CAPÍTULO 4

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Julia se dio un baño, miró por la ventana y el sol se estaba escondiendo, se cambió, acomodó su cabello en un recogido y salió por el pasillo. Miró alrededor y no había nadie. Camino observando todo y tratando de fijar en su mente los lugares y las cosas. La casa se oía silenciosa, siguió adelante hasta que llegó al comedor y se detuvo a mirar los cuadros e inspiró aquel aroma del cuero y del campo que le evocaba momentos felices. El ruido de unos tacos en el suelo llamo su atención. Se volteó y su mirada se encontró con la de una bella mujer de cabello castaño, ojos marrones y rostro perfecto, que la observaba con el ceño fruncido.

- ¿Y tú quién eres?

-Oh... disculpe... Soy Julia Chase. -Se acercó para extenderle la mano, pero inmediatamente, sintió otros pasos por detrás de ella y apareció Thomas Gibson.

Al verla abrió los ojos sorprendido. Ann se dio vuelta y apoyó ambas manos en su cintura mirándolo con desdén. Julia escondió su mano, aquel hombre de cabello castaño muy claro y ojos azules con tinte verdoso la observaba de una forma que no alcanzaba a entender. Notó que no tenía la menor idea de que ella se encontraba en la casa y sintió vergüenza pero sobretodo, se sintió como una inoportuna e invasora.

-Julia... ¿cómo está usted? -ella abrió la boca para decir algo, pero Martha apareció.

-Es nuestra invitada Thomas. Va a quedarse un tiempo con nosotros. -sonrió y se acercó a Julia que a ese momento estaba deseosa de hacer un hueco en el suelo y tirarse dentro al terminar de confirmar que ese hombre, el dueño de la casa y de todo eso, no tenía idea de que ella estaba allí ni de que se había instalado.

-Ah... bien... -volvió a sentir ganas de desaparecer.

-Enseguida sería bueno que pudieras reunirte con ella para ubicarla en algún puesto...

-Mejor será que yo me vaya Martha -dijo Julia a su oído.

-No no... de ninguna manera querida, ve a tomar algo a la cocina que yo hablaré con Thomas y Ann.

Julia totalmente avergonzada e incómoda caminó hacia la cocina.

Ann no quitaba sus ojos de ella y apenas desapareció de su vista, reprochó a Thomas.

-¿De dónde sacaste a esta mujer?

-Es invitada de Martha, ya oíste. -dijo seriamente.

-Martha se toma algunas atribuciones que no...

-No te metas Ann. Por favor... Martha se puede tomar todas las atribuciones que ella considere. -Ann lo miró enojada y sin decir una palabra más, se volvió, tomó su bolso y salió en busca de su coche.

-Thom, ve hablar con ella...

-Déjala... Mejor ven conmigo al estudio que tú y yo tendremos una conversación bastante seria. -la miró fijamente a los ojos reprochándole.

Fueron al estudio y Thomas le reprochó por la presencia de Julia. Después de todo, era una mujer extraña, a la cual casi no conocían y no era prudente, pero Martha estaba convencida de que era buena persona, estaba sola y necesitaba un trabajo.

-¿Un trabajo? ¡¿Cómo se te ha ocurrido traerla?!

-Quise consultarte, me dijiste que tomara la decisión que considerara. ¿Qué querías?, ¿que la dejara en su casa?, ¿Qué volviera a trabajar donde sufrió tanto? Lo siento, pero no pude...

Thomas puso los ojos en blanco. Martha era tan buena que era obvio que iba ayudarla a como dé lugar.

- No sé qué haremos con ella aquí, no sabemos nada de ella y la verdad es que me pone sumamente incómodo que alguien desconocido ande metido dentro de mi propia casa. - su ceño continuaba serio y Martha no dijo nada más. -Dile que venga...

Ella fue en su búsqueda, y Thomas en lo único que podía pensar era en la cara de celos de Ann. Tal vez todas sus dudas, no eran más que eso, dudas y confusiones, o al menos eso era lo que deseaba.

Golpearon la puerta.

-Adelante.

Julia abrió despacio y se sorprendió de aquel lugar, estaba lleno de papeles por doquier, armarios con más papeles, un cuadro precioso de la casa con una pareja, un escritorio, un sillón al costado y otro negro muy grande y cómodo donde estaba sentado aquel hombre de mirada penetrante, sonrisa inexistente y palabras duras.

-Julia, toma asiento... -estiró la mano invitándola a sentarse.

-Gracias... -dijo tímidamente y se ubicó frente a él.

-Puedo ver que estas mejor, y me alegra.

-Sí, gracias. -Aún le costaba caminar, le dolía la pierna, el magullón del ojo comenzaba a tomar colores verdosos.

-Muy bien... dime... ¿qué hacías en tu trabajo?

Julia estaba nerviosa, no quería ser inoportuna en aquella casa, no quería comprometer a Martha y no quería molestar a la señorita elegante.

-Señor, no se preocupe que mañana mismo tomo mis cosas y me voy. No es necesario que se moleste, ni yo tampoco quiero importunarlo. Definitivamente no nos conocemos, y a pesar de que le agradezco inmensamente que me ayudara aquella noche, no debe sentirse obligado conmigo de ninguna manera.

Thomas abrió los ojos sorprendido por semejante verborragia, por la altivez de sus palabras, por ese orgullo que cargaba y ese tono de voz que la colocaba muy lejos de ser una mujer necesitada de tantas atenciones, pero su sensatez en cierta forma lo conmovía al igual que su historia. Allí sentada con ese aire orgulloso, le provocaba hasta cierta compasión.

-Julia...

-Gracias por su atención y gracias por todo lo que hizo usted y la señora Martha, ahora me retiro, no quiero interrumpir su trabajo. -se puso de pie y estiró su mano para estrechársela a modo de despedida.

-Julia...

- ¿Si señor?... -seguía con su mano estirada, pero ahora levantó la mirada y se encontró con aquellos ojos claros inquisidores, ese cabello corto, que caía despeinado sobre su rostro y un pequeño esbozo de sonrisa. Bajó la mirada inmediatamente.

-Nadie le ha pedido que se vaya, ni le ha dicho que es inoportuna. Yo autorice a Martha que la ayudara en lo que hiciera falta, y sería bueno que me dijera finalmente en qué área trabajaba para ver si la puedo ubicar en algún puesto que pudiera sonarle interesante.

Julia levantó la mirada y susurro.

-Finanzas y contabilidad.

Thomas abrió sus ojos y apoyó su mano en su mentón.

-Muy bien, déjeme ver qué podemos hacer. Mañana le voy a informar.

Julia bajó los hombros aliviada y a la vez sorprendida. Se quedó brevemente sin saber qué más decir. Se volvió sobre sus pies, abrió la puerta y antes de atravesarla giro para decir algo más, que hizo a Thomas levantar sus ojos hacia ella.

-Muchas gracias.

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