un poco de dificultad, todavía dolía el desgarro de su pierna y todos los magullones de su cuerpo. Colocó la llave en la cerradura y abrió despacio. Todo estaba en penumbras y silencioso. Sintió su pecho apretado. No quería estar sola y ese silencio le provocaba angustia. Camino hacia la mesa y encontró que Caroline había dejado una nota sobe ella
¡Te voy a extrañar mucho! ¡Cuídate!
Caroline
Sonrió.
Miró a su alrededor, supo que le costaba dejar todo y a la vez necesitaba que le ayudaran a empezar de nuevo, se sentía incapaz en ese momento de pasar tiempo sin compañía.
Fue a su habitación buscó una maleta y fue metiendo dentro sus cosas, ropa, elementos personales, todo lo que creyó poder necesitar al menos durante algún tiempo.
Cuando terminó, las dejó junto a la puerta, se cambió de ropa, tomó la maceta de su peonía y se sentó en la mesa mirando fijamente la puerta cerrada. No apartó la mirada de allí hasta que no golpearon. Sabía que a partir de esa noche en CeralTruck, su vida había cambiado para siempre.
Un empleado de Gibson estaba del otro lado del umbral, era un hombre mayor, de cabello cano y sonrisa amable. Tomó las maletas, las cargó en el coche y ayudo a Julia a subir.
El camino era tranquilo, ella iba concentrada en los arces y apretó los ojos mirando hacia el otro lado cuando pasaron por la cercanía de CerealTruck, por un momento pareció vislumbrar su cuerpo en el pavimento y se estremeció.
Desviaron de la carretera principal. Tomaron una callecita lateral de tierra y apareció el cartel "Village. Caballos de Polo." Se acercó más al vidrio para no perder detalle. Todo se veía verde, el césped prolijamente cortado. Empleados por doquier, corrales, galpones, edificios modernos. Se sorprendió a si misma de lo grande que era aquello.
Avanzaron por un camino cubierto de pequeñas piedras, que hicieron saltar y vibrar el coche, haciendo que cada magullón volviera a doler.Al frente, una casa muy grande y antigua, de una sola planta, colonial. Tenía una galería que la recorría, con columnas anchas de piedra y arcadas uniéndolas. Al frente, el pasto verde, perfectamente cortado, canteros llenos de flores y estrechos senderos que comunicaban con otras dependencias, cubiertos de trozos de ladrillo naranja. Árboles secos escondidos entre enredaderas verdes. Julia sonrió. Todo se veía hermoso. El coche se detuvo al frente y Martha salió a su encuentro con dos mujeres empleadas de la casa.
— ¡Qué bueno que ya estás aquí! —sonreía sinceramente y Julia se sintió bienvenida. —Ella es Bárbara y ella Laura —las presentó. —Lo que necesites puedes pedirles.
—Muchas gracias Martha. —Caminaron por uno de los senderos e ingresaron por la puerta principal.
Dentro, los techos eran muy altos, como todas las casas antiguas, las puertas de madera rústica y a su alrededor por donde mirara, caballos pintados, tallados, esculturas, fotografías. Martha la llevó por un pasillo, atravesaron la sala, un comedor muy grande con una larga mesa de roble y a su alrededor sillones tapizados de cuero negro. Julia inspiró aquel aroma que le trajo recuerdos de su niñez, mientras Martha le mostró el estudio, la zona de habitaciones principales, los baños y llegaron a la que sería su habitación.
—Pasa querida, adelante. —abrió la puerta y Julia entro.
El espacio era mediano, pero para ella, más que suficiente. Tenía un ventanal de dos hojas, alto, con un alfeizar, unas cortinas blancas con detalles en dorado que se movían por la fresca briza que entraba a través de ella. La luz que ingresaba era perfecta, un rayo de sol caía en medio de la habitación dándole calidez. La cama era amplia, con un respaldo de madera rústico y a su alrededor un mosquitero blanco, a tono con la cortina. Había un pequeño escritorio, y dos mesitas de noche. Julia sonrió.
El lugar era perfecto, sobretodo porque estaba lleno de luz, que era lo que ella necesitaba en aquel momento.
Martha la condujo a una puerta donde estaba el tocador, pequeño pero cómodo.
—Aquí estarás muy bien, te repondrás pronto. —Dejaron las maletas al lado de la cama. —Puedes acomodar tus cosas y ponerte cómoda. Cuando Thomas regrese, hablaremos con él para que te explique lo que debas hacer.
Julia le agradeció una vez más y cuando Martha cerró la puerta, se desplomó sobre la cama y se quedó mirando las vigas del techo por un breve momento, un relincho la hizo volver en sí. Se acercó a la ventana y desde allí veía un grupo de caballos corriendo por el pasto. Dios no la había olvidado después de todo.
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Perseguir El Viento
RomanceCOMPLETA La carretera oscura, la música fuerte para ayudar a olvidar y un cuerpo en el medio del pavimento... Así comienza esta hermosa historia de amor.