CAPÍTULO 24

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Cuando estuvo lista salió a la galería y encontró a Thomas con Martha en la hamaca sentados esperándola. Aquella camisa blanca abierta en los primeros botones lo hacía ver tan atractivo que sus ojos no se despegaban de él. Ella sonrió y él volvió a replicar aquel gesto, Martha se unió a ellos. Le conmovía saber que no se había equivocado y que ella lo estaba cambiando, si hasta le parecía mentira que fuera a salir de Village y mucho menos a bailar, parecía otro. Se alejó hacia la cocina mientras él se ponía de pie y sonriéndole la acompaño hacia el Mercedes, admirando lo hermosa que se veía y feliz de tener esa primera oportunidad de llevarla a algún lugar.

—Muy bien, ¿por dónde es ese sitio tan divertido? —preguntó con ironía y ella le dio las indicaciones, pero él tomó otro camino.

—¿A dónde vamos?

—A comer algo, no pensará que voy aventurarme en esa idea suya sin tener al menos mi panza llena. —ella largó una estridente carcajada. Se sentía feliz de ir con él, de compartir juntos, de reír. Cada día al levantarse anhelaba esos pocos minutos que podía compartir a su lado si Dios se lo permitía, y tenerlo allí a su lado sólo para ella, poder hablar, compartir y reír le parecía un sueño hermoso del que no quería despertar.

La llevó a un restaurante muy elegante pero a la vez decorado de manera rústica y al entrar supo inmediatamente que era el típico lugar que a él le gustaría ir, sencillo como el campo. Pidieron carne de buey con salsa cuatro quesos y guisantes con zanahoria, para beber un buen vino Malbec. En el local había vecinos y conocidos de Thomas que no dudaron en acercarse a saludarlo y no faltó la señora Black que ante la presencia de Julia preguntó por Ann, lo que tensó el momento y él se puso un poco incómodo ante una pregunta tan inoportuna. Supo que el cotilleo de su presencia con ella allí llegaría a oídos de Ann empeorando la situación entre ellos. Había sido un error ir a ese lugar. Su mirada volvió a perderse y Julia lo notó inmediatamente, al igual que el malestar de pensar que ella podría crearle un problema con su mujer, que por supuesto ante la alegría que le había producido salir con él, no había recordado.

—Si se ha sentido incómodo podemos volver a la casa, yo con este vino y esta comida deliciosa me siento perfecta —se esforzó por sonreír y sonar convincente, él levantó sus ojos claros y los fijó en los suyos. —aparte no quiero producirle un disgusto con la señorita y mucho menos que ella se sienta más indispuesta conmigo... —Él la escuchaba atentamente, sin responder nada pero completamente concentrado en esa verborragia que cargaba y que finalmente lo hizo sonreír. —De todas formas no sabemos bailar salsa ni merengue y si la situación se complica con Ann, terminaremos los dos hechos merengue por ella —largó una sonrisa y una mueca irónica que Thomas no pudo dejar pasar y terminó uniéndose a ella.

—Julia tienes tantas cosas que decir que nunca paras... —ella se volvió a él al oírlo y sonrió también como disculpándose.

Él la miró durante un segundo que pareció una eternidad, pero guardó en sus ojos y en su corazón esos labios gruesos, la forma que tomaban cuando sonreía y su cabello largo que caía suelto como una cascada libre, deseó abrazarla de una forma que lo consumía. Era imposible estar serio a su lado y deseó no tener que apartarse nunca.

—¿Vamos? —interrumpió sus pensamientos.

—Sí, vamos. —Pagó la cuenta y volvieron al auto.

—La comida ha estado deliciosa. Muy buena elección...

—Gracias... me encanta ese sitio, hacen la mejor carne.

Ella se concentró en las luces cuando descubrió que en lugar de tomar el camino a Village, se desviaban.

—¿Dónde vamos?

—A bailar. —corrió su mirada del camino y le sonrió deshaciendo y arrasando todo a su paso y pegándose en su corazón y en sus ojos que se pusieron muy brillantes.

Llegaron al lugar que se veía muy alegre y caribeño. La música sonaba y Thomas tenía el ceño fruncido. Jamás había ido a un lugar como ese y definitivamente no era la música que lo deleitaba. En cambio ella, caminaba delante de él haciendo pasos de baile, descoordinados y sueltos que él admiró, claramente sorprendido por la poca timidez que tenía. Fueron hasta la barra y él se quedó pensando qué pedir, mientras ella se le adelantaba.

—Una Margarita y una Piña Colada. —dijo con seguridad y él hizo una mueca de sorpresa. Se sentaron en los taburetes de la barra mientras la música no dejaba de sonar y él se acercó a su oído para que ella pudiera escuchar.

—Parece que ha venido muchas veces...

—¡Claro que sí! Caroline, Alfred y yo veníamos al menos un fin de semana al mes. Bailábamos hasta descostillarnos de risa.

—¿Caroline y Alfred?

—Mi hermana y su novio. Si estuvieran aquí se los presentaría porque seguro lo harían reír un poco más.

— ¿Y qué significaría eso? —ella se volvió a él y estaban tan cerca que quedaron sus ojos a poca distancia y se miraron fijamente.

—Que sonríe poco... —ella levantó sus cejas de forma insinuante y él terminó haciendo esa mueca que a ella le encantaba.

Bebieron el trago mientras veían a las personas y parejas bailando y finalmente sin decirle nada, ella le ofreció sus manos para bailar y el movió la cabeza en negativa mientras ella lo hacía afirmativa. Sonrió y finalmente tomó sus manos y fueron a la pista de baile. Mientras caminaban, hacía sus movimientos que a él le resultaron de lo más graciosos y al mismo tiempo no podía quitar sus ojos de ella. Se volvió tomando su mano y movía sus caderas alrededor de él que no movía ni un solo pelo de su cuerpo, ella sonreía y puso la mano de el en su cintura mientras apoyaba la suya en su hombro acercándose, sin dejar de sonreír y haciendo el cásico paso del merengue en que continuamente lo pisaba, pero sólo reía incitándolo a que la imitara. Él intentó un par de meneos pero al ver que no salían y que ella se desarmaba de risas tomó sus manos y la hizo dar unas vueltas para terminar recostándola en sus brazos con su rostro muy cercano. Así siguieron gran parte de la noche, improvisando baile y riendo de todo.

Salieron de allí, se subieron al auto y comentaron a las carcajadas los bailes propios y de las otras parejas, la cara de Thomas al probar el Daiquiri y todas las veces que ella lo había pisado mientras él improvisaba algún leve movimiento de cadera. Llegaron a la casa felices del momento compartido y antes de acercarse lo suficiente como para que alguien los viera, él alcanzó su mano haciéndola volver hacia él y mirando sus ojos que se veían más azules que nunca sólo dijo "Gracias". Se quedó hipnotizada por aquella mirada cargada de algo que le estremecía su corazón y por esa mueca que solía hacer que la conmovía. Él no soltaba su mano y ella se descubrió mirando sus labios y deseando que la besara. Acomodó su cabello detrás de su oreja y sin soltar su mano caminaron hacia la casa. Aquel momento tan dulce y tierno la conmovió tanto que tuvo ganas de llorar. Le hizo sentir que le pertenecía y la idea le pareció el sueño más hermoso.

La acompañó a su cuarto y al llegar allí, movió su boca vocalizando claramente un "gracias" silencioso y besó su mano antes de soltarla. Ella cerró la puerta tras sí y se tiró en la cama abrazando aquel sweater que conservaba su perfume. 

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