CAPÍTULO 6

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Por la mañana despertó con los primeros rayos del sol que asaltaron sus ojos, se cambió y se dirigió a la cocina. Allí se encontró con Laura y Bárbara que amasaban pan.

— ¡Buenos días! —Saludó con claro mejor ánimo que los días anteriores.

—Buenos días... —respondieron dubitativas de la confianza que manifestaba.

— ¿Qué están preparando? —se sentó en la mesa a su lado.

—Pan casero... nuestra especialidad. —sonrieron.

—¿Puedo ayudar?

—¡Claro! —separaron una parte de la masa para que ella armara los panes y los pusiera en las bandejas del horno.

—¿Y cómo debo hacer?

Las muchachas rieron. Tomaron un trozo del bollo y le dieron forma, la masa se veía suave, sin marcas y el pan quedó perfecto. Julia sonrió admirada. Tomó un trozo deL bollo e intentó hacer lo mismo, pero sus manos frías y su poca experiencia con la masa, dejó a la vista un pan que parecía encrespado, áspero y no se parecía en nada al que había hecho Laura.

Al mirarlo, frunció el ceño, y las muchachas echaron carcajadas. Las tres terminaron riendo.

—Se parece a la cara de la novia de Thomas —dijo Bárbara casi en un susurro para que oyeran sólo ellas tres.

La cocina volvió a llenarse de carcajadas y Julia se unió a ellas. Realmente Ann era una mujer hermosa, pero áspera y crespa como ese pan.

Thomas pasó por la puerta principal, y fue asaltado por un aluvión de carcajadas que venían de la cocina, frunció el ceño y se acercó despacio y curioso. Hacía tiempo que no se oían risas en esa casa y a medida que se acercaba, las risas eran más fuertes y hasta él esbozó una pequeña sonrisa por lo contagiosas que se oían.

Se asomó por la puerta sin que pudieran verlo. Estaban las tres riendo a todo dar. Observó a Julia, sonrió. Era la primera vez que la veía reír desde que la conocía y su rostro se transformaba cuando lo hacía. Se volvió sobre sus pies sin interrumpirlas y volvió a escuchar como estallaban de risa, que provocó irremediablemente que él también lo hiciera nuevamente.

— ¿Y se cayó?

— ¡Sí!, por querer hacerse la lady, terminó en el suelo. —Largaron otra carcajada —es que encima estaba lleno de gente. Thomas corrió a levantarla, Martha....

—Pobre...

—No, pobre no... Se lo merecía por presumida.

—Es que cuando se case con él, esta casa definitivamente se convertirá en un martirio. —Julia las miró curiosa.

—Ya desde la muerte de los patrones que es un agujero lleno de tristeza, y ahora que ella anda pegada a Thomas, esto se va hundir. —Laura asintió a las palabras de su amiga.

—Él la quiere, pero ella... —enarcó una ceja y movió la cabeza en negativa.

—Yo los vi muy juntos ayer por la tarde, muy enamorados. —remarcó Julia.

—Por parte de él sí, pero ella lo único que quiere es casarlo a como dé lugar.

—¿No lo quiere?

—Claro que no... quiere los dólares que tiene... ¿no tienes ni idea lo que vale todo esto no? —levantó los hombros.

—Sí... me imagino...

—Vale mucho, cada caballo es una fortuna caminando por la hierba, y ni hablar de las instalaciones.

—Por no decir, que todo esto descansa en los hombros de Thomas... Cualquiera querría casarlo.

Bárbara y Laura rieron cómplices

—Y no solo por el dinero, es que son guapísimos... él y Vincent.

—No sé quién es él.

—Ya lo vas a conocer. Creo que regresaba las próximas semanas.

—Ahora está en Argentina, por la competición con los caballos. Es el menor...

—No sabía que tenía un hermano.

—No sabes nada... —pusieron los ojos en blanco

— ¿Y sus padres?

—Murieron hace seis años, un accidente... dejaron todo este imperio sobre él.

A ella se le anudó el estómago.

Martha entró en la cocina.

— ¿Qué tanto chismean por aquí? —dijo poniendo los brazos en jarra sobre su cintura.

Rieron las cuatro y Julia miró el reloj, bebió un sorbo de café y se fue al estudio para comenzar el trabajo.

Abrió la puerta y se detuvo un segundo mirando el cuadro. Se veía un hombre parado al lado de un caballo, sosteniendo la rienda y a su lado una hermosa mujer de cabello rubio y ojos verdes. Se los veía felices... suspiró y comenzó su tarea. Luego de un par de horas metida allí dentro, se sentó en el sillón y se echó hacia atrás para descansar cerrando los ojos un momento. Percibió un pequeño movimiento y cuando abrió sus ojos, él estaba allí. Sus ojos perfectos se clavaron en los suyos y su rostro era perturbador. Se incorporó inmediatamente.

—Perdón... eh... sólo me tomé un segundo para descansar.

Thomas no dijo nada, tomó una carpeta del escritorio y salió de allí.

Ella quería perderse en el agujerito más pequeño que hubiera. De seguro pensaría que era una vaga que se la pasaba descansando en el horario de trabajo.

Salió rápido para alcanzarlo. Él ya iba a medio camino por los senderos que llevaban a los box de los pura sangre, donde estaba el veterinario.

— ¡Señor! Señor... espere por favor...

Thomas se volvió.

— ¿Qué necesita Julia? —cuando pudo alcanzarlo, él emprendió la caminata de nuevo.

—Por favor, no quiero que piense que estuve tirada allí toda la mañana...

— ¿Lo estuvo?— se volvió directamente a ella y la miró a los ojos fijamente.

—No... sólo me detuve unos minutos a descansar. —dijo nerviosa.

—No se preocupe... de todas formas usted es una invitada de Martha en esta casa. —sus palabras se clavaron en su corazón y en su orgullo como puñales que la hicieron palidecer.

Él no se detuvo y ella se quedó parada en medio del sendero mirando cómo se alejaba.

Thomas llegó donde el veterinario y le entregó la carpeta con los últimos controles de cada ejemplar.

Se volvió levemente y Julia aún estaba parada en el sendero. No sabía por qué cada vez que estaba cerca de ella, le salían palabras duras e inflexibles. Es como si descargara en ella sus frustraciones, sus dolores y su orgullo dañado. Su mirada inocente lo perturbaba, porque conocía a las mujeres y con Ann había terminado de convencerse de que esa inocencia no era más que un invento, una fachada de lo que realmente esconden. Cuando se volvió nuevamente, ella ya no estaba. 

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