CAPÍTULO 8

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Por la tarde, luego de aquel altercado ella trató de evitarlo el mayor tiempo posible, entró a la cocina a buscar algo fresco para beber, hacía mucho calor y a través del vidrio vio a Martha tendida en la reposera y Thomas en la alberca, se sorprendió al verlo allí disfrutando de algo que no sea solo trabajar, estaba guapísimo con su short de baño, el agua que corría por su pecho, sus brazos y sus piernas y lo que más la hipnotizó era esa mueca que llevaba en su cara, era lo más parecido a una sonrisa que le había visto y se veía tan bien al hacerlo, que no pudo evitar sonreír ella también. Laura apareció por allí sorprendiéndola, sacó del refrigerador dos vasos, preparó una limonada, le puso hielo y las colocó sobre una bandeja.

—¿Puedes llevarlas a Martha y el señor Thomas? La verdad es que no me siento nada bien hoy, y este calor me está matando... —asintió y tomó la bandeja en sus manos.

Abrió la puerta y caminó hacia ellos, estaba nerviosa y no entendía por qué, tal vez, porque sabía que al lado de ese hombre, podía sufrir la peor de las vergüenzas, insultos, o casi cualquier cosa que se  considerara falta de educación.

Se acercó y dejó la bandeja sobre una mesita debajo de las sombrillas.

Martha inmediatamente la invitó a sentarse pero se resistía, Thomas se había recostado al sol, con sus lentes y su gorra, no podía ver sus ojos, y por lo tanto no podía deducir lo que pensaba.

—¡Qué calor! ¿Verdad?

—Sí querida, esta terrible... ¿no quieres meterte en el agua? —ella dudó y deslizó una mirada corta hacia él que se mantenía inmutable y sin decir nada.

—No quiero molestar al señor —dijo finalmente, casi en un susurro que sólo Martha parecía escuchar, y antes que ella pudiera contestar, Thomas levantó sus lentes levemente.

—Depende Julia... Si piensa meterse con esa ropa, seguro que va a molestar y yo diría que hasta se podría hundir, más si no se destaca como excelente nadadora, y me dará mucha pereza tener que tirarme al agua a rescatarla. —dijo provocándola y sabiendo que obtendría de ella ese enojo repentino, ese aire orgulloso y esa respuesta de su parte que en cierta forma esperaba.

Julia se levantó inmediatamente, lo que hizo sonreír a Thomas por dentro, sabiendo que había logrado lo que se proponía. Se fue a su cuarto, buscó un traje de baño y salió al jardín nuevamente a mostrarle al engreído lo bien que ella podía moverse en el agua, él al verla a través de sus lentes, sonrió levemente. Se veía adorable con ese aire orgulloso y dispuesto a demostrarle a él que no se merecía nada de lo que le había dicho, y aquel ida y vuelta con ella le parecía hasta divertido.

Hizo un clavado perfecto en el agua, braceó de un lado a otro de la alberca y cuando pensó que había dejado bien claras sus dotes de nadadora, salió triunfante del agua y se sentó en la reposera, esperando el siguiente desafío para demostrarle que no le temía a sus intentos de humillarla.

Thomas se incorporó inmediatamente y le dio tres aplausos a modo de burla que ella sintió como bofetadas en el rostro.

—Muy bien... me pareció de lo más entretenido... —dijo acomodándose nuevamente la gorra en su lugar y mirando hacia otro lado, ella se levantó parándose frente a él.

—¿Por qué siempre es tan desagradable? —Él sólo dejó ver su sonrisa y ella se deshizo al verla, le molestaba su pedantería, pero ese rostro dorado y aquella mueca simpática le producía un temblor dentro de sí misma.

Caminó chorreando agua hacia la casa, lamentando haberse dejado llevar por sus palabras y haber pasado semejante vergüenza.

Él sonrió triunfante, y convencido que a cualquier costo le enseñaría a esa mujercita a bajar esa jactancia que traía, aunque le resultara tierna y adorable.

Ella entró a su cuarto indignada y con las mejillas rojas de furia.

—Julia, Julia, no seas tan tonta... —se dijo a sí misma mientras se quitaba la ropa y se metía bajo la lluvia del baño para quitarse el odio que en ese momento sentía.

Cuando terminó de vestirse se asomó por la ventana y él seguía aún allí, tirado en la reposera. Martha se había ido, y su lugar lo había ocupado Ann. Se quitó el vestido que llevaba y se tiró al agua, su cuerpo era perfecto y llevaba un traje de baño muy bonito. Julia suspiró y se sintió todavía más avergonzada de haber hecho aquel espectáculo de vanidad. Se quedó sentada en el alféizar de la ventana, miró su peonía y acarició sus pétalos. Pasó el resto de la tarde mirando a ese hombre reacio y duro disfrutar del sol y del agua fresca, tratando de concentrarse en el libro que había tomado de la biblioteca para no tener que cruzarlo en el resto del día, o de ser posible, todo el fin de semana.

Durante la cena, se entretuvo con las anécdotas de las muchachas que no dejaban de sorprenderla y hacerle sonreír. Laura tenía la misma edad de Julia, 29, y Bárbara era un poco mayor. Hacía diez años que trabajaban en la casa, apenas habían terminado la escuela, no les había quedado alternativa que dedicarse a trabajar ya que las posibilidades de ir a una universidad eran nulas.

—¿Y cómo eran el señor y la señora Gibson?

—Muy buenas personas, siempre tratando de conseguir el bienestar de todos en esta casa, cuidando a sus hijos, educándolos y tratando de pasar el mayor tiempo posible con ellos. A pesar de que el señor trabajaba todo el día, por la noche se sentaba con sus hijos, los hacía partícipes en todas las decisiones del trabajo... la verdad es que su muerte fue terrible.

—¿Pero cómo fue?

—Salieron de viaje, dejaron a Thomas a cargo de los caballos y de Vincent —Laura enarcó una ceja. —algo sucedió y él los llamó urgente que debían volver e intervenir, pero en el camino de regreso por la autopista, se atravesó un automóvil sin luces, el coche volcó y a pesar de los intentos médicos por revertir la situación, nada fue suficiente.

—Esos días fueron tristísimos, para todos en general, pero para el mayor de los hermanos fue terrible... se nota que los extraña muchísimo y podría jurar que se siente culpable.

Julia sintió un profundo pesar por eso, y por recordar a su padre y lo que ella también lo extrañaba. A pesar de que había pasado mucho tiempo, aún pensaba en él y en el tiempo que habían compartido, en sus enseñanzas y en sus consejos... que nunca se apartara de Dios. Sin embargo, lo había sentido muy lejano ante sus pedidos y súplicas para que no se lo llevara.

—Julia, Thomas la necesita en el estudio. —dijo Martha sacándola de sus pensamientos.

Ella asintió nerviosa. Caminó por el pasillo y cuando se sintió preparada para enfrentar cualquier oración que pudiera pronunciarle, golpeó levemente e ingresó.

—Señor... ¿qué necesitaba?

Thomas le extendió la mano con una nota.

—Es de su abogado. —ella frunció el ceño sin entender. —supongo que sabe que necesitará uno... La han citado a declarar y necesitan que vaya a CerealTruck para la reconstrucción de los hechos. —lo dijo seriamente y notando cuánto le afectaba cada una de sus palabras.

Julia no dijo nada más. Se volvió y cerró la puerta tras de sí, apretó la nota, arrugándola hasta dejarla en un pequeño bollo mientras temblaba por completo.     

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