Thomas terminó el entrenamiento, miró al campo que se veía verde, olía a rocío y a sol que a esa hora ya se encontraba a media altura y se escondía entre las nubes. Miró el reloj y se dirigió por el sendero a los almacenes, controló la comida, vio al veterinario y se puso a tono con las novedades del día anterior en que no había estado pendiente de todo. Se detuvo un momento en el camino hacia la casa y se apoyó en la cerca, contempló todo aquello por lo que sus padres habían trabajado tanto, por lo que habían luchado incansablemente y todo el sacrificio que habían realizado para comprar los primeros caballos, que ahora se había convertido en una gran empresa que le absorbía todo el tiempo y si bien daba excelentes frutos, no le dejaba tiempo para hacer lo que él amaba y tener esa vida tranquila que anhelaba. Cuando descubrió aquellos pensamientos movió la cabeza en negativa, no quería seguir planteando semillas en su mente que terminaría confundiéndolo, incitándolo hacer locuras como ya había hecho el día anterior guiado por la necesidad de esos ojos azules que había dejado que acariciaran su reacio corazón. Recordó esa noche de Margaritas y meneos de cadera y sonrió solo, bajo ese cielo precioso. Se encaminó hacia el estudio donde no se cruzó con ella aún a pesar de que lo anhelaba cada momento. Sintió las risas en la cocina y supo que se encontraba allí, porque donde ella estaba, las risas florecían como las flores en la primavera. No se acercó, temía seguir haciéndolo y que aquella cercanía lo lastimara. Sonó el móvil y era un mensaje de Ann, caminó al estudio a buscar las carpetas del balanceado para loa caballos y al verse solo y en intimidad, abrió el mensaje que era un audio. Cuando lo hizo, escuchó ese galope inconfundible de su bebé. ¿Cómo podía ser tan cruel con él?, ¿lo quería manipular con su hijo?, pensó mientras repetía una y otra vez aquel sonido precioso de la vida creciendo. Un mensaje llegó, miró la pantalla "Te extrañamos". Cerró sus ojos apretándolos y lamentando que sus sentimientos estuvieran tan enredados. Anhelando una mujer que lo cambiaba y lo convertía en alguien mejor, en alguien más parecido a lo que él quería ser; deseando no alejarse de ese hijo que amaba a pesar de todo y con un temor paralizante a equivocarse en todo.
Salió con la carpeta bajo el brazo, caminó a los almacenes y no se detuvo en todo el día, llenando sus minutos de trabajo para aliviar sus pensamientos tan inquietos.
Julia pasó cada minuto libre mirando por las ventanas, asomada tras las columnas de la galería buscando su rostro entre los empleados, mirando como entrenaba, anhelando el toque áspero de sus manos de trabajo sobre las suyas, su respiración cercana y esas líneas finas alrededor de esos ojos claros. Sabía que algo lo inquietaba, lo notaba al saberlo lejos de la casa, ausente, extraño. Lo había visto de pasada, lejano y pensó que tal vez la estaba evitando. Recordó la noche pasada de risas y complicidades y suspiró profundo porque aquellas noches cercanas se convertían en días distantes y ausentes. Lo miró por la ventana acercarse a la casa y notó su corazón acelerado esperando que se acercara al estudio para verlo y tal vez cruzar alguna palabra con él, pero no sucedió, a los pocos minutos sintió el ruido del motor, se acercó nuevamente a la ventana y lo vio partir en el coche. Decepcionada por eso, se sentó en su sillón y echando su cuerpo hacia atrás movió de un lado a otro el mismo mirando todo a su alrededor e inspirando su aroma que podía sentirlo en todo a su alrededor, en sus cosas. Cuando abrió los ojos, se fijaron un la punta de color que asomaba entre unos papeles, se mordió el labio tratando de contener sus impulsos, pero fue en vano, sus manos se estiraron antes de controlarlas y tomaron aquel papel, era una fotografía. La acercó a sus manos y Ann estaba bastante acaramelada con un hombre. Miró lo que estaba alrededor y supo que conocía aquel lugar. Se detuvo en aquella imagen arrugando su frente y concentrada en lo que tenía frente a ella. Inmediatamente recordó que era el lugar donde había cenado con Vincent. No alcanzaba a ver quién era aquel hombre, pero inmediatamente Eduard vino a su mente. Dos días antes había notado en una de sus visitas a la hacienda una acalorada conversación entre Ann y él, que la habían dejado muy desconcertada y que la habían terminado de convencer que allí sucedía algo. La giró y vio aquel mensaje aún peor, que terminaba de convencerla de que Ann le era infiel, y lo que más la perturbó era saber que Thomas lo sabía y que tal vez era eso lo que lo atormentaba, lo que inquietaba sus pensamientos y lo tenía tan ensimismado y distante. Se dio cuenta que la amaba y que las ilusiones que se estaba haciendo no eran sino puñales que ella misma se estaba clavando en su propio corazón y que terminarían por destruirla. Siguió concentrada en aquella imagen y una lágrima se deslizó por su rostro. La secó con el dorso de su mano y miró un punto en la pared de enfrente, levantó sus pómulos y se concentró en esbozar una sonrisa, quería convencerse de que estaba bien, de que no debía dar demasiada importancia a aquello porque todavía su corazón estaba a salvo. Se mintió a sí misma, porque en ese momento lo tenía hecho un nudo.
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Perseguir El Viento
RomanceCOMPLETA La carretera oscura, la música fuerte para ayudar a olvidar y un cuerpo en el medio del pavimento... Así comienza esta hermosa historia de amor.