CAPÍTULO 16

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En la madrugada, Thomas despertó desconcertado y perdido del lugar donde estaba, inmediatamente vino a su mente la voz de Julia leyéndole y sonrió al ver el cobertor. Tenía una voz suave y dulce que traía paz con ella. Se fue a su dormitorio y como nunca acostumbraba, descansó hasta tarde. Cuando despertó, tenía llamadas de Ann, suspiró y dejó el móvil a un lado, se vistió y tomó un buen café negro con Vincent. Al terminar, salió en su caballo a dar la vuelta de siempre.

Al regresar, Julia y su hermano conversaban animadamente al lado de la alberca en unas reposeras. Se quedó quieto, mirando la escena que le estrujaba el estómago y lo incomodaba.

Se dio un baño y salió en el Mercedes, no volvió hasta la tarde, se metió en su habitación y tampoco cenó. Tarde a la noche, cuando todos dormían, se levantó a la cocina a prepararse algo para comer, tal vez un sándwich, pero cuando se sentó a la mesa, miró a la puerta y se dio cuenta que en realidad la esperaba, había estado todo el día deseando ese momento en que se encontraban en la soledad de la noche y compartían esas charlas y esos momentos juntos que lo hacían sonreír. Cuando no apareció, con pesadez y desilusión se volvió a la cama, se recostó y con el brazo debajo de su cabeza pensó en su sonrisa, en su rostro y sus labios, se giró en la cama y repasó lo terrible que era esa situación, hacía seis años que tenía una relación con Ann y no compartía ni la mitad de las cosas que sí hacía con una mujer que apenas conocía. Anhelaba su presencia, sus ojos, su rostro, esa forma en que se levantaban sus pómulos al sonreír, la manera en que acomodaba aquel mechón de cabello, el modo en que enarcaba sus cejas cuando el orgullo la invadía, su verborragia continua y su respiración junto a su cuello. Frunció el ceño sabiendo que todos esos pensamientos se amontonaban dentro de su cabeza y temía en lo que pudieran convertirse. ¿Amor? No lo sabía, pero temía lo que eso pudiera ocasionar al aparente orden que tenía su vida.

Por la mañana temprano, antes que el sol salga por completo, Thomas ya estaba en los entrenamientos, quería concentrarse en cualquier cosa que lo sacara de ese estado, que lo alejara de esos ojos azules que lo ahogaban y lo incomodaban, que lo convertían en alguien que anhelaba y a la vez, que lo sacaban de sí mismo y de la compostura mesurada que trataba de mantener. Cuando terminó, a media mañana, volvió a la casa y al ingresar a la cocina, Julia estaba con Vincent tomando un café. Su mirada se volvió oscura y hundió sus ojos en ella, volcando la frustración de no tener su sonrisa, de no poder conversar libremente con ella, de no haberla visto la noche anterior y de sentirse lejos de ella en todos los sentidos posibles.

—Julia, ¿no debería estar trabajando?

—Disculpe, estoy en el descanso de media mañana, pero si necesita algo dígame.

—Parece que vamos a tener que estipular el tiempo de receso también, para que no tengamos más problemas. —lo dijo con ironía, pero con un tono de voz duro e implacable, que a ella le cayó como una piedra. —Y tú Vincent, ¿no tienes nada que hacer?, porque estos últimos días te veo interrumpiendo las labores de los empleados con tus sonrisitas conquistadoras. —Ella no dejó pasar el comentario que entendió lo que insinuaba y le dolió el corazón y el orgullo. Había trabajado con diligencia en lo que le habían encomendado y no se había extralimitado con nada, pero siempre sus palabras se clavaban en ella dañándola en lo más profundo de su corazón.

—Señor, creo que se está confundiendo... —le volvió a dirigir la mirada a ella al escuchar su voz y tragó saliva por todo lo que quería decirle y tenía atragantado.

— ¡Para ya Thom! ¿Qué te pasa? —Lo miró frunciendo el ceño —Me estas ofendiendo y a Julia.

—No creo que nada pueda ofender el orgullo de la señorita. —Julia dejó la taza sobre la encimera y disculpándose salió de allí.

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