CAPITULO 1

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No sabía qué hacer, los nervios le impedían pensar con claridad. La levantó con sumo cuidado y la subió al asiento trasero del carro, se apuró a subir y condujo hacia el hospital mientras sus manos sudaban de los nervios y le costaba concentrarse en el camino. Miraba por el espejo retrovisor a esa mujer y en lo que podría haberle sucedido, estaba golpeada en el rostro y se había hinchado su ojo, estaba tirada en medio de la carretera e inconsciente, era demasiado. Rogó a Dios que nada le pasara, que pudiera llegar a tiempo y mientras llamó a Marco, su amigo y el médico de la familia, tardaba en contestar y su impaciencia era cada vez mayor, volvió a mirar por el espejo a la mujer que seguía sin reaccionar y tampoco se movía, pisó el acelerador y tomó la autopista.

—Marco, al fin... tengo una urgencia. Estoy camino al hospital. No, no es para mí... ¡No lo sé! Es una mujer que encontré en la carretera tirada, casi le paso por encima. Esta inconsciente... y muy golpeada. En 10 minutos estaré allí.

Arrojó el móvil sobre el asiento del acompañante y pasó su mano por el cabello. Ese día iba a ser eterno.

A los diez minutos estaba aparcando en el hospital principal y su amigo lo esperaba con una camilla. Retiraron a la muchacha del coche y él los acompañó por el pasillo, pero Marco lo detuvo.

—Espera aquí. Te avisaré en cuanto sepa algo.

Asintió con la cabeza y se sentó en las sillas de la sala de espera apoyando sus antebrazos en sus muslos y apretando su sien. Cerró los ojos y esperó.

Pasó una hora y media cuando al fin Marco apareció. Al verlo, Thomas se puso de pie ansioso por saber el parte.

—Thom, ¿tienes idea quién es?

—No, ya te dije que casi le paso por encima... La levanté y la puse en el auto, el resto ya lo sabes.—Marco frunció el ceño y movió la cabeza con tristeza. —Habla ya Marco...

—La revisamos, tiene un fuerte golpe en la cabeza que probablemente sea de la caída contra el pavimento, y tiene uno en el rostro, en la órbita. —asintió, ya lo había notado. —pero eso no es lo peor... —miró a los ojos a su amigo y supo que algo terrible había pasado.

— ¿Qué?

—Tiene signos de que fue ultrajada Thomas. —él apretó su rostro con las manos y las pasó por su cabello.

—Pobre mujer... qué terrible.

—Falta dar aviso a las autoridades. —él movió la cabeza sabiendo que era lo mejor.

— ¿Despertó?

—Ahora esta sedada y con analgésicos y antiinflamatorios para disminuir la hinchazón de ese ojo. Lo del golpe en la cabeza no ha sido más que eso, pero no tiene fractura ni daño en el cerebro. El músculo de la pierna derecha desgarrado, supongo que del forcejeo e innumerables marcas de la violencia recibida...—suspiró. —no puedo imaginar un cuadro peor.

Aquella descripción, estrujó el corazón de Thomas que por ese día había tenido bastante. Imaginó el dolor y el sufrimiento que había vivido la muchacha y sintió ira contenida, a punto de estallar.

— ¿Y ahora cómo sigue?

—Hay que esperar que despierte y hablar con ella. Debe poner la denuncia. ¿Piensas quedarte?

—No... no puedo. Este día ha sido el peor en muchos años, necesito ir a casa tomar una pastilla y dormir un siglo. —miró hacia los lados dudando, porque le daba mucha pena dejar a la muchacha allí, con tanto dolor y sola. —Llamaré a Martha para que se quede aquí. —Marco asintió y estiró su mano dando un golpe en el hombro de su amigo.

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