CAPITULO 2

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Julia se dio un baño que duró todo lo que sus piernas pudieron sostenerla. Miró cada uno de aquellos magullones negros, se lavó y refregó cada parte de su cuerpo que sentía sucia, lloró y apretó sus puños contra la pared sintiéndose impotente, dolida, lastimada en lo más profundo de su corazón y humillada hasta lo sumo. Se acercó al espejo y miró su rostro, había cedido la inflamación por la medicación y ya podía abrirlo normalmente aunque tenía una enorme mancha de tonos violáceos y negruzcos rodeándolo. Una lágrima se escurrió y una puntada la atravesó, nada podría borrar tanto dolor. Cuando Martha golpeó la puerta preocupada por el tiempo que había pasado, se secó con la toalla suavemente y se colocó la ropa que le había traído. Era tan suave y tenía un perfume a ropa limpia y cuidada que alivió el peso de su corazón. Abrió la puerta y Martha le ayudo a llegar hasta la cama donde ya había pedido que cambiaran las sábanas. Julia subió y se recostó sobre las almohadas relajando su cuerpo agradecido. Peinó su cabello suavemente y ella cerró los ojos. Tomó su mano al terminar y la besó agradecida por esos cuidados que sentía tan tiernos y maternales.

Miró las peonías y a través del ventanal, el sol que se iba escondiendo. Cerró sus ojos y durmió.

—¿Era necesario que le trajeras la ropa de Ann?

—Lo siento, pero no tuve tiempo de comprar nada y sabía que si estaba sola necesitaría algo.

Julia entreabrió sus ojos al escuchar aquella conversación y no se movió.

—Perdón, es que hoy y ayer han sido días terribles...

—¿Qué pasó? ¿Quieres contarme? —Thomas miró hacia la puerta apoyando su brazo en la pared.

—No, nada... temas del trabajo. De todas formas no toques las cosas de Ann, no quiero que tengas problemas con ella. —puso esa excusa, pero en realidad no quería escuchar una discusión más, estaba harto de discusiones y problemas con ella. Temía que ante un nuevo conflicto dejara relucir sus sospechas y las cosas se pusieran peor.

—No se preocupe señor Gibson que apenas pueda levantarme de esta cama me iré a casa y le devolveré la ropa. —Aquella voz lo hizo girar y observar aquella mujer de piel muy blanca, labios gruesos y boca amplia, con aquellos ojos azules profundos e impenetrables. Su voz llena de orgullo lo extrañó dadas sus circunstancias e hizo que se parara derecho y la observara atónito.

—Así lo prefiero señorita. Gracias. —Julia tragó saliva y no bajó la mirada sosteniéndola allí, porque independientemente de que le debía la vida a aquel hombre, y sin importar lo que le habían hecho, ella no merecía lástima de nadie y sobre todo no quería más humillaciones. Thomas la miró con una severidad en su mirada que Martha no pudo dejar pasar.

—¡Thom! Por favor... —intervino al notar la tensión de la situación, y que Julia estaba todavía débil en su mente y su corazón, lo que menos necesitaba era agresiones o humillaciones como esa.

Él miró brevemente a Julia y se volvió al ver a Marco que entraba a la habitación. Por detrás de él, dos policías.

Todos se retiraron, a excepción de los policías que tomarían declaración a Julia.

—Señorita, sabemos que no es el mejor momento para hacerle estas preguntas, pero mientras más demoremos en hacerlo, menos probabilidades hay de que podamos resolver el caso.

Julia sintió un dolor en el pecho, "caso", eso era para ellos, pero para ella era su dignidad, su pureza, su vida.

—Necesitamos que nos cuente todo lo que recuerde, sin omitir detalle alguno, todo nos puede servir.

Se hizo un breve silencio. Julia se volvió a las peonías que estaban en su mesa.

—Estaba en el trabajo, como todos los días, terminé con las cosas de la oficina, bajé las escaleras y saludé algunos compañeros de trabajo...

—¿Quiénes?

—Claire Robin, crucé al señor Donaldson... son los que recuerdo. —les dirigió una corta mirada. —fui al tocador, y luego iba de salida cuando al pasar por el almacén... —su voz se entrecortó. Tragó saliva que parecía tan amarga como la hiel. —Me empujaron... dentro de una de las habitaciones.

—¿Pudo ver algo? ¿Identificarlo de alguna manera?

—No... creo que no...

—Señorita es muy importante. Piense. — Julia sólo recordaba el olor a tabaco, la línea de luz y el horror de dolor que vivió. Movió su cabeza en negativa.

—No pude ver nada. Sólo ese olor a tabaco que me descompuso. —las lágrimas brotaban una tras otra. —tenía mi boca cubierta por su mano. Al recordar  los ojos negros que cruzaron sobre los de ella. —Sí, puedo afirmar casi con certeza que en algún momento lo crucé... ese olor, lo podría reconocer... y tenía los ojos negros, muy negros... es lo único que vino a mi mente en ese momento. —Luego... —hizo una pausa en medio del dolor que le generaba recordar todo. —cuando terminó, me golpeó en la cara y al despertar, estaba sola. Tomé mis cosas y corrí. Lo último que recuerdo es la luz de un auto que venía a mí a toda velocidad.

— ¿Hubo alguna persona ese día que le llamara la atención?

—Todos los días pasan muchísimos clientes... no sabría decirle. Sólo ese olor que me resulta tan familiar, como si lo hubiera sentido... no lo sé.

—Bueno señorita, gracias. Por ahora es suficiente, la tendremos al tanto de la investigación.

Julia asintió mientras enjugaba sus lágrimas con sus manos. Cuando cerraron la puerta, las miró y temblaban. Cerró sus ojos y se tapó con las sábanas casi hasta cubrir su cabeza.

Pasaron unos días, y una mañana al despertar Martha estaba allí.

—Tengo buenas noticias Julia, Marco nos ha informado que mañana si todo sigue bien, ya podrás irte a casa. —se acercó y tomó sus manos entusiasmada. —Thomas dejó esto para ti. —le alcanzó su bolsa. Dentro estaban sus documentos, su dinero, todo. La apretó contra su cuerpo, aliviada.

Julia hizo una leve mueca de sonrisa y apartó la mirada.

—¿No estas contenta?

—Creo que sí... —frunció el ceño. —Es que sé que me va a costar muchísimo volver, recuperar mi vida, mi trabajo...

—¿Allí fue?

—Si... —bajó la mirada y parpadeó para evitar que aquella imagen se apoderara de ella.

—Hablaré con Thom.

—No señora, por favor, no se moleste. No quiero que tenga problemas por mi culpa y la realidad es que hicieron muchísimo por mí.

—No te preocupes... Descansa así te pones fuerte.

Martha salió de la habitación, cogió su móvil y llamó a Thomas.

—Querido, necesito hablar contigo de algo importante...

—Ahora no puedo...

—Es sobre Julia... Mañana le dan el alta.

—Bueno, no sé... fíjate tú... has lo que sea necesario.

—Pero...

—Martha, necesito que me ayudes, no puedo estar en todo, decide tú lo que veas mejor.

—Bueno hijo. Tranquilo que te vas a enfermar con tanto estrés.

Bajó el móvil y sonrió, Dios estaba obrando, sabía que Julia necesitaba ayuda, y ella iba a dársela. 

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