CAPITULO 20

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Julia salió de la casa, dispuesta a montar y olvidarse de todo lo que sentía ante la posibilidad de enfrentar esos ojos oscuros otra vez, cuando pisó la galería para dirigirse a las caballerizas, Eduard Clarks llegaba en su coche, estacionó y descendió encaminado hacia la casa, se dirigieron una breve mirada y él saludó con un buenos días que ella respondió amablemente, aunque su presencia la inquietaba. Fue hacia el box de Valiente y sacándola fuera le colocó la silla mientras sobre su lomo miraba hacia la casa, donde Ann había salido a recibir a la visita. Los contempló disimuladamente mientras ajustaba las cinchas y notó que ella le entregaba algo en la mano y hablaban largo rato.

Terminó de ajustar, pisó el estribo y salió despacio hacia las arboledas de arces. Ese mes, su vida había cambiado por completo, había vivido la pesadilla de verse sometida de aquella forma vil, había terminado viviendo en una casa donde no conocía a nadie, había escuchado una conversación que comprometía a la mujer de Thomas y para completar, tenía su mente llena de preguntas sobre sentimientos que le resultaban imposibles de describir. Dejó que la yegua la llevara por donde ella deseara, solo se sumergió en sus pensamientos, conjeturas y suposiciones sobre qué hacia ese hombre allí y qué tanto hablaba con Ann. Tal vez estaba enloqueciendo, ese papel que le dio Thomas la había alterado sobremanera y tal vez no estaba pensando con claridad. Pero al cerrar sus ojos, sólo deseaba estar allí, escondida en su cuello y rodeada por sus brazos. Cuando levantó la mirada, estaba en un llano precioso. Se veía el río que por la luz del sol reflejada en el agua, estaba plateado y lleno de destellos de luz, los árboles enmarcaban sus orillas y descendió despacio, esperando encontrar paz en medio de tantas circunstancias que sentía adversas por donde se las mirara. Caminó un momento y se sentó junto al agua, se quitó el calzado de sus pies y dejó que el agua fresca arrastrara un poco sus pensamientos y los diluyera para encontrar la tranquilidad que ansiaba, pero al cerrar sus ojos, los de él se aparecieron entre la gente, en la distancia, en la noche, en la hamaca... ese hombre la volvería loca, se estaba metiendo dentro de su vida como todo lo que había sucedido ese último tiempo, sin pensar, sin querer...

—Dios... ayúdame... —necesitaba dirección y control para sus pensamientos que la atormentaban, por estar enamorándose de un hombre que era todo lo opuesto a ella, que estaba comprometido y tenía la posibilidad de ser padre. —no quiero hacer las cosas mal, quiero hacer lo que está bien, lo que no me dañe. No permitas que sufra... sé que pronto voy a tener que irme, y aunque me gusta estar aquí entre estas personas, en este lugar tan bello, sé que no es mi lugar.

Thomas se dio un baño, se cambió de ropa y escuchó unas voces en la galería, al salir se encontró a Eduard y Ann.

—Amor... ¿qué te pasó? —preguntó al ver el apósito en su rostro. —él se pasó la mano brevemente en el lugar como recordando que estaba allí.

—Nada... no te preocupes... Eduard... ¿qué haces por aquí? —Clarks suspiró.

—Aquí estoy, Ann me llamó de suma urgencia —dijo con ironía, sonrió y ella se puso de pie, besó a Thomas en la mejilla.

—Los dejo señores... quiero hacer algunas compras, así que me voy para la ciudad. —Thomas asintió mientras se sentaba al lado de su contador y amigo.

— ¿Cómo van las cosas por aquí? —Eduard notaba la mirada perdida y ese ceño fruncido y apretado de angustias que no lo dejaban ser.

—Digamos que van... —suspiró y se tiró hacia atrás en el sillón.

—Te noto extraño, más huraño que de costumbre, digamos —sonrió y palmeó su rodilla. — ¿será ese bebé en camino?

Julia llegaba en Valiente, y Thomas sintió su piel erizada sólo con verla a la distancia. Llevaba esa trenza al costado, ese mechón de cabello que siempre se soltaba y que el viento lo pegaba a su rostro. Iba concentrada en las riendas y en algo que no alcanzaba a dilucidar, pero supuso que lejos de allí, tal vez en una nota que él mismo le había entregado.

—Thom... ¿puedes dejar de mirarla?, porque si aquí estuviera Ann, tendrías un gran problema. —él volvió sus ojos a Eduard y pasó su mano por su cabello despeinándolo.

— ¿Tanto se nota?

—Sí, tanto... ya algo había notado la noche de la cena, pero ahora querido amigo, te sale por los ojos directamente.

—Lo siento... de verdad que intento apartarme, pero no puedo— era más fuerte que todo lo que pensaba o sabía correcto. —Me supera y me desborda... y en confianza te lo afirmo. Creo que me estoy enamorando de ella, pero mal... mal para ella y mal para mí.

Eduard lo miró con pesar y volvió sus ojos a Julia que estaba caminando hacia la casa, pasó cerca de ellos e inclinó la cabeza para saludar haciendo una leve sonrisa que se pegó en los labios de él, y la replicó casi instantáneamente con un brillo en sus ojos, deseando absorber su perfume y viviendo una clara lucha entre su corazón y su mente.

—No sé qué aconsejarte... sólo que tengas cuidado, que pienses bien las cosas y que no actúes impulsivamente.

— ¿Sabes una cosa?... yo nunca actuaba impulsivamente. Pensaba y re pensaba las cosas miles de veces, las veía y analizaba desde todos los ángulos. Pero ahora... es más fuerte que todo lo que puedo pensar... es como si no pudiera frenar lo que digo, lo que hago... me sale naturalmente.

Eduard volvió a palmearlo en la rodilla y miró al costado, a las canchas... pesando que aquella situación se estaba complicando bastante, y no sabía si para bien o para mal.

Aquella noche luego de la cena la estancia quedó silenciosa, sólo se oía el ruido de los grillos, de la brisa moviendo las hojas de los árboles y algún relincho de caballo. La casa estaba en penumbras y Thomas rodeó la casa, se sentó en la reposera de la alberca quedándose silencioso, descansando de tantos pensamientos que lo confundían, dejando que los ruidos nocturnos lo calmaran. Su voz suave y lejana llamó su atención, giró su rostro hacia la ventana de su habitación, que a través de la cortina se podía ver la luz encendida y aquella voz que sonaba melodiosa. Miró hacia todos lados, y al sentir que estaba completamente solo, caminó hacia allí, y alcanzó a oír la música. Se sentó bajo la ventana apoyando la cabeza contra la pared, escuchó la puerta que abrían y su voz.

—"I'm in love with the shape of you
We push and pull like a magnet do"... —su voz se mezclaba con la de Ed Sheeran y sonaban extraño, desafinado y hasta por momentos le pareció que intentaba imitar su voz, pero aquella melodía sonaba sin igual y lo hizo sonreír.

—"Oh—I—oh—I—oh—I—oh—I I'm in love with your body..."

No podía borrar la sonrisa que le provocaba aquella mujer tan especial que llenaba todos sus espacios volviéndolos hermosos y alegres. Se quedó apoyado contra la pared bajo su ventana, cuidándola, velando sus pensamientos y sus sueños hasta que la luz se apagó y estaba convencido de que ella descansaba.

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