CAPÍTULO 29

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Aquellas semanas la casa parecía lúgubre. Thomas había desistido de su búsqueda, se sentía desanimado y sólo se refugiaba en el trabajo que como cada día incansablemente hacía. Se levantaba a primera hora, iba a los entrenamientos, supervisaba el alimento, controlaba los almacenes, veía los reportes de los veterinarios, estaba en constante contacto con Eduard para el pago de los empleados y de la construcción de lo que sería el lugar de inseminación nuevo; apenas llegaba por la casa para comer y dormir, y Martha en numerosas oportunidades había sentidos sus pasos en las noches cuando no podía dormir.

Una mañana se sentó en el sillón del escritorio y miró a su alrededor, todo se veía tan ordenado, los papeles estaban perfectamente clasificados y Julia casi había dejado listo aquello. Pensó en el día en que hablaron en el almacén, cuando sin problema le dijo que eras desagradable, sonrió. No pensaba que extrañarla así fuera posible. Inmediatamente apartó aquel pensamiento de su mente. Quería olvidar. Sacar todo de ella de dentro de su corazón para poder seguir adelante. Ann no había dejado de llamar cada día y a veces prefería no contestar. Se sentía hastiado de tanto e incluso como si le faltara la respiración por momentos. Tomó las carpetas y salió de allí hacia las caballerizas.

Tiempo después, Martha lo alcanzó en los almacenes. Él frunció el ceño al verla allí y quedó atento a sus palabras.

—Thom, un tal señor Walt llamó hace unos minutos, dejó esta dirección. —Thomas abrió sus ojos sorprendido por lo que ella le decía. —Me explicó que Caroline llamó para avisar que desocuparían la casa y disimuladamente les pidió la dirección. Recordó que tú necesitabas dar con ellas. —Martha sonrió y estiró la mano para entregarle el pequeño papel donde había una dirección en Tennessee.

Thomas estiró el brazo recibiendo aquella nota y sus ojos se pusieron opacos y su semblante muy serio.

—¿Qué sucede? ¿Qué pasa Thom que no sales corriendo a buscarla? —Él levantó la mirada hacia ella atormentado por todo lo que pensaba. Tenía sus ojos grabados en los suyos y su sonrisa marcada con hierro en su corazón y en su mente. Tembló ante la idea de volver a verla, en cierta forma se había resignado y hasta había pensado que tal vez ella no sentía lo mismo, por eso se había ido sin despedirse. No sabía si todavía quería abrir su corazón o dejarlo que se duerma y olvide. Dobló el papel, lo guardó en su bolsillo y siguió haciendo sus cosas como si nada hubiera sucedido. Martha lo miró incrédula y a la vez conmovida por lo que sabía que estaba pasando por su mente y su corazón.

Poco después, el móvil policial apareció por la entrada de la hacienda y Thomas frunció el ceño. Se acercaron hasta la galería por los senderos y él salió a su encuentro saludándolos amablemente.

—Señor Gibson, lamentamos presentarnos en estas circunstancias —inmediatamente Thomas pensó en Vincent y en que no lo había visto desde la noche anterior. —queríamos comunicarle que su hermano se encuentra detenido en nuestra dependencia. —Thomas suspiró y puso sus manos en su cintura claramente enfurecido con él.

—Gracias por la información. Por lo pronto se quedará allí. —los oficiales se miraron entre sí y asintieron. —lo lamento y les agradezco su intervención, pero es tiempo de que escarmiente.

Los saludó amablemente y se volvió hacia la casa.

Cenó en absoluto silencio, sólo él y Martha y extraño una vez más la verborragia de Julia y la forma en que alegraba todos los lugares donde se encontraba.

Se dio un baño caliente y se sentó en el sillón de su dormitorio. Tomó el papel con su dirección y lo acarició con sus dedos. Ella estaba en ese lugar, estaba casi seguro de eso. Pensó en su sonrisa, en sus palabras y en esa forma en que le alegraba la vida. Miró el guardarropa e improvisó un bolso con algunas prendas, se cambió y se subió al Mercedes sin decir nada. Martha lo escuchó salir y sonrió.

Condujo en la noche, dejando que las luces invadieran sus pensamientos trayendo recuerdos tristes de aquella en la que se conocieron, donde había invadido su vida sin pedir permiso, llenando sus días de felicidad y de sonrisas que no esperaba. Paró en una estación, compró un café y siguió viaje, esperaba poder llegar a medio día del día siguiente. Pesó en sus ojos el cansancio de todo el día de trabajo y volanteó al notar un auto que se aproximaba tocando la bocina. Al pasar por un hotel prefirió detenerse y descansar. Se recostó con su sonrisa en sus ojos y la esperanza de poder verla al día siguiente. Con los primeros rayos de sol se despertó, tomó un café de máquina y se subió al auto para seguir el camino. Disfrutó del paisaje y miró con anhelo las tierras, los campos y el aire fresco que entraba por las ventanillas.

Llegó a la ciudad cerca de las 4 pm ya que había pasado algunas horas descansando. Miró la dirección y siguió al GPS hasta aproximarse a un departamento en un barrio residencial que se veía sencillo. Llamó a la puerta y una mujer de cabello castaño, ojos azules y sonrisa amplia le abrió. Inmediatamente supo que era Caroline.

—Buenas tardes. —sonrió esperando la respuesta de aquel hombre que había llamado.

—Buenas tardes. —Estaba nervioso y su corazón se salía del pecho ante la idea de verla. Su hermana era bastante parecida y el hecho de recordar sus ojos vívidamente lo intimidó y volvió a quedarse sin palabras. Ella lo miraba expectante. —Oh... disculpe por favor, soy Thomas Gibson —al escuchar su nombre ella sonrió y abrió sus ojos sorprendida. —Quisiera saber si Julia se encuentra aquí.

Caroline no dejaba de sonreír y hasta parecía contenta de verle.

—No... no se encuentra... —su corazón se apretó fuerte. —No está en este momento, ha salido, pero si gusta esperarla debe estar por llegar de un momento a otro. —Thomas la miró transmitiendo a través de sus ojos la felicidad y el nerviosismo que tenía.

—Gracias.

Ella le permitió el paso y entró al departamento que si bien era algo modesto, se veía acogedor y bien decorado. Lo guio hasta la sala y le pidió que tomara asiento.

—¿Quisiera beber algo?, tenemos jugo, café, lo que desee.

—Gracias, un buen café me ayudaría.

Ella lo preparó amablemente y se sentó con él.

—Minutos después se oyó la puerta y él se puso de pie inmediatamente expectante por su presencia allí, pero un hombre de su edad aproximadamente se paró en seco al verlo allí.

—Amor, es Thomas Gibson, está esperando a Julia.

—¡Señor Gibson! Que agradable sorpresa tenerlo por aquí. —le extendió la mano amablemente. —Julia nos ha contado de su ayuda y le estamos muy agradecidos por todo lo que ha hecho por ella. —Caroline asintió mientras oyeron la puerta nuevamente. Julia dejó el bolso en el perchero y apareció en la sala sonriente y se paró en seco, con los ojos grandes abiertos al ver a Thomas allí, tan cerca.

Caroline y Alfred se miraron ante aquel silencio y entendieron que estaban de más. Con un leve toque en el brazo salieron de la sala dejándolos solos.    

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